—Fernando...—alza los ojos cuando oye mi voz —, tu padre está aquí y ha venido a verme. Solo quería que lo supieras.
—No quiero saber nada —deja caer la cabeza pesadamente contra el cabezal de su silla de oficina.
—Estás como apagado hoy.
Asiente y cierra los ojos. Yo decido cerrar la puerta detrás de mí y dar la vuelta a su escritorio, sentarme sobre sus muslos y dejarme caer de lado contra su pecho mientras mis piernas cuelgan elegantemente cruzadas sobre las suyas fibrosas y poderosas.
—Estoy cansado de esto y solo hace dos días que te pedía que fueras tú quien soportaras un poco más.
—Mírame, cariño —mi susurro es cantarino y consigue que me obedezca —. Relájate y deja que todo fluya. Por lo menos nos tenemos el uno al otro y podemos pasar tiempo de calidad con nuestro hijo, no te
