Moda...Algo que debías saber de Daniel Sanders es que era todo un astro en este sentido, podías decir moda y automáticamente lo relacionabas con él.
Uno de los solteros más codiciados, y aún más cuando dicho personaje se había declarado bisexual, así es señores, tanto hombres como mujeres buscaban la manera de enamorarlo.
Daniel era altamente conocido por ser un conquistador de primera, además de ser empresario y nadar literalmente en dinero.
Sus relaciones nunca duraban y se declaraban fracasadas.
A sus veintiséis años había tenido incontables amantes algunos más memorables que otros pero ninguno que haya logrado que el Magnífico Sanders se enamorara.
Actualmente se había mudado a la zona más concurrida de Brooklyn, gozando de un departamento bastante grande.
Al ser aún un niño, perdió a su madre y su padre Aaron se despreocupo de él, fueron cinco años en los que lo ignoró, hasta que conoció a Adele una mujer noble.
El único problema era que Adele era estéril, ante esto Daniel trató de consolarla y así nació una relación muy linda y pronto Daniel la quiso como una madre.
Su padre se volvió más cariñoso y atento, a los dieciocho Daniel decidió crear su propia empresa, la cual era sobre diseño de ropa, Daniel Sanders era un diseñador excepcional y lo demostraba a la hora de vestir, sus gustos en moda eran egocéntricos pero se las ingeniaba para que le lucieran bien, y gracias a eso se le denominaba un hombre apuesto.
Aparte de sus padres, contaba con sus mejores amigos: Derek, Blake, Raphael y John.
Derek y Blake eran esposos ya desde hacía un año y Raphael con John formaban una linda pareja.
—Daniel, ¿qué clase de cosa es esta? —Su querido amigo Derek veía una maleta con una sustancia brillante en él.
—Es mi amada purpurina, amigo gruñón.
—Pareces una chica, no sé cómo me hice tu amigo.
—Pues cualquiera que fuera esa razón agradezco que lo seas.
—Ya deja de hablar así, me darán ganas de vomitar.
Daniel se estaba mudando y sus amigos Derek y Blake lo ayudaban a instalarse, Raphael y John no habían podido ir porque necesitaban resolver asuntos en Alemania que era dónde Daniel vivía antes de llegar a Brooklyn.
Agradecía que su departamento fuera grande, en especial para albergar su ropa que no era poca.
A Daniel le encantaba destacar, su hermoso cuerpo ejercitado atraía a cualquiera, su acanelada piel y sus ojos...peculiares ojos verdes con matices dorados y pupilas casi verticales que daban la impresión de ser los ojos de un gato.
—Ya acabé y si no te importa me iré a mi casa con mi esposa a la que dejé por tu culpa- anunció Derek.
—Está bien, adiós.
Una vez Derek se hubo ido, Daniel fue en busca de Boris, su gato.
Su mascota y él eran los únicos habitantes de ese colosal departamento.
— ¡Ven, Boris! –el minino llegó y se abalanzó sobre el regazo de su dueño para ser mimado.
Daniel amaba a ese gato, su presencia era demasiado grata para el de ojos gatunos.
En ese instante mientras acariciaba a su gato, un nudo se le formó en el pecho.
Daniel sabía que a pesar de tener tanta fama algo le faltaba, precisamente alguien que le hiciera compañía, una pareja... Alguien que lo hiciera temblar al verlo, que al escuchar su voz se olvidará de su nombre, y al fin poder tener alguien a quien amar y que lo amase.
Pero tenía miedo, le habían roto el corazón demasiadas veces y no estaba seguro de soportar un rechazo más, prueba de eso eran dos de sus "amores" los que lo marcaron de por vida y no de la buena forma.
Adrián, un peruano sumamente atractivo, lo había amado pero...Le exigía demasiado, además de que era sumamente celoso y no permitía que Daniel hablase con cualquier persona.
Al final le dio fin a esa relación enfermiza, y después...llegó Cecily una despampanante rubia pero igualmente hipócrita, él llegó a amarla pero ella no, descaradamente le echó en cara que no lo amaba y que solo lo buscó por su dinero.
Aun así no desistiría de buscar a su alma gemela.
Sin poder evitarlo se durmió con la esperanza de encontrar el amor.....Sin saber que pronto lo encontraría.