Angie y Raymond

2148 Words
Angelad mientras seguía en ropa interior sobre su cama luego de tomar un baño, acariciaba con cierto desconcierto la argolla de oro que descansaba en su dedo anular derecho. Pensativa se puso de pie, Raymond pasaría por ella en diez minutos. Se colocó un pantaloncillo corto, camiseta y una chaqueta de mezclilla, escuchó el motor de un automóvil rugir justo afuera de su casa. Al asomarse por la ventana miró el Mustang amarillo estacionarse. De allí se bajó un chico alto, de cabellos castaños y ojos claros. Saludó con una mano, mientras ella se mordía los labios entusiasmada. Todo ese estado meditativo o casi negativo se disipó al verlo. De prisa dejó la casa, encontrándose con él. Él la beso dulcemente al tenerla consigo frente al automóvil. —¡Amor, feliz cumpleaños! — Dijo ella acomodando sus brazos alrededor de su cuello. —Gracias, cariño. Quiero llevarte a un lugar que seguramente no conoces. Ella sonrió asintiendo con la cabeza. Angie había tenido un par de citas antes de conocer a Ray. Conversó con él cuando estaba con unos amigos en una discoteca. Él habló con ella, luego de eso, todo simplemente fue surgiendo. Ray bebía rara vez, pero fumaba constantemente. Con él ella había aceptado vivir una vida más liberal, iban a diferentes fiestas, bailaban hasta horas de la madrugada, a veces ella dormía con él en su apartamento y otras él a escondidas se quedaba en su cama. Era tres años mayor que ella y tenían ya dos años de ser pareja. Pero desde hacía cinco meses, eso había cambiado un poco. Raymond había cambiado su estilo hípster por asuntos de su familia. Ella conocía a Frank, el hermano de Raymond, quien era agradable, atractivo, mucho mayor y muy estable al trabajar como abogado para una firma de renombre. Pero poco sabía de los padres de Ray, y cada vez que ella intentaba indagar en el asunto, él ávidamente cambiaba de tema. Lo poco que sabía, era que los padres de Ray estaban separados desde que él era un niño. Angie no había crecido con su padre y su madre se había casado de nuevo cuando era muy pequeña. Lo cual comprendía en Ray, tal vez simplemente hablar de eso le resultaba no sólo tedioso sino incómodo. Desde hacía un año Ray conocía a Mirza, la madre de Angie y pese al estilo hippie de Ray, Mirza lo aprobó, pues a diferencia de las antiguas citas de Angie, Ray estaba bastante mejor y decente. El padre de Angie, no se involucró en ningún asunto, pero siempre enviaba el dinero necesario para ella. Angie sabía que quizá prefería hacerlo así para que ni su madre ni ella lo molestaran. El Mustang tomó rumbo a las afueras de la ciudad. Se detuvo justo a un extremo de la carretera, sobre un otero que tenía el sendero enmarcado y en la cima Angie notó una amplia vista hacia la ciudad, habían pasado treinta minutos desde que habían salido de su casa. Ambos dejaron el vehículo, mientras Angie seguía profundizada en la hermosa vista. Recostó ambos brazos sobre la barandilla de metal, sin creer que existía un mirador al sur. Raymond encendió un cigarrillo, recostándose sobre el automóvil. Justo el día anterior le había pedido que vivieran juntos. No faltaban mucho para la boda, sería en dos meses. Aunque tenía dos años de salir con él, aun creía demasiado pronto su propuesta para casarse. Ella sabía que a diferencia de su hermano Frank, Ray parecía un poco más desobligado. Sin embargo, últimamente parecía más concentrado, y todas las mañanas se dedicaba a estar en el bufete con Frank. —Ray es una vista hermosa. —Sí, cariño. Solía venir con Frank hace mucho. Nena, ¿recuerdas lo que te pregunté ayer? Ella se volvió a él, tragando una bocanada de aire. —No sé qué dirá mamá. Ray, ¿tus padres lo saben? —No creo que tu madre me lo reproche. Además, si lo piensas bien, sin que ellos lo sepan muchas veces hemos despertado juntos. —Sí, pero podríamos esperar para la boda, no falta tanto… —Si lo que te preocupa es tu madre, no tienes por qué. Hablé con ella esta mañana. Angie abrió los ojos a más no poder. —Mirza lo tomó con mucho gusto. Me dijo que se sentía muy contenta si decidías quedarte conmigo. Siempre le preocupa que estés la mayoría del tiempo en casa. De todas formas, rara vez se ocupa de ti. —¿Y tus padres? —No repondrán objeción, cariño. De hecho, no quería mencionártelo antes, pero mi madre murió cuando era niño. Frank es mi primo, pero desde entonces él ha estado muy al pendiente de mí. Mi padre está en el extranjero y rara vez viene a verme. Tiene muchas ocupaciones, pero sabe que nos casaremos. Él lanzó la colilla del cigarrillo, estrechándola en sus brazos. Angie comprendió por fin el porqué de mucho. —Sé que estos dos años han sido especiales para los dos. ¡Vamos nena! Quédate en casa conmigo. Justo hoy han enviado el resto de mis cosas a la casa de mis padres. Como bien sabes mi padre nunca la usa. Así que será nuestra, si te gusta. ¿Qué dices si vamos a conocerla? Angie sonrió un poco asombrada, mientras él le alisaba los cabellos de la frente. —¿Una casa? ¿Y tú apartamento? —Era rentado, mi padre me permitió vivir lejos de casa para poder estudiar, pero con el tiempo me adapté y ahora necesitáramos algo mejor. Sé que la casa familiar es un poco grande, pero te acostumbrarás, se parece a la de tu madre. La diferencia es que su construcción es un poco más antigua. Espero que te guste. —Ray, creo que es genial, me gustaría conocerla. ¡Vamos! Él sonrió ampliamente, mientras ella lo sujetaba del brazo. Se subieron al vehículo, pero un teléfono sonó, Ray siguió en marcha sin ponerle atención. Angie al notarlo serio y sin querer contestar prefirió no preguntarle, sino que se fijó en el camino. Le desconcertó darse cuenta que Raymond condujo en dirección opuesta a la ciudad. Al cabo de diez minutos y no veía nada más que la oscuridad, excepto por los faros del coche al iluminar la carretera completamente desolada con amplios bosques de lado a lado. Ray usó un desvió, claramente Angie distinguió un portón amplio y metálico. La casa a esa distancia, resaltaba. Tenía una arquitectura gótica, más parecida a una mansión antigua. El coche se estacionó al frente. En cuanto los faros del coche se apagaron todo quedó en penumbra. Ray se bajó de prisa, yendo hacia la casa. De pronto notó que varias luces la iluminaron desde afuera. Sin duda, parecía antigua, pero estaba muy bien conservada. Casi en una carrerilla llegó a su lado. —¿Qué te parece, nena? —Es muy linda, pero creo que está muy lejos de la ciudad. Ray sonrió besándola en la mejilla derecha. —Pues hasta donde sé, tu madre ha aceptado que te quedes en casa conmigo. Es un buen lugar, crecí en esta casa. Me parece ideal para un nuevo comienzo juntos, Angie. —Sí, lo sé, pero está un poco lejos de todo. No tendremos vecinos, parece desolado y está a medio bosque. —No exageres, Angie. Ninguna criatura nocturna aparecerá para asustarte. ¿No me digas que crees en esas cosas? Viví aquí hasta los dieciséis años. Está muy bien equipada y cuenta con todos los servicios. Ven te lo mostraré. La sujetó de la mano yendo hasta el vestíbulo. Luego de abrir, ella miró que en realidad parecía un palacio. El inmenso salón de recibimiento tenía gran iluminación. Por dentro la modernidad quedaba obvia en su perfecta decoración con el color y los muebles. Blanca de paredes y con el piso reluciente en hermosos bloques de jaspe. —¡Por Dios! Es bellísima, aunque muy grande para los dos. Él sonrió ampliamente. Ella siguió mirando el interior. —¡De eso se trata! Te encantará nuestra habitación, ya la elegí. Subió las escalinatas que se bifurcaban llegando de ambos lados al centro. En el escaso vistazo Angie estaba asombrada. Tal como Ray lo dijo, la habitación parecía haberle pertenecido a un monarca. Se sentó apreciando la comodidad del colchón. —¿Qué te parece? —¿Esta habitación era tuya? ¿Será nuestra habitación, Ray? —No lo era. Pero ya es nuestra habitación. Ray se dejó caer a su lado para estrechar su cuerpo con el suyo. Buscó sus labios, besándola. Con suavidad deslizó las manos a sus hombros. Rápidamente ella se quitó la chaqueta. —Espérame, no quiero que te resfríes, encenderé la calefacción. De un salto se apartó de la cama. Lo miró salir de la gigantesca alcoba. Le parecía asombroso notar las hermosas lámparas en forma de cascada caer desde el alto techo al centro. La cama tenía telas suaves y finas como la seda. Acarició con sus manos el contorno del colchón. Miró a Ray entrar con una sonrisa. —Ya puedes desvestirte, Angie… Ella sonrió ampliamente. —Ray tengo algo para ti. Rápidamente Angie buscó en sus bolsillos. Pasó a las manos de él una pequeña cajita que tenía una moña. —¿Y qué es? —Destápala. Él obedeció mirando que adentro había una cadena de oro. —No tenía idea si te gustaría. —Es perfecta. —Dijo él con expresión alegre, asomándose a una de las mesas de noche que estaban al lado de la cama —Pero sabes, me gustaría recibir de ti algo más… Ella sonrió asintiendo con la cabeza, poniéndose de pie. Los labios de ambos se encontraron en explosivos besos, rápidamente Angie quedó sin la camiseta y pero justo cuando él se acomodó para besarla por debajo del cuello, el teléfono volvió a sonar. Angie quiso; como en el automóvil, ignorar la llamada, pero no pudo. —Cariño, espera… —Dijo ella, apartándose de él. Por un momento creyó que podía ser su madre queriendo saludarla. Pero al alargar sus manos a la chaqueta notó que una vez más se trataba del teléfono de Ray. —Creo que es el tuyo. De nuevo. Él tragó una bocanada de aire, algo irritado. —¡Demonios! Angie, se colocó la camiseta, rápidamente y se sentó sobre la cama. —Ray tenemos toda la noche. Contéstale. Él respiró hondo y ella notó que la expresión de él cambió radicalmente. —Angie, no ha de ser nadie. —Claro que es alguien. Contesta por favor. —Dijo ella clavándole la mirada, algo irritada al notarlo tenso. —Es mi cumpleaños y no quiero contestar. Si no me importa a mí, ¿por qué a ti sí? De pronto el teléfono dejó de sonar. —No es importante para mí, Ray. Pero, ¿quién te llamaría a esta hora y con tanta insistencia? Él evadió su mirada, resoplando. —Ya vas a empezar con lo mismo. —Se quejó a él apartándose de ella. —No te basta, Angie. Estoy contigo. —Yo también estoy aquí, ¿pero no te parecería raro que alguien llamara tantas veces y tan tarde? La incomodidad de Ray se convirtió en enfado casi de inmediato. —¿De verdad hoy quieres pasarla así? ¿Merezco que discutas conmigo en mi cumpleaños? —Ray, no lo pongas así. Es lo contrario. ¿Tanto te costaba responder? Si no se trata de algo malo, ¿Por qué evitas contestar? Él respiró hondo, como retomando un poco de calma. —Ya te lo dije, no me importa quien sea. Estoy contigo. Serás mi esposa, Angie… Ella se puso de pie, cruzándose de brazos. —Lo sé, Ray. Pero cuando te comportas así, como encubriendo algo. —Respiró hondo—Es… Notó que él inclinó la mirada, completamente apesadumbrado. Angie meditó en el profundo silencio que se hizo evidente de pronto entre ambos, quizá no era lo ocurrido tan importante como para arruinar la velada y la noche de cumpleaños de Ray. Angie se aproximó a él, acariciando su cintura. —De acuerdo Ray, olvídalo. Tienes razón, no estropearé tu noche de cumpleaños. Él la miró inexpresivo, pero acarició sus manos que lo tocaban. —¿Lo dices en serio? —Sí, amor. Angie buscó sus labios y él correspondió extasiado a sus besos apasionados. Se sintió ferozmente atrapada en sus brazos, que a prisa la llevaban a la cama. Casi a las dos de la mañana cayó rendida en el colchón. Esperó a que Ray estuviera profundamente dormido. Luego de pensarlo un poco miró en el indicador de llamadas un número desconocido. Anotó el numero en sus contactos, y se acomodó a su lado, sin poder sentirse en la plenitud que debiera ser. Respiró hondo, guardándose para sí la idea que pronto estaría casada con Raymond.
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