CAPITULO 4

2448 Words
NARRA DARIAN — ¿Está seguro de esto? —Pregunto Narsés mientras bajaba las escaleras de manera presurosa, la noche había caído con rapidez y el rey amablemente se había ofrecido a dejarnos pasar lo que quedaba de ella en el palacio. Sin embargo no tenía ganar de dormir así que opte por darme una escapada nocturna, quería beber alcohol con desenfreno en alguna taberna de la ciudad y porque no: Conocer a una cortesana con quien divertirme un rato. —Sabes que siempre estoy seguro—Respondí tajante saliendo por una puerta secundaria que había encontrado después de estar analizando el palacio, mientras todos dormían en el palacio la vida en la ciudad se realzaba con los cantos y danzas, estaban contentos, habían logrado escapar de un destino cruel y esa felicidad era completada por el alcohol. —No lo sé...siento que...—Me di la vuelta y lo encare haciéndolo callarse de pronto, él estuvo a punto de tropezar con temor pero rápidamente lo tome por la camisa impidiendo que su rostro besara el suelo. —Deja de quejarte tanto, cuando estemos allí te encerrare en una de las habitaciones con una mujer, a ver si así se te cierra la boca—Le alise sus prendas con un deje de maldad en mis ojos, Narsés era un buen tipo pero a veces solía ser muy recto y cuestionaba mis decisiones. Caminamos en silencio cubiertos con una cogulla para pasar desapercibidos, con la música y los gritos de júbilo sonando en cada rincón de la ciudad entramos a aquella taberna, no era lujosa pero tampoco era de lo peor que Tracia podía ofrecer. Dentro estaban soldados de Tracia que bebían sin pudor mientras las mujeres bailaban sin cesar casi rosando sus pantalones, con confianza caminamos hasta llegar con el tiendero quien rápidamente dejo dos copas de vino en la barra de madera. —No suelo ver desconocidos muy seguido por aquí—Comenzó el hombre intentando entablar una conversación—Supongo que son soldados del ejército persa... Narsés se movió un poco incómodo, me aclare la garganta. —Digamos que venimos con ellos—Contesto mi acompañante bebiendo de golpe su copa, el hombre sonrió mostrando sus desgastados dientes. —Se escucha de boca de los forasteros que el Imperio Persa se ha convertido en el más fuerte de este lado del Mediterráneo y esta imponente ciudad lo ha comprobado la noche que ellos nos han salvado la vida—El hombre parecía querer hablar hasta por los codos, sabía lo que se proponía, quería hablar lo más posible para que después nosotros habláramos de la misma manera que él. —Mire amigo—Sonreí, Narsés estaba por comenzar con sus historias—Lo que sale de su boca es cierto, aunque le puedo apostar que usted nunca ha visto la gloria del ejército persa, la tierra tiembla en cada paso que dan sus soldados, la gloria solo se ve y se siente en el campo de... — ¡No puedo creerlo Bicor, el rey ha faltado a la palabra que tenía conmigo, me mando a Dacia para conquistar esas tierras con la promesa de que si cumplía mi cometido me daría la mano de la princesa Ishtar en matrimonio! —Mire por el rabillo del ojo al hombre que acaba de entrar al lugar, era de tamaño promedio, con corto cabello y mirada amenazante, se sentó de mala gana en una de las sillas mientras discutía con su compañero quien intentaba calmarlo. Ese soldado ambicionaba demasiado. Ishtar era una mujer hermosa, con aquellas caderas prominentes que incitaban a cualquier hombre a perderse en ellas, cada parte parecía haber sido creada por los mismos dioses, nadie negaba que era una mujer muy elevada para un soldado de clase media como él. —Parece que Tereo está molesto—El hombre lleno ambas copas con más licor—Sigo sin creer que la princesa de halla entregado al príncipe de Persia de esa manera, aunque debo de aceptar que no fue una decisión para nada estúpida. Casi quise escupir el contenido de la copa ante la sorpresa que me causaron sus palabras. Me puse de pie y tome al hombre por la camisa, sus ojos se abrieron con terror al verse envuelto en tal situación. — ¿A qué te referiste con lo que acabas de decir? —El hombre trago saliva. —La princesa Ishtar entrego al príncipe una joya... — ¡Si una maldita joya! ¿Pero qué tiene que ver eso? —Esa joya es entregada al hombre que se desea como marido, como protector, si el príncipe se niega a desposarla, ella quedara soltera pasa siempre pues la joya que ahora él tiene en su poder la deja sin posibilidades— ¡Maldita sea! Solté al hombre y él se apresuró a corregir su ropa. Lleve las manos a mi cabeza exasperado, esa mujer era hermosa, podía decir incluso que me gustaba como mujer, lamentablemente mi corazón pertenecía a Anahí y eso no cambiara ni siquiera por una princesa. La mujer me había dado un obsequio que yo con gratitud había aceptado sin darme cuenta del verdadero objetivo de aquel regalo. — ¡Ese maldito idiota! —El hombre que ahora sabia se llamaba Tereo, tomo su copa y la estampo contra el muro de concreto. ¡Tremendo estúpido! — ¡Cálmate Tereo, tienes que dejar de tomar alcohol mañana hablaras con su majestad y no puedes hacerlo de esa manera! —Su compañero parecía exaltado, pues con ímpetu intentaba encontrar las palabras para hacerlo entrar en razón, sin embargo el Tracio no parecía querer calmarse. — ¡No me interesa lo que piense Darío! —Exclamo tomando una copa de la mesa y bebiendo el contenido de un trago— ¡Bicor no tienes ni idea de lo que daría por tener a esa mujer en mi cama todas las noches, Ishtar, la preciosa princesa!¡Ahora otro maldito infeliz viene a quererme quitar lo que por derecho es mío! —Maldita sea Tereo, sabes que no tienes oportunidad delante del príncipe—Una risilla broto de mi boca, ese hombre sabía lo que le convenía, sin embargo su compañero no parecía pensar igual, estaba hablando demasiado sin medir las consecuencias—Si la princesa decidió entregarse a él de esa manera no hay vuelta atrás, fue arriesgado pero a la vez tierno de su parte. Tereo rio sin ganas. —Le debe la vida pero no por ello tenía que entregársela de vuelta—Bramo con rencor—Incluso si no me diera esa joya yo la tomaría como esposa de todas maneras, ese maldito persa jamás superara al gran Tereo, e asesinado a cada maldito babilonio que se ha puesto enfrente y he conquistado a mas pueblos de los que cualquiera se imaginaria. — ¡Cierra la boca Tereo! —Grito Bicor haciéndolo detener en seco—Los persas están aquí y cualquiera puede delatarte con su alteza el príncipe, es mejor que cierres la boca y que te vayas a dormir—Se sentó de golpe, como si esa acción ayudaran a que Tereo bajara su enfado. Nadie se concentraba en su bebida si no en la plática de ambos hombres, al parecer ambos eran muy importantes para el rey pues traían el escudo tracio en ambas espadas. —Señores disculpen a Tereo, él es el comandante del ejército tracio junto con Bicor—Explico el tiendero con un poco de temor—No lo culpo la princesa es la mujer más bella de Tracia y la mayor ambición del comandante. —Una que ya no es suya por lo visto—Había venido a Tracia por un ejército y la curiosidad de que había pasado con aquella mujer de cabello suave y ondulado, su aroma era delicioso, aun podía sentirlo inundando mis sentidos cuando la cargue en mis brazos. Mis pensamientos fueron interrumpidos por los gritos del mismo hombre. — ¡Si tengo que degollar al príncipe persa pienso hacerlo, todo el mundo actúa como si fuera un dios que no sangra, pero mañana te aseguro que su cabeza rodara por las calles de Tracia! —Rápidamente mi mirada lo aniquilo. ¿Pero quién demonios se creía ese bastardo? Me puse de pie con lentitud, el tiendero me miro con pánico, Tereo había hablado de más y sin duda alguna si hubiera sido un soldado persa común y corriente ya estuviera en el suelo con el cuello cortado por haber ofendido de esa manera a su alteza. —Por favor, no arme un escándalo—El tiendero me susurro con mirada suplicante. —Espero que pueda arreglárselas con un cadáver—Saque la daga que aguardaba en mi cintura y sin que nadie lo esperara la lance dando justo en la palma de la mano de Tereo, quien rápidamente se tiró al suelo al sentir el punzante ardor del acero. — ¡Pero qué has hecho! —Dijo Bicor con enojo, rápidamente saco su espada dispuesto a matarme, Narsés seguía bebiendo como si no hubiese mañana mirando con diversión la situación, arremetió contra mí dispuesto a traspasarme con la hoja de plata, el metal reboto en mi hombro y creo una chispa al chocar con mi armadura, ante su confusión mi puño impacto en su rostro haciéndolo perder la noción y caer al suelo. —Acabas de rayar mi armadura—Negué con la cabeza mirando con enfado la línea que había provocado, el intento con rapidez tomar su espada del suelo, se colocó se cuclillas y se puso de pie con pánico, su nariz sangraba y su rostro se había empapado de sudor, su mejilla estaba comenzando a hincharse. Mire a Narsés y el saco su cuchillo, lo lanzo en mi dirección sin pensarlo, tome la empuñadura en mis manos y la lance arremetiendo contra la mano de Bicor, la fina hoja cruzo por sus manos rebanando limpiamente sus dedos, la sangre no fue de esperarse, rápidamente soltó su espada. —Oh mi dios—Su otra mano acuno sus dedos y observo horrorizado que estuvo a punto de perderlos, unos milímetros más y la hoja cruzaba el tendón imposibilitándolo de nuevo a tomar una espada. —La próxima vez mira a quien le estas apuntando con tu espada Tracio—Me quite la cogulla dejándole ver mi rostro, él se hizo para atrás y se arrastró hasta apoyarse contra la pared. —Alteza discúlpeme—Trago saliva con dificultad—Tereo está muy borracho, él no sabe lo que dice—Recogí mi daga y le apunte con ella, nuevamente la lance en su dirección. — ¡No! —Grito Tereo, los ojos de Bicor se cerraron esperando el impacto de la hoja pero este nunca llevo, la daga quedo pegada a su oreja mientras de ella brotaba un ligero hilo de sangre. Narsés rio. —Parece que sigue teniendo mucha puntería alteza—Bromeo. —Eso parece. Deje al hombre apoyado en aquella pared y camine en dirección al otro, el aroma a alcohol llego a mi nariz haciéndome hacer una mueca de asco. —Escúchame con atención, naciste en Tracia, supongo que fuiste reclutado por el ejército, pero nunca dejaras de ser un simple plebeyo con aspiraciones de tener a una princesa en su cama—Su expresión cambio, sus ojos ardieron ante mis palabras como si le afectara escucharme—Eso no pasara, si quiero mañana mismo la llevo conmigo a Persia y la convierto en mi esposa, porque quiero y porque puedo, después de todo si me entrego esa joya es porque vio más hombría en mi durante el poco tiempo de conocerme que la que miro en ti desde que te conoce. (...) —Alteza creo que debería considerar la situación—Narsés troto en mi dirección, la noticia de lo que había hecho llegaría al Rey Darío por la mañana, no tenía pretextos, me había ofendido y le había hecho pagar. —No se ha que te refieres—Me detuve y guarde la daga en su funda, en la parte izquierda de mi abdomen. —Usted sabe que su padre nunca aceptara a Anahí por más que se lo suplique—Me di la vuelta y lo sujete por la camisa, el levanto las manos exaltado, su espalda impacto contra la pared de la cual cayeron leves trozos de barro rojo. —Yo jamás le voy a suplicar a mi padre—Masculle entre diente presionando su cuello. —Sabe que la matará si se entera del amorío que tiene con la cortesana—Las palabras apenas salían de su boca—El rey Ciro no aceptara a una plebeya como futura reina de Persia y mucho menos a una mujer impura como ella—Solté mi agarre y el cayó al suelo, comenzó a toser sin mesura, su tórax se contrajo una y otra vez mientras el aire llenaba sus pulmones. — ¿Qué aconsejas entonces? —Que tome a la princesa de Tracia y la lleve con usted a Persia, es una mujer hermosa y elegante, estoy seguro de que su majestad la Reina Ranía la vera con buenos ojos—Siguió tirado en el suelo mientras acariciaba su cuello—Además pude seguir mirando lo que desee a la cortesana, siempre y cuando se cuide de los ojos que miran muy de cerca sus acciones. Su idea no era del todo descabellada, amaba a Anahí con locura, esos hermosos ojos negros y su pequeño rostro volvían loco a cualquier hombre. Sin embargo el profundo amor que te tenía no era válido para la corona, solo pensar en tenerla como esposa significaría un insulto a Persia. Mi padre la mataría sin miramientos. Del otro lado estaba Ishtar, era un mujer hermosa que con solo mirarla provocaba deseo, su manera elegante de andar y su voluptuosa figura era todo lo que un hombre podía desear, ella era lo que mi madre llamaba un sucesora digna para un trono que tanto había cuidado. Sin duda podría casarme con ella y tenerla en mi cama todas las noches, podría tener los hederos que quisiera con ella aun sin amarla, porque mi corazón siempre pertenecería a esa cortesana de ojos oscuros que aguardaba en mis pensamientos. —La idea no es tan descabellada—La oscura noche ocultaba la construcción de las casa hechas en barro rojo con sutileza, para no perder el toque elegante había piedras de mármol completando las estructuras. —Solo cuídese—Musito en voz baja—Sería terrible para todos que la cortesana resultara embarazada antes que su esposa, la vergüenza para Persia seria inimaginable.
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