— Gyul — Al escuchar aquella voz, levanté la vista de la revista que había estado leyendo, con una pronunciación deficiente y sin comprender su contenido. Al verlo acercarse, vestido con bermudas y una camiseta ajustada que resaltaba su pecho tonificado y sus hombros bien definidos, mi respiración se detuvo y sentí que mis piernas flaqueaban con cada paso que daba hacia mí. Se detuvo tan cerca que, de manera inconsciente, contuve la respiración.
— Pensé que no te encontraría — dijo, tomando mis manos entre las suyas mientras me quitaba la revista de los dedos y me miraba con una expresión de súplica. — No sabes cuánto he trabajado estos días, Nala, y el pesar que he sentido por no haber podido cumplir mi promesa. Dios, eres aún más hermosa de lo que recuerdo — continuó, y aunque no comprendía del todo sus palabras, me sentí atraída por su cercanía y el delicioso aroma que emanaba.
No sé cómo logré encontrar mi voz, pero le hice entender que no comprendía nada de lo que decía. Sin embargo, era evidente que estaba entusiasmado por verme y que sus palabras eran sinceras; deseaba verme tanto como yo a él.
— No entiendo — respondí, mordiéndome los labios con vergüenza, mientras su risa contagiosa me hacía reír también.
Lo siento, escribió en su teléfono. Estaba tan preocupado por la idea de que te fueras y que nunca te volviera a ver, créeme, o más bien, que no quisieras hablar conmigo porque no había podido satisfacerte. Pero aquí estoy, y lo mejor es que he traído el teléfono.
Tomé el teléfono entre mis manos con gratitud, apreciando este gesto que, sin que él lo supiera, tenía tanto valor para mí. No estaba obligado a hacerlo, pero aun así se tomó la molestia de proporcionarme un teléfono, mucho mejor que el que tenía antes, el que mi padre me había comprado y que Hakin me había quitado.
Abrumada por la emoción, me lancé hacia él besándolo con fuerza mientras le repetía gracias en francés. En mi alegría, no me di cuenta de que había invadido su espacio personal hasta que sentí sus brazos alrededor de mi cintura y su aliento en mi cuello. Ante esto, sin separarme completamente de su abrazo, lo miré directamente a los ojos.
Nuestras labios estaban tan cerca uno del otro que no sé en qué momento o quién dio el primer paso para probar al otro, pero qué beso intenso y sabroso. No era mi primer beso, pero la pasión que emanaba de nuestros labios y la ardor de cada mordisco y caricia me hacían estremecer. Sus manos agarrando mis caderas con fuerza, tan indecente que ni siquiera me preocupaba de estar en público.
La verdad es que estar en ese país sola me hizo hacer cosas que nunca hubiera imaginado en mi vida. Y ahí estábamos, dejándonos llevar por la pasión y el deseo; no sé cómo llegamos a mi habitación, pero ahí estábamos, tirados en la cama, devorándonos sin parar.
Sus manos se metían bajo mi vestido, acariciando mis piernas, un escándalo en cada segundo, hasta que finalmente llegó a esa parte que tanto quería sentir. Mis gemidos eran fuertes, dejándole claro lo bien que sus dedos jugaban con mi cuerpo y cómo uno de ellos se aventuraba hacia mi intimidad. Todo se sentía increíble; sabía que esta experiencia dejaría una huella en mí y que sería imposible de superar.
Sin darme cuenta, comparé los toques de Hakin con los de Roger, y, maldita sea, Roger estaba en otro nivel. Nunca había llegado al clímax solo con los dedos, pero ahí estaba, gimiendo y deseando sentirlo dentro de mí, aunque no tenía el valor de decírselo. Además, no sabía cómo pedirle que me hiciera suya.
Al final, mi vestido terminó tirado en algún rincón de la habitación y él me miraba con tanto deseo, como un cazador listo para atrapar a su presa. Y así fue; él, con movimientos lentos, se posicionó entre mis piernas y, sin querer, me dejó sin palabras. ¿Qué iba a hacer? Hakin nunca se había comportado así y mucho menos había explorado esa parte de mí.
Después de dar su primera lamida, mi boca se abrió de par en par y deseé morirme por esa delicia. Me sentía en las nubes y el cosquilleo entre mis piernas iba en aumento, hasta que tuve que mover las caderas para liberar esa presión que me invadía. —¡Dios mío! — eso había sido increíblemente bueno. Quería más, más de sus dedos, de sus labios y de su lengua; no podía tener suficiente de él y, en ese momento, se había convertido en mi peor adicción.
No había vuelta atrás, no, aquí me quedaba y nadie iba a cambiar mi opinión. No, no cuando sus ojos se encontraron con los míos mientras se quitaba la ropa interior y de inmediato me mordía los labios. Su parte no era tan grande como la de Hakin ni más gruesa, no, su anatomía era diferente: más pequeña y con una forma peculiar, lo pensé mientras lo comparaba de nuevo, pero aún así me emocionaba probarlo porque si así lo hacía con la boca, no podía esperar a que me lo hiciera de otra manera, y tenía razón.
Sus movimientos de caderas eran tan precisos y elegantes mientras sus dedos jugaban con ese botón, haciéndome llegar al clímax una y otra vez. No se cansaba; me había tenido en esa habitación más de cinco veces, cada vez mejor que la anterior, con posiciones que nunca imaginé que existieran, porque Hakin solo usaba una, y era yo en cuatro patas. ¿Quién iba a creer que ese hombre, insaciable, me haría descubrir un mundo totalmente nuevo en solo unas horas? Yo nunca lo habría pensado.