Tres años más tarde...
Cuando el coche se detiene en el semáforo en rojo, suspiro resignada. Las calles de Nueva York nunca cambian, el tráfico es insufrible pero las vistas hermosas.
Amo estar de regreso y saber que volví para quedarme.
—Todavía no me creo que hayas vuelto —alzo una ceja acomodando mi móvil en el oído oyendo a la incrédula de mi amiga.
—Siempre supiste que volvería, no seas dramática —la vacilo mientras espero que el chófer nos saque del embotellamiento.
—No te creí capaz luego de...
—No lo digas —ordeno y bajo la ventanilla para que me de el aire en la cara.
Suspiro con pesar, nunca hablo de aquello.
No quiero pensar en él, ni en los motivos por los que me fuí de la ciudad en su día...hacen ya tres años justamente hoy. No podría olvidar esta fecha ni aunque me hiciera una lobotomía; pero eso no significa que me permita pensar en ello. Y mucho menos hablarlo.
—Vale —concede y suspira —. Entonces, ¿cenamos esta noche?
—Oscar estará llegando de Roma mañana así que sí —me ajusto un pendiente —, cenamos juntas y celebramos mi nuevo trabajo.
—Te quiero, Lara...,aunque me caiga mal tu novio —prosigue luego de una pausa para gruñir.
—Que sí, Mona, que ya sé que no te gusta pero mientras me guste a mí, estamos apañadas y recuerda que es mi prometido, no mi novio —matizo y resopla en tanto yo lucho con el pendiente que se niega a ponerse en su sitio —. En tres meses será mi marido y viene siendo tiempo de que acabes aceptándolo...pero también te quiero.
—No te enfades.
—No lo hago —respondo sin ánimo —. Simplemente quiero que le trates bien. Es importante para mí y sabes que le quiero.
—Pero no le amas.
—Joder, Mona...venga, hasta luego.
Y cuelgo ahora sí, enfadada. Enfadadísima.
Pero bueno...como la voy a ver en la noche no me caliento. Simplemente aparto de mi mente el reflejo de su oscura mirada y toco la cicatriz por encima de mi ropa para que el dolor se encargue de mantenerme lejos de todo lo que tenga que ver con él, a pesar de estar en la ciudad que nos adoptó como enamorados en su día.
Finalmente el auto llega a su destino y siento una ansiedad en mi interior por empezar a trabajar en el mismo estado en el que vive Fernando. Aparco mi angustia y me ajusto el cinturón de mi vestido, tomo el bolso y me bajo del coche cuando el chófer abre la puerta para mi.
—¡Señorita...!
—Gracias —le doy un golpecito en el hombro y me detengo cuando me abre la puerta una chica rubia y menuda, con gafas de pasta y me indica que entre al holding.
Ella me invita entrar y se presenta como la secretaria de dirección y quien estará a mi servicio desde ahora.
La saludo alegremente y me guía por el edificio que ostenta un lujo antiguo muy elegante. Está claro que la empresa está en decadencia pero las apariencias se mantienen intactas.
Mis tacones resuenan por todos lados hasta que, bajo la atenta mirada de muchos de los empleados, la tímida chica me abre la siguiente puerta y entro a ser recibida por una avalancha de empresarios.
Pero sin embargo, ha sido alzar la vista y barrer entre todos para verle. Mi corazón intenta detenerse en mi pecho, la piel de la nuca se me eriza y me ceden las piernas al sentirme incapaz de disimular mi sorpresa y estupor al ver a Fernando otra vez, luego de tres años en los que he intentado apartarlo de mi memoria fallando estrepitosamente.
Las personas me ofrecen sus manos y me dicen cosas que no oigo. Mis ojos no le abandonan porque los suyos no me dejan hacerlo. El tiempo parece detenerse y yo solo puedo responder en automático a todos los que me abordan sin dejar de avanzar lentamente hasta él, que parece que lleva una eternidad esperándome.
—Señorita Gloves —con su voz de siempre estira la mano hasta la mía y nos apretamos con cuidado. Hay ternura en el gesto y no debería —, bienvenida a mi empresa. Espero podamos trabajar a gusto y reflotar este barco.
Su metáfora me parece muy acorde porque siento el mismo vértigo que me produciría un barco en alta mar.
¿Cómo que trabajar juntos?
¿Esta empresa es suya?
Ay, Dios no. No me hagas esto.
No es su nombre el que figura en las escrituras.
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Me arengo mentalmente y empiezo a bajar la presión en mis dientes. Tiene que haber una explicación razonable para todo esto. Todavía no la tengo pero la encontraré y mientras tanto, como él finge que no sabe quién soy ante todos los demás, yo tampoco le conozco.
—¡Señor, Osborne...! —sacudo su mano con la mía saludando con firmeza y me dejo guiar hacia la silla que precide la mesa, justo en la otra punta de la suya quedando así los dos frente a frente.
¡Esto no va a resultar!
Me doy cuenta de mi error en cuanto digo su apellido y él sonríe canalla. Se supone que no le conozco...¿Cómo entonces sabría ese dato si no me lo ha dado?
—¿Empezamos? —intento desviar la atención agradeciendo que nadie más parece haber notado lo que nosotros sí.
Me pierdo un instante en sus ojos que siguen estando igual de azules y encendidos que siempre. El pelo lo lleva n***o como es pero pintando alguna cana rebelde que antes no estaba y el traje...oh, el traje le sienta tan de maravilla como le recordaba. Tres piezas en gris marengo tremendamente adherido a su figura ideal y la corbata negra, muy clásico.
No creo que me vea diferente pero yo sí le encuentro más maduro...más sensual, más entero... y me reclamo a mi misma para salir de este orden de pensamientos. Ver la sonrisa que baila en sus comisuras hace que me de vueltas la cabeza y hasta creo que llego a carraspear.
Le veo bajar la cabeza y mal disimular una nueva sonrisa. Maldito c*****o, sabe que le observo. Está claro que está disfrutando con el espectáculo que estoy dando. No dudo que se me vea patética y me reclamo a mi misma para recuper el talante.
—Aquí tiene las últimas estadísticas de ventas, señorita Gloves —la secretaria me señala en la laptop frente a mi y entiendo que me está sacando del trance.
¿Cómo se puede ser tan eficiente?
¿Será que sabe que...?
No, no puede. No creo.
Me arreglo el traje y cuadro los hombros antes de meterme a una discusión con todos acerca de los próximos métodos de trabajo de su empresa.
Un par de horas más tade hemos acabado la primera reunión, he señalado los puntos indispensables para comenzar la recuperación de la filial y me estoy despidiendo de todos para pasar a conocer mi despacho y seguir la jornada de trabajo cuando de repente...
—¿Ya vamos a tener la conversación o vas a seguir huyendo de mi mirada? —Fernando cierra la puerta de la sala de reuniones y se queda recostado en ella con una palma abierta sobre la madera. La otra la lleva a su bolsillo y parece un maldito modelo de Calvin
Klein.
Siento que me observa. Recorre mi cuerpo con ojos golosos y nostálgicos y trato de no mostrar emoción alguna. No quiero que sepa que volver a verlo no es sencillo para mi teniendo en cuenta todo lo que nos une. No quiero que sepa lo que me hace sentir y menos todavía quisiera saberlo yo. Pero mi cerebro se empeña en hacérmelo notar.
—Eres el dueño de la empresa para la que trabajo como máximo líder —finjo entereza en tanto cierro mi computadora de un tortazo —, no veo que haya necesidad de que pulules por aquí si me han contratado para sacarla adelante de su ruina —me observa atento y se endereza metiendo ahora las dos manos en ambos bolsillos mientras me derrito... es tan guapo —. Ya conoces a tu CEO —me señalo el pecho con ambas manos —, no tenemos por qué vernos más.
Mi declaración es contundente. No quiero mezclar unas cosas con otras y tampoco pretendo dar marcha a atrás a algo que no tiene sentido alguno rememorar. El dolor va dentro de mi y las cosas entre su familia, la mía y yo misma, no ha cambiado.
—No pensaba volver a verte y sentirme así —balbucea titubeante.
Echa a andar hacia mi ante mi estupor y se me acelera la frecuencia respiratoria. No soy, nunca he sido y jamas seré inmune a él pero necesito serlo. O por lo menos fingir que lo soy.
—No digas nada más —advierto.
—No he prestado atención a nada de lo que has dicho porque no podía dejar de mirar tu boca. Te he extrañado, Lara.
Está muy cerca. Es una amenaza contra mi voluntad y no quiero que me haga cometer locuras otra vez. Soy una mujer fuerte y si logré sobreponerme a todo lo que me hizo pasar...soportaré trabajar para él. Sufriré bien tenerlo como jefe.
Como si la vida me diera una vía de escape pero para salir corriendo, la puerta se abre y una morena con voz chillona y tetas operadas grita entre los dos saltando al cuello de mi ex:
—Hola, bebé —encuentra sus labios y los ojos de él no me abandonan. Suplican —. Vine a recogerte para la prueba del vestido de las damas de honor.
Me quedo impávida. ¡¿Va a casarse...como yo!?
El muy miserable está con esta puddle chillona y me hace ojitos como si pudiéramos volver a lo que un día fuimos.
Está claro que nada ha cambiado.
—Hola —me presento alzando la mano hasta ella que me la estrecha con algo de asco —. Soy Lara Gloves, trabajo para su futuro marido. Felicidades por la inminente boda.
—¡Oh, gracias! —pone puchero y voz de legalmente rubia —. Yo soy Myla Noris, nos casamos el mes próximo así que estás formalmente invitada. Puedes venir con tu marido.
Creo que todos sabemos que lo ha hecho a propósito y me encantaría saber por qué; pero aprovecho la oportunidad para devolver el golpe y espeto...
—Estaremos encantados —Fernando abre los ojos hasta más no poder —. También nos casamos en unos meses y será un honor ir a vuestra boda. Ahora si me disculpan...
Los esquivo con una falsa, falsísima sonrisa en los labios y me alejo apretando las cosas que llevo en las manos contra mi pecho pensando que no será fácil convivir con mi ex marido y mucho menos con su prometida que a juzgar por la escena de antes, sabe perfectamente quién soy y la relación que tuvimos juntos. Se ha retratado queriendo mal esquivar su reacción al asunto.
Saco el móvil recostándome en la primera pared que encuentro suficientemente fuerte para soportar mis miserias y luego de buscar su histórico número, tecleo respondiendo a lo que aseguró antes:
*Volver a verte ha sido igual de lamentable que la noche en que todo se fue al demonio y me dejaste tirada a punto de morir embarazada de ocho meses en aquella carretera. Te quiero fuera de mi vida y lejos de la empresa. O rescindiré el contrato y me conoces lo bastante 9ara saber que no es un farol. Aléjate de mi, Fernando. *
Cuando le doy enviar, salgo hasta mi despacho escoltada por la chica que parece adivinar cada paso que doy.
Entonces una alerta a mi teléfono me indica que entró una repuesta a mi mensaje y miro enseguida para leer...
*Yo en cambio no pensaba volver a verte pero ahora que has vuelto...prepárate para volver a ser mía, ni siquiera tienes opción de lo contrario *
Se me anuda el estómago y retiro sus palabras de la pantalla de mi móvil para ver detrás de ese movimiento, como el rostro perfilado en la perfección de mi hijo de tres años se dibuja en el savapantallas. El mismo que me habría encantado tener con él pero que ahora tengo con Oscar.
La vida es como es y en este caso, hay demasiado de ella entre los dos.
¿Qué podría salir mal?