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No Soy Quién Crees

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Blurb

A pesar de que han pasado los años y Yoshi se haya convertido en el Décimo Vongola, el sigue siendo un Dame a la vista de todos, pero eso cambia con la llegada de un joven y la vida de los amigos del castaño da un giro de 360 grados.

Yoshi es una moneda, tiene dos caras.

Una que todos ven y otra que pocos conocen.

¿Quién es en realidad Yoshi?

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I.- Un Dame
A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba más tenerlos más en casa que fuera pero no podía evitar que trabajaran y fueran a misiones ya que a pesar de sus constantes destrucciones hacían las cosas bastante bien, tenían resultados muy buenos.   Al llegar a su oficina se sentó detrás de su gran escritorio lleno de papales, había algunas fotografías adornándolo para que no se sintiera tan lúgubre ese lugar, después de todo tenía que ser un buen espacio ya que pasaba casi toda la partes de todos los días ahí. Comenzó a leer y firmar los papeles sin parar, una tras otro entre más rápido lo hiciera más rápido acabaría, unas horas después el cuerpo de castaño tembló ligeramente, sus ojos se volvieron anaranjados y afilados mostrando una mirada fría que haría temblar al primer hitman del mundo, sus manos trababan de no arrugar la carta pero estaba demasiado molesto, su ceño se frunció.   - Esta ocurriendo mucho antes de lo que imagine – susurró colocando su mano sobre su hombre presionándolo levemente de manera inconsciente   Guardo esa carta y algunos pales en una caja fuerte que se encontraba detrás de él, detrás de el cuadro de su familia, nadie sabía que tenía ese escondite así que ponía todo lo que era personal o de lo que no debería de saber su familia y subordinados por el momento.      Una explosión se escuchó a lo lejos logrando que el castaño se relajara y volviera a su acto de sonrisa y mirada pura así que salió corriendo de su oficina adoptando su acto de torpeza resbalando con el último escalón de la escalera cayendo justo frente a su tuto, un hombre de cabello azabache de ojos ónix de peculiares patillas.   - Siempre serás un dame – se burlo el mayor esbozando una pequeña sonrisa mientras negaba con la cabeza   Lo que nadie sabía por el momento es que el famosos dame no era tan dame como pensaban y que ocultaba bastante cosas que a veces ni las personas más cercanas a él las sabían.   El cielo puro también tiene oscuridad en su corazón.  A las afueras de un pequeño y hermoso pueblo en Italia hay una gran mansión hermosa de paredes blancas, puertas y ventanas de caoba, alejado de todos e internada en el pequeño y profundo bosque donde no muchos tenían conocimiento de su existencia. Después de todo pertenecía a la mafia más poderosa del mundo: Vongola. Su ubicación debía de ser secreta para muchos ya que si sus enemigos de alguna manera se enteraran de donde vivían los atacarían sin parar y para el jefe sería algo bastante molesto estar construyéndola una y otra vez, tenía suficiente con pagar los desastres de sus guardianes ya sea dentro de la mansión o en los lugares donde tenían misiones.   Dentro de la mansión en el comedor se encuentra un joven de 20 años de cabello castaño alborotando que desafiaba a la gravedad de ojos miel, su rostro era maduro pero con sus rasgos bastante delicados. Se encontraba sentado en la cabeza de la mesa viendo a su familia discutir, se aseguraba que no hicieran alguna tontería que terminara con la destrucción de su hogar.     El joven peli plata corriendo detrás del niño vaca mientras que un pelinegro intenta calmarlos, por otro lado estaba un hiperactivo peliblanco gritando cualquier cosa, un azabache y un peli índigo peleando por cualquier tontería y al final un azabache de peculiares patillas hablando cómodamente con una peli índigo. Todo eso lo hacían sin realmente ver a su jefe, estaban demasiado acostumbrados a que estuviera a su lado así que les bastaba sentir su profunda calidez y calma.   El castaño tenía una sonrisa en su rostro que fue cambiada por una mueca de cansancio, se levantó sin hacer ruido saliendo del comedor y soltando un suspiro, tenía trabajo que hacer y no podía atrasarlo más, debía de pensar alguna manera para que sus guardianes no destruyeran tantas cosas para que el papeleo no aumentara cada semana de cierto forma por eso le gustaba.        

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