Prólogo

652 Words
Una noche de niebla... La misma noche que cambió mi vida... —¡Vamos, maldita sea! —vocifero golpeando el volante de mi coche. Intento con todas mis fuerzas que el motor cobre vida otra vez pero no lo estoy consiguiendo. Mis lágrimas no me dejan ver nada y la niebla del cercano amanecer es un lastre que me ha dejado justamente aquí, varada en mitad de una carretera angosta. Perdida en medio de la nada. Lejos de todo lo que amo y rota a un nivel irreparable. —¡Dios, que mal todo! —bramo en un hipido. Rompo a llorar pensando en lo que acabo de hacer, no logro contener más mi dolor y desconcierto. He firmado los papeles del divorcio, sin la presencia de mi marido y con una panza de ocho meses de embarazo. Solo su abogado, su hijo dentro de mi y yo hemos sido testigo de la ruptura de nuestro amor. Ni siquiera sé por qué lo hizo pero ver que me quier dejar me ha roto el corazón en dos pedazos. No puedo creer que me ha hecho esto. Intento que el coche funcione nuevamente pero nada. Solo el molesto ruido del contacto entre la llave y el motor de arranque de mi maldito volvo. Solo quiero salir de aquí. Irme a casa de Mona y dejar que mi dolor se anestesie algún día en mi. Suena mi teléfono y saco el móvil dando por perdido el intento de arrancar el coche y respondo a mi amiga. —Me ha dejado, Mona —me sorbo la nariz con el dorso sudado de mi mano —. Firmó el divorcio y ni siquiera dió la cara. Mandó un abogado y acabó todo. No soportó la presión. No me explico que sea otra cosa. —¿Dónde estás? —se oye nerviosa y no me deja responder que me he perdido —.Me ha llamado tu padre. Sonaba algo nervioso, ¿dónde? Dímelo. Hablamos cuando te calmes. No creo que Fer... Sus palabras mueren en el grito que lanzo al verme despedida hacia un costado. Una luz impacta en mi lado izquierdo y poco puedo gritar asustada cuando ya estoy volcando por el barranco. No puedo saber si he tenido un accidente en la carretera o alguien me ha dado directamente. Solo sé que me duele la cabeza. Siento algo liquido corriendo entre mis ojos. No tengo el cinturón puesto y doy vueltas y vueltas llegando a superar las cuatro al menos, hasta que el auto se detiene, siento un enorme dolor en mi vientre y acaricio mi panza esperando que mi hijo sobreviva a esto. Estoy desorientada y no veo nada. Está muy oscuro. ¡Voy a morir aquí! Lo último que veo en mi memoria son los labios de mi Fernando besando mi vientre esta mañana justo antes de irse a trabajar. Un instante en que todo estaba bien y que ahora se ha esfumado. Ya no soy su esposa y no sé si pueda salvar la vida de su hijo. Suelto un alarido cuando lo que identifico como una contracción decide hacerse presente en tan fatídico instante pero no consigo seguir consciente. Todo empieza a perder nitidez y el dolor aumenta haciéndome gritar y luego desfallecer. Abrazando a mi hijo dentro de mi, empiezo a sentir tanto sueño que me dejo ir sin poder evitarlo. Hago un último intento por mantenerme despierta cuando noto unos conocidos brazos que de repente me arropan y a su vez sus labios se pegan a mi mejilla, una palabra que no llego a oír pero que de alguna forma reconozco, me hace relajarme y simplemente me duermo sintiendo que aunque no sé quien me acuna, es alguien que me produce una inevitable e inconsciente confianza. Luego descubriría la verdad de todo... pero desgraciadamente muy lejos de lo que hubiese necesitado en ese entonces. Lo haría tarde. Demasiado tarde.
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