Me despierto enredada en las sábanas de seda, la suave tela acaricia mi piel desnuda. Parpadeo cuando la luz tenue de la mañana se filtra por las cortinas, y la realidad de la noche anterior me golpea con una dulce intensidad. Las imágenes se repiten en mi mente como un carrusel. Las risas, los besos, la pasión desbordante que nos había consumido. Me estiro como un gato perezoso, sintiendo cada músculo de mi cuerpo vibrar con una deliciosa pesadez, y una sonrisa satisfecha tiró de mis labios. Había venido a cenar, una simple invitación que se había transformado en algo mucho más. Recuerdo habernos quedado hablando durante un rato en la cocina, la cena enfriándose mientras nuestras manos y labios se encontraban una y otra vez, y la chispa entre nosotros se encendía con cada mirada. La noch

