Dejo que dos primeras lágrimas sean la fuga que desborda luego el dique en mis ojos cuando despega el avión.
Soy incapaz de entender, ¿por qué me hacen esto?
Por más que lo pienso solo encuentro banales razones para algo tan inmensamente cruel.
No quiero pensar en Fernando llegando a la habitación y encontrando el vacío mensaje que le dejé junto con mi ausencia. Me duele tanto que me compadezco a mi misma y lloro un poco más solo de imaginar la escena.
Un señor a mi lado me ofrece un pañuelo de papel y agradezco su gesto tierno con uno mío, de absoluto hastío. Estoy empezando a sentir que hay veces en la vida que luchar es insuficiente e inútil y que en este caso, lo mejor es hacer uso de todo el potencial de inteligencia que pueda reunir ante tan bizarra situación. Y entonces con más
