Después de haberse desahogado con Blake y haberle contado lo que ahora iba a hacer Daniel se levantó dispuesto a darse una larga y relajante ducha para despejar su mente y su cuerpo que se sentía entumecido.
Le llevó aproximadamente media hora bañarse, salió y con toda la decisión del mundo cogió varias maletas en donde comenzó a acomodar sus prendas, hay que mencionar que se tardó media vida en eso ya que sin darse cuenta habían transcurrido más de cinco horas en aquello.
—Listo —con pasos rápidos y seguros procedió a asegurar su hogar y con una fuerza de voluntad absoluta caminó hacia la puerta y estando allí volteó una vez más para tratar de cerrar y apagar esos amargos momentos que vivió por culpa de aquel chico de ojos cual zafiros que ni valía la pena mencionar el nombre.
Quiso en esos instantes ir y buscarlo, preguntarle por qué lo había hecho, quizá obtendría una respuesta válida y lo perdonaría para no desfallecer en la agonía de la ignorancia, seguir con la relación que murió, no obstante podía resurgir como un ave fénix de las cenizas... Sin embargo eso no podía ser ya, la decepción y la rabia de la traición seguían latentes cual heridas sangrantes sin cura.
—Adiós Brooklyn, hogar de mi más grande amor y de mi más dolorosa pérdida —cerró la puerta prometiéndose a sí mismo no volver en mucho tiempo.
*****
"El vuelo 367 con destino a Berlín, Alemania, aterrizará en cinco minutos; se les solicita a los pasajeros abrocharse el cinturón para el descenso".
El chico de ojos esmeralda se abrochó el cinturón viendo a través de la ventana, pudo distinguir el aeropuerto y las calles de Alemania extendiéndose ante sus ojos, le resultaban tan familiares y es que no hacía mucho había decidido partir.
Pasó alrededor de una hora en la cual tuvo que esperar su equipaje y llamar a un taxi para que lo condujera a casa.
El vehículo amarillo se estacionó frente a una construcción de dos plantas, pintada de un delicado color mandarina y de columnas imponentes, con puertas de madera tallada y ventanas de cristal muy transparente asemejándose al hielo.
Cuanto había extrañado esa casa, el hogar en donde creció y portador de innumerables recuerdos tanto buenos como malos.
— ¿Daniel? —la voz de aquella mujer tan buena y amorosa lo hizo estremecer, hablaba con ella una vez por semana pero la distancia crea nostalgia y escucharla tan cerca de él hizo que quisiera ir y abrazarla, por el sonido de su voz Daniel pudo adivinar qué se encontraba a punto de bajar por las escaleras y se aproximó hacia ese lugar en donde la vio… Tan linda y elegante como siempre.
—¡Mamá! —el rostro de la mujer se disparó en sorpresa y alegría al ver de nuevo a la luz de sus ojos que, aunque no fuera su hijo lo quería como uno no escatimado el tipo de sangre sino apreciando el afecto maternal y conexión personal que con el tiempo logró formar con el muchacho de piel morena.
El ojiverde se aproximó a las escaleras y las subió rápidamente para fundirse en un abrazo lleno de amor y confort, escondiendo su rostro en el hombro de la mujer que lo abrazaba como si el mundo se fuera a acabar en cualquier momento.
—Mi Daniel, como te he extrañado, pero... ¿por qué has venido? , no es que me moleste tu presencia, de hecho ya quería verte, sin embargo me resulta extraño el tenerte aquí y más aún que no me avisaste.
Daniel no quería decirle el motivo de su llegada, resultaba sumamente horrible pensar en la razón por la cual decidió refugiarse en su propia casa, no quería relatarle la traición de él.
—No es nada mamá, simplemente los extrañaba mucho a ti y a papá —una excusa falsa pero válida.
—Oh no Daniel, podré no ser tu verdadera madre pero te conozco lo suficiente como para saber que has venido por un problema de amores, ¿o me equivoco? — ¿qué clase de mujer era Adele? solo alguien que pudiera conocerlo bien se habría dado cuenta de que la respuesta que ofreció era totalmente falsa.
—No te equivocas, no quiero hablar de eso, regresé porque necesitaba olvidar y entre menos piense en él mucho mejor para mí —se despegó de aquel fraterno abrazo viendo a su madre quien sonrió lascivamente dando a entender que el asunto iba para largo cosa que a Daniel indignó ya que no quería hablar de eso por ningún motivo.
—Las personas son falsas y traicioneras, no sé cómo es que a pesar de saber eso todavía tengo el descaro de ilusionarme y enamorarme sabiendo que al final de cuentas saldré lastimado y sufriré por ello.
Juntos se encaminaron a la sala de estar, se sentaron y Adele le tomó la mano para reconfortarlo.
—Eso no es cierto hijo, cuando yo aún no conocía a tu padre vivía en Nueva York, tuve muchos amigos y en especial cuatro, todos éramos muy unidos, vivimos y fuimos amigos desde niños cosa que al crecer no cambio y gracias a esa unión logré ser feliz, estando allí me nombraron madrina de sus hijos, la sensación más gratificante ya que ellos sabían que yo no podía tener hijos y tener ahijados era una manera muy linda de brindarme una familia. Los vi crecer y darme amor fraternal, supe entonces que esos niños cuando crecieran iban a ser excelentes personas, con sentimientos puros y sin malicia, a pesar de ser pequeños sabían que en la vida las personas deben ser valientes y leales...cosa que les enseñamos sus seres más allegados, después de eso yo me mude aquí y conocí a Aaron, me enamoré de él y te conocí a ti, claro que he mantenido contacto con mis amigos y ahijados, incluso cuando dos de mis amigos murieron trágicamente supe que ya no sería igual sin embargo siempre estuve allí para ellos y ellos para mí, solo puedo decirte que tú y mis ahijados son los hijos que nunca tuve y me siento orgullosa de ustedes, contigo más que con ellos porque has sido un hijo ejemplar y afectuoso que comprende que todos tenemos defectos pero que hay que ver las virtudes y las cosas buenas en cada persona, tú Daniel eres lo mejor que me pudo pasar en la vida y no deseo nada más que tú cariño y tu amor.
Las palabras de Adele calaron hondo en Daniel, lo que le dijo tenía mucho de cierto pero aun así no quería hablar de él, mas tenía curiosidad, por saber sobre la vida anterior de su madre, además que sería una excelente forma de cambiar de conversación.
—Daniel, si tuviste una decepción amorosa me encantaría que lo compartieras conmigo porque más que tu madre soy tu amiga y estoy aquí para escucharte.
—Mi... Mi pareja me engañó —dijo sintiendo un nudo en la garganta.
— ¿Y estás seguro de eso?
—Por supuesto...Tengo fotos —diciendo eso le extendió su móvil en donde las fotos de aquel engaño aún seguían ahí, su madre analizó las fotos y su ceño se frunció aún más.
— ¿Estás seguro de que es él?
—Si
— ¿Hablaste con él? —preguntó más interesada.
—Si... bueno algo así, cuando le encare sólo lo eché de mi casa.
Adele negó con la cabeza y le entregó de nuevo el teléfono.
—No lo dejaste hablar — aseguró.
— ¡No quería escucharlo! —reclamó Daniel.
—Pero hiciste mal, todo pudo haber sido un malentendido y tú pudiste haber cometido un gran error, pero no te juzgo porque sé que sufres por ello.
Agradeció internamente la comprensión de su mamá, para cambiar de tema quiso saber más acerca de la vida de su madre.
—Así que... ¿tienes ahijados?
—Así es y hablo con ellos de vez en cuando.
— ¿Y cómo se llaman?
—Aaah... pues en realidad son cuatro, tres hombres y una mujer, la chica y dos chicos o mejor dicho un chico y un niño son pelinegros mientras que el otro es rubio, los padres del rubio murieron en un incendio, además cabe decir que los cuatro desprenden belleza pura, uno de ellos es gay por cierto, sus nombres son Be...
— ¿Adele? —la mujer fue interrumpida por su esposo quien acababa de llegar, Daniel saltó y fue a abrazar a su padre.
— ¡Hijo! —exclamó el hombre.
— ¡Papá que gusto verte!
—Hola cariño —saludó Adele a su esposo.
—Qué agradable sorpresa verte.
—Sí, es que los extrañaba —El ojiverde vio a su madre quien le lanzó una mirada que le anunciaba que seguirían hablando después.