Capítulo 13. Vil traición.

3945 Words
Estoy tan furioso que sólo quiero gritar, y sé que sin querer miré feo a mi mamá, pero antes que ella me diga algo, me meto a la habitación me desnudo y me meto a la ducha, en la soledad sigo llorando, corre el agua y aunque está fría, no siento el escalofrío que normalmente me produciría pero solo puedo pensar en la ira que me han dado las últimas situaciones, no lo he había pensado pero la situación con los muchachos del barrio que ahora se dedican a robar y mantener el barrio inseguro es otro tema que me hiere, y no físicamente sino en el ego, se han burlado de mi toda la vida, y ahora que estamos fuera del colegio siguen sin parar sus abusos, tengo que aprovechar que la reunión de vecinos es hoy en la tarde, y comentaré que sé quiénes son y donde viven, también que no los he denunciado antes por respeto a sus padres, pero que si no hacemos algo volveremos a tener un traficante de drogas en el barrio como hace unos años. Golpeo con un puño la baldosa de la ducha, cierro la llave y sacudo mi cabeza, me paro frente al espejo y veo mi cara de un muchacho flaco si, pero con la fuerza para enfrentarse al mundo, me pongo la toalla en la cintura y salgo a la habitación, busco mi reloj y veo la hora, entonces veo que van a ser las once de la mañana, siguen cayendo cantaros de agua afuera, me busco algo de ropa y veo que mi mamá entra en la habitación, con una cara de preocupación me cuestiona: -        Mijo, ¿Qué le pasa? -        Nada mamá – mi tono suena a un deje de ánimo y casi hasta grosero – -        Si le sucede algo mijo, yo lo conozco, cuénteme que tiene, ¿Es por lo de su amigo? -        No mamá, no es lo de mi amigo. -        Entonces si le pasa algo. -        Sí, me pasa todo mamá, me pasa que estoy cansado de ser siempre el que no cogen en serio, el que nadie quiere, el que tiene que vivir pobre, el que tiene que aguantarse todo de todos, me pasa que la vida es injusta con los que hacemos las cosas bien, en cambio con otros parece que todo se los da. -        Mijo, de nuevo con eso. -        Si mamá, ya me cansé de creer en un Dios que nunca me escucha, nunca me responde, y a pesar de todo lo que hago para que él me quiera, cada vez me da más duro. -        Mijo, dicen que Dios le da las batallas más duras a sus mejores guerreros. -        Pues no soy un soldado mamá, no soy un guerrero, no quiero serlo, y no creo que un Dios que dicen que es bueno, me trate así, dígame yo que he hecho, ni si quiera tengo derecho a un papá. – Mi voz sale con tanta rabia y tristeza que cuando me escucho los ojos se me llenan de lágrimas – -        Mijo, no se ponga así, lamento mucho no haberle dado un padre y que la vida que nos ha tocado haya sido tan dura, pero le puedo prometer que si mantiene la fe, las cosas van a cambiar. -        No lo sé mamá – Me pongo una camiseta y me siento en la cama, mi mamá quiere acercarse pero levanto una mano pidiéndole que se detenga, mi madre comprende y se sienta en su cama – Tengo que salir en un rato. -        ¿A dónde va? -        Voy a almorzar con Camila -        ¿De verdad mijo?, eso son buenas noticias, ¿Cierto? -        Si mamá son buenas noticias -        Entonces no todo es malo en su vida, mire que una buena mujer lo está queriendo. -        Mamá por favor, déjeme solo un momento, quiero vestirme. -        De acuerdo mijo. Ella se levanta y sale de la habitación, entonces me quito la toalla y me pongo unos calzoncillos bóxer, busco una camisa que esté medianamente buena, y un jean, me pongo las medias y los tenis, entonces miro por la ventana del cuarto que da al interior del edificio, de hecho, mis dos únicas ventanas dan al interior del edificio, el apartamento queda en una esquina pero al interior del edificio, la ventana de la cocina da contra las de la cocina del otro apartamento, si se mira hacia abajo se puede ver la entrada al pasillo que lleva a los lavaderos comunales, la de mi habitación da a la ventana de la habitación del otro apartamento y mirando hacia abajo se ven los lavaderos desde un lado. Vivimos en un tercer piso, debido al clima actual parece que los vecinos del cuarto piso hubieran puesto dos cortinas de agua por lado y lado, voy a la sala donde me encuentro con mi madre hecha un mar de lágrimas, entonces comprendo que mis palabras la hirieron más de lo que pretendía, me acerco a abrazarla y me acepta, entonces le digo en un susurro: -        Perdón mamá, no quería decir lo que dije, es solo que ya me han pasado tantas cosas en los últimos días, que no sé ya realmente que me ocurre. Mi madre sigue llorando un rato más, entonces me separo de ella, voy a la cocina que queda al lado de la sala nuestra y le sirvo un vaso de agua, se lo pongo enfrente de ella y le digo: -        Tome mamá, no quise decir tantas bobadas. -        No mijo, no son bobadas, tiene razón, la vida nos ha tratado muy duro, y que más quisiera yo que usted tuviera un padre; ahora que lo pienso, quizás si tenga uno, yo aún recuerdo el nombre del que sería su padre, sin embargo no sé si vale la pena decírselo, no sé siquiera si sigue vivo, y por otro lado, no quiso saber de usted cuando se enteró que yo había quedado embarazada, no sé si valdría la pena ni siquiera saber su nombre. -        No mamá, no me interesa, usted tranquila, no era mi intención. -        ¿Está seguro mijo?, porque lo que dijo ahorita creo que le salió del corazón. -        No sé mamá por qué dije eso, supongo que hoy ya solo quería llorar. -        Está bien mijo, pero es bueno que llore, al menos acá en su casa, recuerde que a un hombree no lo deben… -        Ver llorar, si mamá lo sé. -        Si, correcto, porque yo soy su mamá y lo conozco, lo he visto crecer y está bien, siempre será mi pequeño aunque hoy sea más alto que yo, pero afuera de estas cuatro paredes, eso es signo de debilidad. -        Lo sé mamá, lo sé. Miro mi reloj de nuevo, son las once y media del día, miro por la ventana y veo que el aguacero está cediendo, entonces miro a mi mamá que se está tomando el vaso de agua que le serví y entonces le digo: -        Lamento si la ofendí con todo lo que dije. -        No mijo, no me ofendió lo que dijo, bueno una cosa si, y es que no quiera ser un hombre de Dios. -        Yo no dije eso mamá, pero en parte usted sabe que nunca dejaré de creer en él, es solo que me siento muy cansado y abandonado, no por usted claro – Me adelanto cuando ella levanta la cabeza y abre la boca para decirme algo – sino de parte de lo divino, siento que nuestras oraciones no son escuchadas. -        ¿Me creería mijo que sí son escuchadas? -        ¿A qué se refiere mamá? -        A que todos los días cuando dormimos le pedimos a Dios que nos dé un alimento, y techo, que estemos lejos del mal y que nos tenga siempre cuidados por sus ángeles, y si lo mira bien, tenemos que comer, donde dormir, y a pesar de las cosas que nos suceden, estamos bien, sino usted no estaría estudiando, no iría a salir hoy con Camila, ni siquiera hubiera salido bien librado de la pelea del otro día con esos muchachos mañosos. -        Tiene razón, ya sé. – Extiendo las manos y pongo las manos hacia arriba, entonces digo unas palabras – Dios perdón por lo que dije, seré lo que tu quieres que sea, y si me equivoco házmelo saber, pero suavecito por favor – abro los ojos y veo que mi mamá sonríe - -        Mijo no se burle de eso, porque él todo lo ve, y quizás si vuelve a renegar, el precio quizás le duela más. -        No sé mamá, no es que me burle, pero si es tan bueno, no debería castigarme sino premiarme, quizás dándome una mejor vida. -        Mejor siga con fe, y mientras tanto piense en que vida es la que usted cree que se merece, y pídasela con fe a él. -        De acuerdo – Vuelvo a cerrar los ojos, esta vez apretando los ojos y apoyado de brazos cruzados sobre la mesa, entonces le digo- Quiero tener mucho dinero, que usted y yo podamos vivir en una buena casa, en un buen sector y poder llevarla de paseo a la playa, quiero conocer el mar y casarme con una buena muchacha. -        Je je, eso está mejor mijo, ahora váyase que se le hace tarde. Miro por la ventana, la lluvia ha pasado, ya solo se escuchan las canaletas de desagüe arrojando el agua a las cañerías, las paredes del edificio están mojadas y el día comienza a aclarar un poco, hace un momento estaba tan oscuro que teníamos prendida la lámpara colgante con campana roja que tenemos encima de la mesa, de niño me gustaba jugar con mi mamá a que éramos detectives y yo movía la lámpara de un lado a otro mientras le preguntaba donde había escondido mi tortuga ninja.  Me despido de mi madre quien también se prepara para salir a hacer su venta, pero antes llama a la señora Flor para confirmar, entonces cuando voy cruzando la puerta le pregunto si ella almuerza por fuera o si le llevo algo de vuelta, ella me responde que no me preocupe, que la señora Flor la ha invitado a almorzar y después salen a trabajar, entonces me despido de ella y salgo con un poco de afán pero sin correr, camino rápido entre las calles del barrio, un frio viento hace que me suba el cuello de la chaqueta de dril azul que me he puesto, me guardo las manos en los bolsillos y esquivo charco tras charco, cerca de la casa de Camila me detengo y la veo salir con sus hermanos de la casa, van abrigados totalmente debido al frio, me acerco y la quiero saludar, pero ella me gana, y con una sonrisa en los ojos me dice: -        Hola, ¿Qué haces aquí? -        Hola, tú me invitaste, ¿Recuerdas?- Me mira con un poco de sorpresa e incredulidad – -        Sí, pero tú no me respondiste. -        No pude escribirte una carta, lo intenté de verdad, pero no pude. –Ella comienza a caminar, entonces me acelero en mi hablar – Pero te envié la respuesta con tu papá, ¿No te lo dijo? -        Eeeh no – Ella aprieta los labios – De hecho me dijo que le habías dicho que me alejara de ti, que no querías saber más de …- Respira duro y como con mal genio contenido, se voltea, le dice algo al oído a su mamá, me agarra de la mano y me dice – Vamos. Caminamos en silencio varias cuadras hasta el supermercado donde su papá se ubica para vender lotería, él nos ve llegar a la distancia, entonces saluda a su hija con una sonrisa y a mí me mira entrecerrando los ojos y subiendo la barbilla. -        ¿Cómo le va joven? -        Buenas tardes señor. -        Papá, ¿Por qué me dijiste que Daniel había dicho que no quería saber nada de mí? Don Benito parece incomodo, entonces enfocándose en Camila le dice: -        ¡Ay mijita, era una broma!, yo sabía que usted lo quiere mucho, y él también a usted, yo sabía que no iba a pasar nada malo por gastarle una bromita, ja ja ja. -        Papá por favor, no haga eso, yo le creo a usted, ¿Es cierto que Daniel le dijo que me dijera que sí iba a ir a la casa hoy? -        No mija, él no me dijo eso. -        Si ves Daniel, no le dijiste nada. – Me mira con el ceño fruncido y un poco de picardía - -        Cami, si le dije, le dije que te dijera que sí. -        Si mija, eso sí me dijo, pero es que no le entendí, así que yo le dije lo que creí que usted debía oir. -        No entiendo papá, ¿Por qué cree que yo quería oír que Daniel se quiere alejar de mí? -        Ah mija pues porque la otra noche escuché que usted lloraba y decía “eres un imbécil Dan…” -        Ah sí papá, pero no me refería a eso. – Aprieta los dientes mientras le pone una mano en la boca – -        No entiendo Camila, pero… -        No te preocupes, todo quedó aclarado, pero ahora no tengo almuerzo para ti, con toda esta confusión, íbamos a ir a donde mi tía que nos invitó también esta mañana…- Mira al piso y mueve un pie mientras me habla, intenta arrancar con su bota un poco de pasto que sobresale entre las losas de cemento- Hagamos algo, vamos a donde mi tía, recogemos el almuerzo para mi papá y tú y yo vamos a un restaurante. -        Pues es que no sé si… -        ¡Vamos!, yo te invito. -        Bueno, no me puedo negar a una invitación así. Entonces ella voltea a donde su papá y le dice: -        Papá, por tener parte de la culpa de éste enredo, te toca ayudar a resolverlo. Le tiende una mano con la palma de la mano hacia arriba y le sonríe ampliamente, su padre sube los ojos al cielo, se lleva la mano a su bolsillo, saca su billetera y le entrega un billete de veinte mil pesos a Camila, ella sonríe y le da las gracias, luego le dice en un tono bajo, pero audible aún para mí que estoy como a un metro de ellos: -        ya te traigo tu almuerzo, te amo Le da un beso en la mejilla y me agarra la mano de nuevo, entonces me arrastra con ella por la misma calle por donde veníamos, en el camino le pregunto Camila sobre sus últimos días, ya que no hemos podido hablar y le cuento parte de los míos. Unos minutos más tarde llegamos a la casa de la tía de Camila, cuando ella timbra nos hacen seguir pero ella me hace esperar detrás de la puerta y me dice: -        Te haría seguir, pero esta casa es la de mi tía, y no quiero parecer abusiva. Ella entra hasta el fondo de la casa, la escucho saludar a alguien más, sus hermanos hace rato que están con su mamá allí, los veo correr por la casa, al rato ella regresa con una bolsita de tela donde supongo que trae una vasija portacomidas con el almuerzo de su padre. -        ¿Vamos? -        Si, dale. Abro la puerta y salimos de nuevo al frio de la calle, parece que está intentando calentar, pero la lluvia en las mañanas casi siempre augura un día gris, volvemos al supermercado y le entregamos el paquete a su padre quien agradece y le da un beso en la frente, entonces nos volvemos a ir por otra cuadra y me dejo guiar hasta un restaurante que vende almuerzos económicos. Vamos hablando de varias cosas y en el camino vemos la miscelánea donde mi madre tenía su negocio, entonces Camila me pregunta por el destino del negocio y le explico que se fueron para el parque con un carrito que han comprado entre las dos, ella se sorprende de buena manera y me felicita por las sabias decisiones de mi mamá, entonces mientras cruzamos una calle más, ella ve que la señora Ingrid, la ex socia de mi madre y la señora Flor está hablando con uno de los muchachos del otro día y me lo hace ver también, le digo que no le preste atención, que si fuera algo grave los vecinos que están cerca le ayudarían, entonces seguimos nuestro camino y al llegar buscamos una mesa en el segundo piso, ella se sienta frente a mí y el mesero nos cuenta el menú del día, pedimos dos almuerzos y mientras nos traen el almuerzo le hago una pregunta: -        Oye Camila, con el debido respeto, tengo una duda. -        Dime -        Es algo personal, ¿Está bien? -        Si no hay problema -        Es que veo que en tu casa, ustedes son tres hermanos, tu mamá no trabaja y tu papá vende lotería, digo, yo sé que muchos soñamos con ganarnos la lotería, pero ¿Se gana bien con eso? -        Ja ja ja, Me asustaste, pensé que me preguntarías otra cosa. -        Bueno, es algo personal, ¿No? -        Si, si lo es, pero no tan grave como lo que me imaginé. -        ¿Qué te imaginaste? -        Nada, no te preocupes. -        Dime -        No te voy a decir, te prometo que te diré, pero no ahora. -        De acuerdo, y ¿Puedes decirme?, digo si es posible. -        Si, si puedo decirte. El mesero llega con nuestros platos, luego de servirlos, baja rápido y sube los cubiertos y los jugos, entonces después que se va me responde ella: -        Es que mi papá trabajó con los bomberos y tiene pensión, de eso hemos vivido, no es mucho, pero nos alcanza para vivir, con lo que nos dan del instituto completo y a veces mi mamá hace uno que otro negocio de ventas de cremas y aceites y cosas así, no es fácil pero ayuda, y lo de la lotería no da tanto, de hecho daría muy poco si mi papá solo fuera un revendedor, pero le pagan un fijo y le comisionan por billete completo, o fracción vendida, sin embargo él lo hace más para estar enterado de lo que sucede en el barrio, dice que así él puede seguir cuidándonos y apoyando a la comunidad. -        Suena muy honorable de su parte, ¿No le da miedo que le puedan hacer algo? -        Si por supuesto, pero por eso no se ubica en cualquier parte, sino donde todos lo pueden ver y ayudar en caso de alguna emergencia, hasta ahora hemos contado con la bendición divina, sabes. -        Te entiendo bien, ahora que mencionas eso, mi mamá está mañana me regañó porque con todo lo que me ha sucedido últimamente hoy ya no aguanté y dije cosas feas sobre … -        No te preocupes, es normal, pero debes tratar de mantener la fe, a todos nos pasan cosas feas, pero siempre serán cosas con las que podemos lidiar, te prometo que si mantienes la fe, las cosas van a cambiar. -        Qué curioso, ¿Has hablado con mi mamá? -        No he tenido el gusto de charlar con ella ¿Por qué? -        Porque mi mamá me dijo exactamente lo mismo esta mañana. -        Entonces ponle atención, quizás sea la respuesta del cielo que buscas. – Me mira pícaramente mientras mete un bocado de comida con el tenedor en su boca – Terminamos de almorzar y la invito a caminar, el frio parece haber disminuido, le agradezco el almuerzo y le digo que la quiero invitar a mi casa, ella acepta y nos veremos el próximo sábado, ya que el día siguiente ella quiere estar con su familia, así que quedamos en vernos a la misma hora en mi casa dentro de ocho días, entonces vamos llegando a la casa de su tía donde nos abrazamos y nos despedimos, ella sonríe y me da un beso en la mejilla, luego me dice al oído: -        Gracias por no espantarte con mi loca familia. -        No es tan loca, creo que es normal, tú eres más especial que ellos, pero eso está bien. Sus ojos se llenan de lágrimas, pero sigue sonriendo, me vuelve a abrazar, esta vez colgada de mi cuello y acerca su rostro al mío, parece que me quiere besar, pero solo me repite: -        Gracias, hasta el lunes. -        A ti, gracias. Me suelta y se mete en la casa de su tía, cierra la puerta moviendo los labios mientras susurra: -        Chaoo Siento que tengo calor en el rostro, y el viento frio me relaja un poco, quiero correr de la alegría, me voy a mi casa entre caminando y flotando, quizás mi mamá y Camila tienen razón, quizás es solo cuestión de tener fe. Llego a mi casa y me pongo a trabajar juicioso, sobre las cinco de la tarde mi mamá llega a la casa, no abre la puerta sino que timbra, intrigado me levanto de la mesa y le abro la puerta, viene apoyada en los brazos de la señora Flor, ambas vienen hechas un mar de lágrimas, entonces cuando les pregunto que les sucede, la señora Flor intenta contarme, pero las palabras le salen atragantadas; les sirvo un vaso con agua a cada una, mi mamá se aprieta el pecho y la señora Flor permanece de pie, luego de un rato me dice: -        Nos atacaron Daniel, nos atacaron, nos robaron el producido, nos tiraron la comida al piso, se dañaron todas las cosas, y luego nos dañaron el carrito. -        ¿Qué, Quién?, ¿Cómo así? – No acierto a dar con las palabras precisas, quiero saber que ha sucedido, pero no sé cómo más preguntar- -        No lo sé Danielito, su mamá me dice que son los delincuentes del barrio, pero no lo entiendo, no les habíamos hecho nada malo, solo llegaron pidieron cada uno una arepa con chorizo y luego que se los dimos, y les fuimos a cobrar, le dieron la comida a uno de ellos, entre los otros tres nos insultaron, nos decían brujas, zorras, y ofrecidas, nos empujaron del carrito y volcaron todas las cosas al piso, incluyendo el carrito, luego recogieron la comida que tenía el que no había participado y entonces ese último muerto de la risa cogió un spray de pintura negra e hizo unos dibujos grotescos de pipis por todas partes, nos rompieron la sombrilla y los adhesivos de publicidad, luego se subieron sobre el carrito caído y se pusieron a saltar sobre él hasta que lo doblaron, cuando nos vieron llorando entonces el último se acercó a nosotros y nos dio una amenaza, nos dijo: “este barrio es nuestro y si no nos pagan, no nos cobren, si se meten con nosotros lo pagan”. Entonces se fueron felicitándose los unos a los otros, entonces nosotras volvimos lo mejor que pudimos, su mamá está muy afectada, por lo pronto no podemos seguir el negocio. -        Que desgraciados malditos, yo sé quiénes son, y voy a acabar con ellos ahora mismo. – Digo esto con mucha rabia y cuando voy a salir por la puerta mi mamá me llama- -        Daniel Salgo del apartamento y cuando voy llegando al segundo piso escucho la voz de la señora Flor que me dice: -        Daniel, vuelva por favor, es su mamá, llamemos a una ambulancia.
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