POV LENA La mañana avanza con una extraña sensación de electricidad contenida. No es agresiva, no es amable… es algo suspendido, como si Rio y yo estuviéramos probando los límites de un nuevo territorio que ninguno pidió, pero ahora compartimos. Nos sentamos uno junto al otro, revisamos el calendario de crisis, corregimos titulares, proponemos lineamientos para su disculpa pública de seguimiento… y aunque todo debería sentirse incómodo después de lo que pasó en la oficina —su disculpa, su confesión descarada, su maldito susurro— en realidad hay un ritmo silencioso que se instala entre nosotros. No lo quiero reconocer. Pero está. Y se siente como algo que llevamos construyendo sin darnos cuenta durante dos meses. Rio lee un correo que le imprimí. Lo hace con el ceño fruncido, concentra

