Me encontraba en la cocina lavando los utensilios sucios, mientras los tres se hallaban sentados en los muebles, disfrutando del manjar que había preparado previamente, del cual no tuve la oportunidad de degustar. Sumida en mis pensamientos, una conversación captó mi atención.
—Por cierto, madre, hoy se vendió absolutamente todo y las ganancias superan nuestras expectativas —escuché decir, y por su tono de voz comprendí que estaba alardeando ante Saachi, mostrando que sus negocios le reportan considerables beneficios.
—Son excelentes noticias para el día de hoy; me complace que todo esté saliendo bien desde temprano. Sabes, Saachi, Roger se levanta cada día temprano para proveer a nuestra familia; trabaja arduamente, día tras día, manejando cargas pesadas, sudando y, en ocasiones, incluso hambriento. Por ello, todos nuestros compradores lo respetan y reconocen el valor de un hombre de principios.
No pude evitar fruncir los labios y rodar los ojos; él casi no hacía nada. Sin duda, yo era quien empacaba todo y lo colocaba en la parte trasera de la camioneta. Era yo quien se levantaba desde temprano, organizando todo con el sudor de mi frente, con hambre y esforzándome al máximo para completar mis tareas. Sin embargo, para ellos, yo nunca hacía lo suficiente, y si lo hacía, siempre había un "pero". No podía negar que eso me generaba frustración, frustración por no ser vista y valorada como merecía.
—Bueno, permíteme colocar este paquete de dinero en nuestros ahorros, junto con los demás paquetes que hemos acumulado —lo escuché bostezar mientras lo decía con un tono egocéntrico, y no sé por qué, su voz me causaba tanta molestia.
—Sí, ve y colócalo donde corresponde; ya sabes dónde está, y recuerda que tienes muchas cosas que hacer hoy —la voz de Angela sonaba entusiasta mientras hablaba.
Al escuchar los pasos de Roger, centré mi atención en lavar los utensilios sucios, como si no hubiera estado escuchando la conversación. Los pasos se alejaron, seguidos del sonido de una puerta cerrándose. Sin darle mayor importancia, volví a concentrarme en terminar lo que estaba haciendo, pero el llamado de Angela me lo impidió.
—Sí, señora Angela —caminé hacia ella, aún con las manos húmedas y llenas de espuma.
— ¿Qué haces que aún no terminas de limpiar unos simples platos? —Me quedé en silencio ante su pregunta, sin saber qué responder, ya que me había distraído escuchando sus conversaciones, lo que me había retrasado.
》 Lo que observo es que estás perdiendo el tiempo en un simple fregado. Te pio que lo termines rápidamente, porque deseo que me limpies los pies y las manos, al igual que a Saachi.
Sin duda, mi rostro reflejaba mi desconcierto ante su solicitud; nunca antes me había hecho tal petición, ni había solicitado algo que implicara estar tan cerca de su espacio personal, y mucho menos tocarla. Esta situación era nueva para mí y no sabía cómo reaccionar.
— Niña, ¿qué haces ahí parada? Ve y concluye tus pendientes, y deja de perder el tiempo.
Mis pies se movieron de manera automática, pero pude escuchar parte de lo que Saachi decía: — Tengo muchísimos utensilios de manicura y pedicura en casa, iré a buscarlos de inmediato. ¡Qué emoción! Hace mucho que no me limpio los pies, y más hoy que lo necesito...
No sabía qué pensar; sin duda, la idea no había surgido de Angela, pero ella la utilizó para asignarme más tareas. Cuando terminé de fregar y limpiar el piso de la cocina, Saachi ya había llegado con un montón de utensilios para una simple pedicura, y sus pies ya estaban sumergidos en el agua.
— No sé exactamente cómo utilizar estos utensilios —dijo con sinceridad y un cierto nerviosismo por no hacer las cosas correctamente.
— Oh, no te preocupes, yo te indicaré cómo hacerlo, paso a paso, ¿recuerdas? —expresó Saachi con una sonrisa amistosa, como si comprendiera mis inquietudes.
— Bueno, espero que no me cortes, porque si lo haces, pasarás una semana sin... Jummm.
Entendí lo que quería decir, aunque no había completado la oración, deduje que no lo había hecho por la presencia de Saachi; quizás no quería mostrarse cruel frente a ella y arruinar su reputación al mismo tiempo.
Angela fue la última en ser atendida; aunque al principio se mostró arisca y desconfiada, finalmente se relajó considerablemente, hasta el punto de sonreír por el resultado.
Sintiéndome en un estado de confianza, me atreví a sumergir mis pies en el agua con la intención de limpiarlos, dado que ya había finalizado con los de ellas.
—¿Qué haces? ¿No estás pensando en limpiarte los pies también? —su voz y su expresión facial cambiaron en cuestión de segundos; su reacción de desagrado hacia mí resurgió, provocada por mis pensamientos intrusivos que sugerían que podía también limpiar mis pies.
—Yo… yo pensé que podría limpiarme los pies también —respondí en un hilo de voz, sintiendo un impulso de llorar por la vergüenza.
—No, no, retira tus pies del agua; no vas a utilizar ninguno de los utensilios de Saachi, ya que Dios sabe qué hongos o enfermedades podrías transmitirle a los utensilios solo por usarlos. Es inaceptable —dijo, señalándome mientras su voz se tornaba más fuerte y severa.
—Bueno, realmente podría haber un riesgo de hongos en las uñas por compartir los mismos utensilios, pero… podría desinfectarlos con alcohol después de que ella los use, mami Angela, o simplemente podría regalárselos y luego comprar nuevos para nosotras. ¿Qué opinas, mami Angela?
—No, ¿cómo piensas deshacerte de tus pertenencias solo porque ella se ha atrevido a ser intrusa y a tomar libertades sin preguntar primero? No, me niego; no vas a gastar dinero en cosas nuevas mientras puedes conservar todo esto. Ella no lo va a usar y punto. Ahora, saca tus pies sucios del agua y limpia este desastre.
Más que sentirme avergonzada por mi atrevimiento, experimenté una profunda pena por mí misma; me sentí torpe por no haber pensado más allá y por haber dado cabida a mis pensamientos intrusivos, lo que me llevó a sentirme agraviada y humillada por algo tan simple y trivial.
Sin pensarlo dos veces, retiré mis pies del agua y los coloqué en mis sandalias aún húmedas. Sin atreverme a mirarlas o a decir algo más, coloqué todos los utensilios en su lugar correspondiente y decidí limpiar el piso, dejando todo ordenado y limpio, como supuse que Angela lo deseaba. Sin detenerme a preguntar qué más podría hacer, salí de la casa en busca de realizar mis otras tareas pendientes, con un nudo en la garganta y mis ojos ardiendo por las ganas de llorar.