24. Polaroid.

1086 Words
Estamos todos reunidos en el comedor justo como el día en que llegué. Tal parece que cada que llega alguien nuevo a la casa, es una tradición reunirnos en el dichoso comedor. Betany está junto a su hermano charlando alegremente. Me da mucha curiosidad verlo tan feliz. Es decir, por qué no puede ser tan feliz con todos. Siempre tiene su rostro neutro y el maldito sarcasmo en la punta de la lengua. Es un idiota. —Entonces, Betany, ¿por cuánto tiempo te vas a quedar aquí? —me río ante la pregunta de Regina. Es evidente que se siente amenazada por ella. Yo en cambio, aun no sé por qué, no me siento amenazada por nadie. Tal vez lo estuve por Regina, pero eso se disipó en cuestión de segundos. —Es por poco tiempo, mientras consigo algo estable en Miami. —Es genial —le contesta—, ya sabes, que te quedes poco tiempo. —¡Regina! —la voz de David es de enojo en cuanto la reprende. —Déjala David, todos en esta mesa saben que es una puta corriente. —¡No me llames así! —le grita Regina a Alex. —No voy a permitir que trates mal a mi chica, aunque ella haya dado el primer golpe —para sorpresa de todos, David la defiende. —No se preocupe David —decido intervenir—, es más corriente e incluso más puta, el hombre que llama así a una mujer —todos me miran en cuanto termino. —¡Vaya! Dos semanas más aquí y serás una completa gánster. Ya hasta hablas como una —yo opto por solo reír. —Te equivocas, no hablo como tú, así que no —a mi lado escucho la risa de Damián. —Si estás utilizando eso como un argumento en contra mía, estás muy jodida. Se te olvida que estás sentada, rodeada de puros gánsteres, comes de uno, vives baja el mismo techo que muchos y como si fuera poco, te cojes a uno de nosotros. Ya no eres niñita buena familia de Miami. De donde vengas me lo paso por el culo. —¡Suficiente! —David golpea la mesa con sus puños—. Cierren la maldita boca, coman y mientras lo hacen escúchenme; mañana habrá un bonito día de asado afuera, le daremos la bienvenida a Betany, a Regina que ha vuelto y por supuesto a Jessica. Es imperativo que todos estén presentes. Hablo contigo Alex, sé que no tienes muchos huevos para enfrentar el concepto de familia, pero es lo que somos, además nuestros socios se van a llevar el cargamento luego de la fiesta, ¿entendieron todos? —Fuerte y claro jefe —contesta Alex mientras se levanta de la mesa y se va. Me doy cuenta de que, aunque todos tienen su dinero, sus cargamentos, sus socios, quien manda es David. Es un hombre fuerte, audaz, inteligente, levantó este maldito impero solo, así que levantarlo de allí será difícil. Aun así, me he dado cuenta de que no es difícil, que este trabajo no es difícil, que sería pan comido para mí, que soy bonita, que sé responder, que no me dejo pisotear y lo más importante, que no quiero ser solo la chica del hijo del jefe, que quiero ser la chica del jefe o en su defecto, ser la jefa. Lamentablemente para que eso suceda, David debe hacerse a un lado. Me estoy maquillando en la habitación de Regina para la fiesta mientras ella también lo hace en el espejo del baño. Me aplico la mascara de pestañas mientras siento cómo ella sale. —Eres muy bonita, tu mamá debe ser preciosa —yo sonrío en cuanto escucho que ella nombra a mi madre. Me lleva a pensar en ella y en… Jennifer. —Lo es —contesto antes de aplicarme el labial. Cuando ya lo he hecho, noto que Regina me mira a través del espejo, pero lo que me lleva a quedar impactada es su maquillaje; es perfecto. —¡Mierda! Te ves hermosa. ¿Quién te enseñó a maquillarte así? —Dolores —contesta con una sonrisa. Ella ve mi cara de confusión y procede—, bueno, sabes que yo era… bueno, ella me conseguía los clientes, a todas nosotras y se esmeró mucho en enseñarme a maquillarme. Yo no sabía, ni siquiera había tenido maquillaje ne mi vida, así que ella me enseñó. —Pues… es fabulosa. —Sí, mira —Regina se aleja y se dirige hacia su cómoda, de donde saca algo y lo trae entre sus manos—, es ella. Me enseña una fotografía, una polaroid, donde sale ella y una mujer muy hermosa, ambas sonrientes. —Es hermosa. —Es un ángel, Jess, es mi ángel. Doblo la foto y veo que en la parte de atrás hay una dirección. Ella me arrebata la foto dejándome perpleja. —¡No! Lo siento… es que… es privado, es su casa. —No te preocupes —me apresuro a decir—, no la vi siquiera. Amo las polaroids —decido cambiar de tema—, son tan vintage, pero tan sofisticadas a la vez. —Tengo una. —¿Una cámara? Yo no tuve tiempo de traer lo que me gusta. —Sí —contesta—, tengo varias de hecho, puedo darte una, está prácticamente nueva, con su rollo y todo. —¿Lo harías en serio? Bueno, puedo pedírsela a Damián, pero… —No —me interrumpe—, quiero que sea un regalo, mi regalo. Nunca había tenido una amiga en serio. De la que me preguntara por maquillaje y que me dijera sus gustos. Que me hiciera sentir mejor y que se drogara conmigo —ambas reímos por lo último. —¡Que linda eres Regina! En serio aprecio que estés aquí. Sabía que seria duro, pero me lo has hecho más fácil —ella sonríe. —Lo sé y lamento no haberte dicho nada cuando me fui… —me acerco a ella negando con la cabeza y la abrazo. —No te preocupes, ya estás aquí —le susurro. Ella se separa de mí y corre hacia su armario. Mueve algunas cajas y me trae una; la cámara. —Aquí tienes, disfrútala. —Gracias —la recibo—, ¿lista para ser las perras más lindas del maldito asado? —ella se levanta la falda hasta dejar ver su ropa interior. —¡Claro que sí!
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