CAPITULO 5

2609 Words
NARRA ISHTAR No podía sacarme esa mirada de la cabeza. Darian... Su cálido tacto en mi mejilla era una sensación que aún no había podido sacar de mí ser, calor, un calor tan fuerte como un carbón ardiente se extendía por mi pecho, él era diferente a cualquier hombre que conocía, tenía un porte y un cuerpo como ninguno. Había cometido una estupidez, pero valla que había sido un arrebato, no sabía quién era del todo, solo que dentro de mí corazón le guardaba un fuerte agradecimiento, sin embargo las cosas eran más complicadas que un simple agradecimiento: Deseo. Nunca había guardado deseos para ningún hombre pero desde que lo vi supe que quería colocar mis manos en su pecho y nunca alejarlas, él se había vuelto dueño de mis pensamientos... ¡Dios! No podía estar tranquila, había intentado dormir y siempre era lo mismo, mis pensamientos no me abandonaban ni siquiera estando inconsciente, era la tercera vez que despertaba, sin embargo me negué a abrir los ojos, tenía que descansar o mañana tendría una imagen horrible y demacrada. Estuve imperturbable por unos segundos, cualquiera diría que jamás desperté pero una sensación no me dejaba en paz, estaba siendo observada, podía apostarlo. Con un poco de miedo abrí los ojos y me senté sobre la cama de manera repentina. —Dios—Susurre llevando mis manos a mi rostro. —Parece que alguien no puede dormir—Lleve las manos a mi pecho sobresaltada, rápidamente tome el edredón y lo lleve a mi cuerpo cubriendo mi ropa de dormir que era demasiado cómoda además claro de ligera. —Príncipe Darian ¿Qué hace aquí? El nerviosismo en mi voz fue demasiado aparente y no era para menos no podían verlo aquí, conmigo, en la misma habitación. Estaba justamente a un lado de la cama, la delgada tela transparente que estaba sobre la cama hacia que su figura se distorsionara un poco y la oscura noche no ayudo en lo absoluto, camino un poco y separo ambas telas, con una gracia increíble entro en la cama. Me removí un poco incomoda, ahora que lo miraba de cerca y la luna se filtraba por los ventanales me daba cuenta de que estaba sin ninguna prenda en la parte superior de cuerpo, tenía un pecho fuerte y unos abdominales muy definidos. Su cabello estaba húmedo, parecía que acabara de tomar un baño. —Digamos que quise venir a velar su sueño—Parecía analizar de cerca mi rostro, era un hombre que no tenía ninguna clase de pudor. — ¡No! —Replique rápidamente cubriéndome con las sabanas—Si mi padre se entera no que que podría pasar—Dije con miedo—No es común que un hombre visite a una mujer en la oscura noche. El rio mostrando sus hoyuelos. —Créame princesa que es muy común que los hombres hagamos eso—Su tono de voz se volvió más áspero y provocador. ¡¿Pero que estaba diciendo?! —Entiendo su punto alteza, la situación es que sin duda el motivo de esa visita no es nada decente, por lo menos si la mujer es una casadera—Siempre había defendido mis pensamientos y no iba a bajar mi guardia por culpa de esa mirada intimidante que tenía. —Que poco romántica es usted—Trague saliva—Llama a consumar el amor un acto indecente—Quería que la tierra se abriera a mis pies y me tragara, ese hombre decía lo que se le venía a la cabeza sin miramientos. Permanecía en la misma posición con la mirada centrada en mi rostro, tenía una sonrisa socarrona en sus labios como si le parecía gracioso mi modo de comportarme. —Parece que es fiel creyente del romance—Ataque inmediatamente haciéndolo ponerse en guardia—No confunda el ardiente fuego de un deseo pasional ante la realidad de la entrega por amor. Por unos momentos pareció perdido, como si mis palabras realmente le hubieran llegado, él era un hombre que emanaba mucho misterio. No podía negar que su presencia me hacía sentir cohibida, no sabía que decir ni cómo reaccionar, pero podía guardar la calma y hablar de acuerdo al tema que el propusiese. —Supongo que los hombres tenemos necesidades que de vez en cuando se tienen que cubrir, sin embargo princesa si mi visita fuera para entregarme a una pasión llameante con usted sin duda alguna no estuviéramos hablando o por lo menos la habitación no estuviese tan silenciosa—Mis mejillas se pusieron rojas como la sangre, él no tenía ninguna vergüenza. Busque valor de donde no lo había y sonreí. —Entonces príncipe ¿Cuál es el motivo de su visita a mis aposentos? —Tenía curiosidad por saber el motivo que lo trajo a hacerme esta inesperada visita. —Dígame usted Ishtar...Estuve visitando Tracia durante la noche—Sus palabras tenían sentido pues si mis cálculos no me fallaban era de madrugada, parecía ser una persona muy voluble que hacia lo que deseaba a la hora que lo quería—Y al parecer todo el mundo habla de la hermosa joya que me regalo. Abrí los ojos con sorpresa, ahora lo entendía todo, si antes había querido desaparecer ahora quería morir. No te criaron para intimidarte ante nadie—Recordó mi subconsciente, tome un poco de aire y asentí. — ¿Supongo que le han hablado del significado de eso? —Comencé intentando no tensarme con su presencia, y se recostó sobre la cama con confianza. —Quiero que me lo explique usted, pensaba preguntarle mañana pero ahora esta despierta así que no veo impedimento para que hablemos de ese ligero detalle que paso por alto—A pesar de que parecía hablar con soltura note un deje de reproche en aquella oración. Se movió un poco hasta llegar a escasos centímetros de mi cuerpo, su calor me inundo, a pesar de ser una noche ligeramente fría a su lado parecía gobernar un cálido ambiente. —La joya que le regale era mi marca, mi distintivo, me la regalo mi padre al nacer, una joya se entrega a toda recién nacida Tracia como regalo de nacimiento, es un recordatorio de que al nacer nos pertenecemos pero al crecer como ley de vida tenemos que casarnos, la joya solo debe ser entregada al hombre con quien queremos pasar el resto de nuestras vidas—Valla, eso había sonado más natural de lo que pensaba, esperaba que mi nerviosismo no fuera notable—No se preocupe príncipe sé que en su imperio no se siguen esas tradiciones, usted acepto mi regalo pero no está obligado a tomarme como esposa si es lo que le preocupa. Él sonrió. —Nunca me habían regalado nada que no fuera un arma—Confeso mirando a la nada, parecía que un recuerdo le había llegado a la cabeza—Mi primer regalo fue una armadura, cuando tenía ocho. —Una armadura no es un lindo obsequio para un niño. Su expresión cambio, se sentó sobre la cama y aquella mirada verde volvió a centrarse en mí. —Usted me dio mi primer regalo, es extraño, nunca nadie me había regalado una vida—Reí apenada—No se sienta en deuda conmigo princesa Ishtar. —Llámeme solo Ishtar. —En tal caso llámame solamente Darian. Observe esa leve barba oscuro que tenía en su mentón, ahora que lo miraba un pensamiento arrasador se instaló en mi cabeza. ¿Estaba casado? Un leve ruido llamo mi atención, los pasos fuertes y claros de un guardia resonaron en mis oídos como una alarma en sus segundos estaría aquí. Si descubrían al príncipe de esa manera en mi cama, la furia de mi padre no tendría contención, la sangre abandono mi rostro mientras lo miraba con pánico. —Dios mío...No pueden descubrirte—Susurre llevando mis manos a mi rostro lleno de terror. Rápidamente el tomo la iniciativa, sus dedos tomaron mi brazo y me apegaron a su pecho con fuerza, tomo el edredón con su mano libre y nos cubrió con él. —Shhh...—Llevo su dedo índice a su boca con lentitud indicando que debía estar en silencio, su calor me cobijo, la situación no podía ser más vergonzosa, mis manos estaban sobre su pecho desnudo, era muy firme mientras mi pierna estaba sobre la suya. Un chillido. La puerta se abrió, podía escuchar los pasos del soldado resonar por el suelo de mármol de mis aposentos, sin embargo no podía pasar más de dos metros después de la puerta, el pabellón semitransparente que estaba sobre mi cama le daba una vista para nada clara de nuestros cuerpos cubiertos, era imposible que se diera cuenta de que no había solo un cuerpo. Tardo unos segundos, para después marcharse. Cuando la puerta se cerró me aleje rápidamente con mis mejillas sonrosadas, el edredón se volvió nuevamente mi compañero pues lo presione con fuerza, él bajo de cama ante mi atenta mirada. —Deberías acostumbrarte—Murmuro en voz baja. — ¿A qué te refieres? —Cuestione rápidamente, el paso las manos por su cabello y sonrió. —Olvídalo—Se dirigió a la puerta y justo antes de salir volteo—Un placer haber hablado con usted alteza—Sin esperar mi respuesta salió de la habitación dejándome con el corazón latiendo a toda prisa. (...) NARRA DARIAN Narsés amarraba con rapidez las muñequeras en mis brazos, los mismos que la habían abrazado con fuerza esta madrugada, su cabello olía a flores, no era una mujer delgada como las que solían verse en Persia, tenía caderas grandes al igual que sus pechos, había podido controlarme de manera perfecta al sentirlos chocar con mis pectorales, preferí no tentar mi control y salí de allí. El sol había salido, tenía que marcharme pues mi retorno al imperio había sido comunicado a mi padre, a él no le gustaba las demoras. —Majestades—Les dedique una leve reverencia, la sala del trono estaba repleta de personas, los consejeros del rey y sus guardias me observaban con recelo, al parecer se habían enterado de lo que había pasado con sus comandantes la noche anterior, en los balcones estaban las cortesanas, con esa sonrisa coqueta que las caracterizaba. Mirarlas me hizo recordar a Anahí, la noticia de mi matrimonio le caería como una flecha, sin embargo no podía arriesgarla, era lo más importante para mí. —Príncipe Darian—Saludo el rey con una mirada fría—Me temo que me han comunicado el inconveniente que tuvo con los comandantes de mi ejército, ambos eran la fuerza de mi gente—No se notaba nada contento. Mire a Narsés quien parecía un poco acongojado por la actitud del rey. —No necesito a ambos hombres liderando las nuevas tropas que ahora pertenecen a Persia—Un murmullo inundo la estancia, al parecer él no había comunicado la noticia—Sus soldados necesitan entrenamiento, cinco de ellos no son nada delante a uno de los que ahora me resguardan la espalda—Observe sus dedos sujetar con fuerza los respaldos del trono. —He pensado mejor las cosas, si se lleva a mi ejercito dejara a Tracia desprotegida y no puedo darle eso—Refuto—Si Babilonia se entera de que estamos a expensas no dudaran en atacar. —Las tropas babilonias se han marchado al sur, por lo menos las que quedan—Narsés rio—Créame majestad cuando mi amo le dice que estará seguro, es porque tiene la certeza de ello. Uno de los hombres del concejo del rey se puso de pie. — ¡Tracia no puede entregar sus tropas a Persia! —Grito el hombre creando confusión— ¡Nos salvaron de un un cruel destino, pero quien le garantiza a nuestro pueblo que no nos atacaran de regreso! Mi mirada lo aniquilo. —Si hubiera querido destruir Tracia lo hubiese hecho sin miramientos—El hombre se quedó callado—El ejército persa ahora mismo está en el imperio, su ineptitud y falta de conocimiento me está sacando de mis casillas y si así lo deseo puedo destruir esta ciudad en cuestión de horas. El rey se puso de pie. —No me hagan tomar medidas que no les favorezcan—Mis ojos se midieron con los del rey quien a pesar de mostrar esa pose imperturbable daba a relucir un brillante miedo palpable en sus acciones corporales. — ¡Majestad reconsidere es un suicidio! ¡Ataco a sus comandantes como espera que confiemos en el! —No pude contenerme, uno de los soldados me tendió un arco y rápidamente la flecha salió disparada en su dirección, era un hombre regordete fácilmente hubiera podido atravesarlo. La flecha recorrió su brazo pero sin enterrarse en él, fue un corte leve y nada profundo. — ¡Si sigue abriendo la boca, la próxima vez la flecha le traspasara la lengua! —No poseía mucho autocontrol cuando estaba molesto. La actitud que Darío estaba tomando no me había agradado en lo absoluto, al parecer todos habían omitido mencionarle la manera tan precaria del comandante Tereo al hablar de su hija. Como si mis pensamientos la hubiesen llamado, ella entro a la estancia, portaba un hermoso vestido color naranja como las dunas del desierto, dedico una reverencia y se sentó a lado de su madre—Me voy de Tracia majestad, el mensajero que mande a Babilona regresara de inmediato. — ¿Qué mensajero? —Pregunto el rey. —Su alteza el príncipe Darian mando una carta al ejército Babilonio, declararle la guerra a Tracia es declarare la guerra a Persia por igual, pues ambos reinos ahora son uno solo—Con esa gracia al hablar que lo caracterizaba Narsés puso al tanto al rey del método de protección que había puesto en marcha. —Sus tropas no son nada contra Babilonia, si me marcho de aquí sin su ejército le deseo suerte en su próxima guerra, Persia no meterá las manos por su pueblo—Darío trago saliva, sabía que mis condiciones de protección eran fundamentadas y que de negarse estaría cometiendo su mayor error como rey. —El ejército Tracio se unificara al ejército Persa—El rey tomo su báculo y golpe sobre el suelo de mármol—Confiar en la palabra de un Persa es mil veces mejor que confiar en un Babilonio, me duele aceptar que sin la protección de Persia, Tracia será destruida. Sonreí triunfal. Ishtar me miraba desde su asiento, parecía estar analizando mi comportamiento, podía llegar a ser muy malo si me lo proponía, a ella y a su padre le había tocado ver la parte diplomática que me correspondía como príncipe. —Preparen las tropas para partir a Persia—Ordeno Narsés. —No se arrepentirá de haber tomado esta decisión majestad, en la guerra y en el amor todo se vale, espero verlo en dos meses como mi invitado especial, Persia celebrara un gran suceso—La reina frunció el ceño. — ¿A qué se debe dicha celebración alteza? —Pregunto la reina con una sonrisa cordial. —Mi matrimonio—En ese momento el rostro de la reina se puso pálido. El murmullo nuevamente se hizo presente, aquellas palabras incompletas daban la peor noticia al reino, la princesa Ishtar jamar podría casarse, pues su preciosa joya estaba en mi poder. Ishtar se puso de pie y reverencio a sus padres, estaba decida a marcharse de la sala, no pensaba permitirlo, al parecer la noticia tampoco le había caído nada bien—Con la princesa Ishtar de Tracia.
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