bc

Un amor para navidad

book_age18+
227
FOLLOW
2.7K
READ
billionaire
friends to lovers
playboy
badboy
drama
bxg
lighthearted
city
office/work place
seductive
like
intro-logo
Blurb

Rio Dirztan, heredero del imperio de joyas más poderoso de Europa, lo tiene todo: dinero, poder y mujeres dispuestas a rogar por un minuto de su atención.

También tiene un problema: su familia.

Cansados de sus escándalos y su reputación de “villano irresistible”, los Dirztan le imponen una condición brutal para heredar la empresa:

Casarse, tener un hijo antes de Navidad y dejar que alguien controle su vida.

Rio lo considera una broma… hasta que conoce a Lena West, la mujer contratada para limpiar su imagen.

Ella no se deja intimidar.

No lo admira.

Y, para su desgracia, es la única que logra verlo más allá de los titulares.

Entre viajes, discusiones y una tensión imposible de disimular, lo que empezó como un trato profesional se convierte en un error que cambiará sus vidas: una noche en Ámsterdam… y un matrimonio que ninguno recuerda haber firmado.

Ahora están legalmente casados.

Y el amor no estaba en los planes de ninguno.

chap-preview
Free preview
Prologo
31 de diciembre POV RIO El sonido del cristal rompiéndose fue lo más parecido a un brindis que escuché esa noche. La música retumbaba en cada rincón del club, mezclando risas, perfume caro y el olor dulce del pecado. A las once con cuarenta, el mundo parecía un lugar perfecto para olvidar que al día siguiente empezaba otro año… y otro problema. Yo no era de beber mucho, pero esa noche hice una excepción. No por placer, sino por rutina. —Hermano, brinda conmigo —dijo Roland, mi mejor amigo, levantando su copa como si estuviera ofreciendo un contrato millonario—. Por sobrevivir a otro año de titulares y escándalos. —¿Y por otro año de idiotas que creen que me importa? —reí, chocando el cristal. El champán sabía a oro líquido y a aburrimiento. A mi alrededor, las luces danzaban sobre cuerpos perfectos y bocas hambrientas. Gemelas, rubias, una copia exacta de la otra. Habían pasado toda la noche turnándose para susurrarme cosas al oído, y aunque no recordaba sus nombres, sí recordaba que una tenía un tatuaje en la cadera y la otra… en la espalda baja. No era amor. Nunca lo era. Era distracción. Y eso, en mi vida, era suficiente. —¿Sabes qué me gusta de ti, Rio? —dijo una de ellas, sentándose sobre mis piernas con la sonrisa de quien cree haber ganado un premio. —Mi apellido —respondí. —Y lo bien que lo usas —susurró la otra, acercándose demasiado. Roland soltó una carcajada al ver la escena. —Si los periódicos te vieran ahora… —dijo, levantando el teléfono para tomar una foto. —Que lo hagan —contesté, quitándole el celular de un manotazo—. Les doy contenido gratis cada fin de semana. Las chicas rieron, fingiendo escándalo. Yo solo miré mi reloj. Once con cincuenta y cinco. Cada año, en ese mismo minuto, pensaba lo mismo: ¿Qué carajos estoy haciendo? Y cada año, llegaba a la misma respuesta: Lo que quiero. Cuando el conteo regresivo comenzó, alguien gritó “¡Faltan diez segundos!” y el club entero se volvió un carnaval de luces y promesas falsas. Roland me abrazó, las gemelas me besaron, y la multitud gritó un “¡Feliz año nuevo!” que sonó más vacío que mi copa. Yo sonreí, porque eso es lo que hago mejor: fingir que nada me toca. —Vamos al hotel —le dije a Roland, mientras las gemelas se acomodaban el abrigo. —¿Las dos? —preguntó con una ceja arqueada. —Obvio. Es Año Nuevo. Sería grosero dejar a una afuera. Él rió y me dio una palmada en el hombro. —Eres un maldito, Rio. —Y tú me amas igual —le devolví la sonrisa. Salimos del club entre flashes, cámaras y curiosos. Afuera, la nieve caía despacio sobre los coches negros estacionados frente al valet. Las gemelas se colgaron de mis brazos como si fueran trofeos y no personas. Y tal vez, de alguna forma, eso era lo que todos éramos allí: trofeos vacíos tratando de brillar más que el de al lado. Subimos al auto y el chofer arrancó sin decir palabra. Desde el asiento trasero, miré el reflejo de la ciudad en el cristal: luces, humo, y el eco de una vida que ya no me divertía tanto como antes. No lo admitiría jamás, pero cada noche como esa se sentía igual: un eco bonito, pero hueco. —¿En qué piensas? —preguntó una de las gemelas. —En que mañana todo esto será un titular más. —¿Y te importa? —No. Mentí. Un poco. El auto frenó frente al hotel más caro de Ginebra. Bajé primero, encendí un cigarro —solo uno, siempre el mismo— y observé el cielo. La nieve seguía cayendo, lenta, elegante, como si el invierno también quisiera recordarme que incluso la belleza termina congelando algo. Roland se despidió con un gesto desde el auto. —No me llames antes del mediodía. —Ni loco —le respondí—. No pienso levantarme antes de eso. Las puertas del hotel se abrieron y el aire cálido me golpeó la cara. El perfume de las gemelas llenó el lobby. El recepcionista me reconoció y bajó la mirada, incómodo. Estaba acostumbrado a eso: la gente que te admira y te teme al mismo tiempo. Presioné el botón del ascensor y, por un momento, todo se quedó en silencio. Mis manos, la habitación, las luces, el ruido detrás de mí… todo parecía demasiado pequeño para el tipo de vida que me habían hecho vivir. —Feliz año nuevo, señor Dirztan —murmuró una de ellas al oído. —Sí —respondí, sin mirar atrás—. Feliz año nuevo. El ascensor se cerró. Y con él, la última noche que sería dueño de mi libertad. POV LENA En casa de los West, el Año Nuevo no empezaba con fuegos artificiales, sino con gritos. De alegría, claro… aunque con mi familia nunca se sabe. —¡Lena, apúrate, que se va a enfriar el pavo! —gritó mi madre desde la cocina, con el delantal navideño lleno de harina y esa energía inagotable que la hace parecer inmortal. —¡Ya voy! —respondí, mientras trataba de rescatar una botella de sidra que mis sobrinos estaban usando como espada. Era una escena caótica, pero familiar. Los cinco hermanos mayores ya estaban allí: Tom, el mayor, con su esposa Jessica y sus dos hijos, los que usaban mi laptop como mesa de dibujo. Peter, el bromista, que nunca llegaba sin una cerveza y un chiste malo. Mark y Daniel, los gemelos del medio, que discutían por quién había traído el mejor postre. Y por último, Noah, mi hermano favorito, que siempre sabía cuándo intervenir antes de que la casa explotara. Y en medio de todo eso… mis abuelos. Sentados en el sillón de siempre, compartiendo una manta, riéndose de todos como si no hubieran pasado ochenta años encima. —Eres la última en llegar —me dijo mi abuelo, apenas me vio—. Ya iba a mandar a buscarte. —Vivo a diez cuadras, abuelo. No me ibas a encontrar ni aunque me perdiera —le respondí, dejándole un beso en la mejilla. —No subestimes mi talento para dar órdenes —dijo, guiñándome un ojo. Mi abuela, en cambio, me miró de arriba abajo con esa ternura crítica que solo las abuelas dominan. —Estás muy flaquita, cariño. ¿Comes bien? —Trabajo mucho. —Eso no es comida, Lena —me dijo, y me pasó un plato de buñuelos antes de que pudiera protestar. Me senté entre Noah y Daniel, y por un instante, sentí ese calor que no viene del horno, sino del corazón. El sonido de los cubiertos, las risas, los gritos de los niños… Era como si el caos tuviera su propio ritmo. El ritmo de los West. —Entonces, ¿cómo va tu trabajo en la agencia esa? —preguntó Tom, cortando el pavo con la autoridad de quien dirige una empresa… o una familia. —Bien. Mucho estrés, pero bien —respondí. —¿Y Jean? —intervino mi madre, con la naturalidad de quien lanza una granada sobre la mesa. Todos me miraron. Hasta el perro. Respiré hondo. —Está… bien. —¿Solo bien? —preguntó Mark, arqueando una ceja. —Sí, bien. —Eso suena a “problemas”, hermanita —añadió Peter, con esa sonrisa de quien huele sangre. —No hay problemas —mentí—. Solo… cosas familiares. Mi abuela carraspeó, divertida. —Cuando una mujer dice “cosas familiares”, significa que está a punto de mandar al hombre al infierno. —Abuela —protesté, riendo—, no todo el mundo vive en un drama. —No te hagas —replicó ella—. Las West no soportan a los hombres aburridos. Todos rieron. Yo también. Pero debajo de la risa había algo más… una punzada leve, como una verdad incómoda que se esconde entre bromas. Jean era… seguro. Correcto. El tipo de hombre que todo el mundo aprobaría. Pero últimamente, cada vez que pensaba en él, sentía que me faltaba aire. No era amor. Era… costumbre. —¿Y cuándo se casan? —preguntó Peter, con el tono travieso de quien busca pelea. —No sé —respondí, tomando un sorbo de sidra—. No tengo prisa. —Claro, claro… —bromeó Daniel—. No tiene prisa, pero ya le compró un calendario. —No todos queremos casarnos a los veinticinco —dije, sin dejar de sonreír. —Yo sí —intervino Jessica, levantando su copa—. Lo hice y mira qué feliz soy. —Sí, claro, hasta que Tom deja los calcetines en la sala —añadió Peter, y todos estallaron en carcajadas. Era así siempre. Nos atacábamos, nos reíamos, nos defendíamos. Caos controlado. Amor ruidoso. Después de la cena, mientras los niños corrían por la sala y los adultos discutían sobre política, me refugié en la cocina. Lavando platos, porque siempre que quería pensar, lavaba algo. Mi madre entró detrás de mí, secándose las manos. —¿Te sientes bien, cariño? —Sí, solo cansada. —Tú trabajas demasiado. —Lo sé, mamá. —Y te exiges demasiado. —Eso también. —Solo no dejes que el trabajo te haga olvidar lo que quieres. —¿Y qué quiero? —Eso lo sabrás cuando lo tengas —respondió, dándome un beso en la frente. Me quedé en silencio, mirando por la ventana. Afuera, el cielo se llenaba de fuegos artificiales. Eran hermosos, pero fugaces. Como los planes. “Un día vas a tenerlo todo, Lena”, me había dicho mi padre hace años. Y yo lo creí. Solo que nunca me explicó qué era ese todo. Mientras mi familia brindaba, yo solo deseé una cosa sencilla: Un año sin sobresaltos. Sin caos. Sin hombres complicados.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

30 Days to Freedom: Abandoned Luna is Secret Shadow King

read
310.7K
bc

Too Late for Regret

read
289.4K
bc

Just One Kiss, before divorcing me

read
1.7M
bc

Alpha's Regret: the Luna is Secret Heiress!

read
1.2M
bc

The Warrior's Broken Mate

read
138.0K
bc

The Lost Pack

read
402.2K
bc

Revenge, served in a black dress

read
147.9K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook