Justo como lo dijimos, somos las perras más lindas del maldito asado, por varias razones, pero la principal es que las otras perras que nos acompañan en esta tarde tienen barba, brazos gruesos y fornidos y algunos unas panzas de doce meses de embarazo.
—No puedo creer que en serio seamos las únicas chicas aquí —me susurra Regina a mi lado.
—Y Betany —le contesto mirando a la susodicha a un par de metros de nosotras bebiendo de su vaso rojo. Al mirar a Regina, noto que rueda los ojos al ver a la rubia—, ¿Por qué la odias? La chica no te ha hecho nada.
—Sí lo sé… —suspira—, soy muy insegura, pero mírala, es alta, tierna y tiene piernas de infarto. Es de buena familia y…
—Y nada —la detengo—, ¿en serio todavía te minimizas porque no provienes de una familia rica? Mírate a ti, eres linda, alta, jodidamente sexi. Una maldita bomba. La escuálida aquí soy yo —Regina ríe.
—¿Escuálida? No digas pendejadas, Jessica. Tú tienes algo, algo que nunca había visto, te veo a los ojos y sé que no me gustan las chicas, pero al mismo tiempo sé que si pasamos el tiempo suficiente a solas, yo haría cualquier cosa que tú me pidas —en cuanto termina yo solo río.
—Te la robo un segundo —ambas nos sorprendemos al escuchar a David, el cual me habla a mí.
—Sí, claro —Regina se va con él mientras yo comienzo a caminar por el lugar.
Comienzo por darme cuanto que tal vez Regina sí tiene razón. Que tengo algo indescriptible, algo fascinante, incluso hipnótico. Cuando aún vivía con mis padres podía lograr que me dieran lo que quisiera, en ese entonces, pensaba que era porque, bueno, era la niña de la casa junto a mi hermana, pero ella no lo hacía, ella no tenía ese poder, era solo mío, creo. Así que sí, Regina tiene razón. Todos estos hombres me están mirando a mí y no a ella, no a Betany y no es porque sea más hermosa, es porque los hipnotizo. Tengo algo que ellas no y cualquiera puede notarlo. Cualquiera me elegiría por encima de todos y es lo que utilizaré a mi favor, desde ahora…
Noto que del otro lado Alex me mira, yo también lo hago, pero solo el tiempo suficiente para dejarlo con ganas de más. Me río en mis adentros porque lo he descubierto, él no me odia, ni me lanza dardos de su sarcasmo porque sí, él solo está enojado consigo mismo, tal vez con la vida e intenta alejarme por una simple y sencilla razón; quiere cogerme tan duro que se me olvide quien fue mi primer hombre aun teniéndolo bajo el mismo techo.
Damián me ama, de eso no me queda duda, y yo lo amo a él, incluso prefería verlo muerto a que esté con alguien que no sea yo, pero él no es manipulable, él es la única persona que no me pondría por encima de todo, por encima de su padre, pero Alex sí. Alex lo haría, haría todo por un polvo conmigo.
Lo he pensado muchas veces, lo he pensado viéndome al espejo, desnuda sobre la cama con el hombre de mi vida a mi lado, en la ducha. Incluso lo pienso cuando estoy teniendo una conversación con alguien; quiero todo esto, quiero que sea mí, quiero sentir el dinero y el poder cada vez más cerca de mi sistema, porque, aunque siempre he tenido dinero y todo lo que quiero, se siente mejor cuando es prohibido, carajo, todo se siente mejor cuando es prohibido.