Angie contuvo la respiración impactada. El atento caballero de piel perfecta y hermosa mirada no podía ser el padre de su prometido, o al menos no lo imaginó tan opuesto al suegro que ella habría imaginado. Parecía más joven. Ella lo siguió sumida en pensamientos. Él se volvió al escuchar sus pasos.
Angie notó que él seguía cómodo y sereno mirándola fijamente.
—Señor Farid, no tenía idea que había alguien aquí, aparte de mí. Puedo decir que toca usted el piano muy bien. Es reconfortante saber que no estoy sola.
Él sonrió dulcemente.
—Gracias Angie. Lamento si tuvo algún inconveniente al escucharme tocar.
—No se preocupe. Sinceramente aún no dormía. Supongo que ha de estar aquí desde hace ya un par de días. —Comentó ella, tragando saliva. Verlo fijamente le producía cierto hormigueo inesperado en el abdomen.
—De hecho, vine ayer. Pero no sabía que alguien más vivía en la mansión.
—¿Ayer? — Preguntó ella frunciendo el ceño.
—Sí, ayer por la tarde.
Angie no pudo guardarse todo el desconcierto que surgió al pensar detenidamente en lo que él dijo. El piano había estado sonando a medio noche desde varios días. Él al notar su profunda introspección retomó palabras.
—Desde hace ya mucho me han contado que incluso cuando suelo estar en casa, han escuchado el piano sonar. No es nada que me provoque asombro, en esta casa a veces suceden cosas como esas. No pretendo asustarla o incomodarla, simplemente es una casa antigua, y no me parece que eso que ocurre la haga menos encantadora.
Angie notó que Farid, desvió la mirada a su reloj de pulsera.
—Señor Desmond, ¿en esta casa no hay nadie a excepción de usted y yo?
Angie respiró hondo para disipar la presión que sentía sobre el pecho. El comentario de Farid logró espantarla un poco.
—Hasta ahora me temo que sí. —Dijo él, de nuevoposando su vista en ella.
—Con mayor razón, insisto. Me alegra no estar sola en esta casa.
Él sonrió ampliamente. Angie se sintió reconfortada casi al instante al contemplar su sonrisa.
—No hay nada que temer. No permitiría que alguien la incomodara. También es agradable saber que la mansión no está sola.
Fue inevitable para ella sonreír.
—Tampoco sabía que había posibilidades de no estar sola. —Dijo ella con cierto abatimiento.
—Creo que nos pasó a ambos. No sé preocupe. Sabe, creo que le haría bien descansar.
—Creo que a ambos— Dijo ella apenada.
—Tiene razón. Descanse señorita.
Él se dio media vuelta, pero Angie casi gritó.
—Disculpe. ¿No sabe usted si Ignacia vendrá mañana?
—De hecho, la llamé hace un rato. Mañana a primera hora la verá.
Ella asintió con una sonrisa tímida.
—Gracias Señor Desmond. Que pase usted una buena noche.
—Gracias, lo mismo para usted.
Ella lo miró subir varios escalones en dirección a la parte alta que se escondía en ese salón. Nunca había visto a un hombre tan encantador y tan amable al mismo tiempo. Al menos no era un fantasma y no era la única en la mansión.
Fue a su alcoba y por vez primera no le importó tanto pensar en detalles con respecto a Raymond.
«¿Si es su padre y yo pensando en lo atractivo que es? No es correcto.»
Con sólo recordar su mirada sentía volver a estar frente a él y se le sumían los músculos del abdomen como nunca antes le había ocurrido. Luego de mucho tiempo no podía creer que volviera a sentir mariposas en el estómago.
Pero al pensar que se trataba de su futuro suegro, volvía retomar compostura sin poderse guardar esa gama inesperada de sentimientos que habían surgido con sólo contemplarlo a los ojos.
No pudo dormir bien. En las pocas horas que pudo descansar soñó que volvían a conversar. Lo primero que hizo al levantarse de la cama fue tomar una ducha. Justo cuando ya se vestía, escuchó a alguien llamar a la puerta.
Con el corazón latiéndole fuerte atendió. Miró a una mujer parecida a Amalia, pero vestida refinadamente. La veía con agrado y mantenía una sonrisa amable. Cabellos dorados y mirada profunda. Parecía por su manera de mirar que era alguien con carácter fuerte y muy disciplinada. Le recordó a sus maestras estrictas de secundaria.
—Buenos días, señorita. Me ha dicho el señor Desmond que usted es la nueva huésped.
Angie asintió un poco nerviosa.
—Sí, mi nombre es Angie.
—Mucho gusto Angie, soy Ignacia la ama de llaves de la mansión Beltrán.
Angie no pudo guardarse su profundo asombro. La mansión tenía nombre.
—Muchas gracias por venir, soy la…
Pero al querer decir prometida sintió un nudo en la garganta.
—Raymond y yo… Verá yo…
Ignacia sonrió al verla tan sumida en nerviosismo.
—No me dé explicaciones. Si el señor Farid permitió su ingreso no tengo nada que cuestionarle.
Una vez más Angie quedó estupefacta. La seria dama no mencionó para nada a Raymond.
—El desayuno está listo. Por eso vine para que coma algo.
—Gracias, Ignacia.
Angie la siguió yendo a una habitación que más parecía un salón; parecido a donde estaba el hermoso piano blanco. Una larga mesa elegante tenía en uno de los lugares el desayuno servido. Angie se sentó contemplando la belleza en cada cosa. Especialmente en la vajilla que Ignacia había usado para servirle la comida.
—Esto es muy bello.
Ignacia sonrió con orgullo.
—Sí, lo es señorita. Le pertenecía a la abuela del señor Desmond. Es una porcelana antigua y de las más bellas que he visto. Por favor siéntese la comida se enfría.
Angie obedeció y le pareció que los cubiertos eran de plata.
—Perdone, ¿puedo preguntarle algo?
—Adelante.
—El señor Farid es el padre de Frank y de Raymond.
Ella sonrió y movió la cabeza en señal de asentimiento.
—Sí, el señor Desmond es el padre de ambos.
Frunció el ceño, pero trató de no meditar mucho aquello. Frank había dicho que eran primos. Pero si el padre de Raymond era el de Frank eso los convertía en hermanos.
—Ya veo, gracias.
Angie inclinó la vista sin preguntar nada más. Comió pensativa, aunque en momentos sólo se dedicó a disfrutar el desayuno. Al terminar Ignacia se volvió aparecer para recoger todo.
—Ignacia, no sé si debería decirle esto. Se supone que un compromiso debería ser anunciado por el novio, pero creo que como él no se encuentra, me presento; soy quien se casará con Raymond.
Ignacia mostró en su rostro amable un sonrisa amable, pero en sus ojos profunda seriedad.
—Felicidades, señorita.
Ese rostro para Angie evidenció mucho sin necesidad de preguntar más.
—¿No lo sabía cierto?
Ella respiró hondo y volvió a sonreír, esta vez más abiertamente y dejando la tirantez en los rasgos de su rostro.
—Raymond ha sido un chico muy libre. Nos mencionó algo sobre usted un tiempo atrás, también dijo que quería casarse, pero es muy agradable saber que lo dijo con intención sincera.
Angie suspiró.
—Creí que él había al menos dicho que me traería aquí. Me da mucha vergüenza haber aceptado venir bajo su palabra, debí cerciorarme o pregun…
Ella la tocó por los hombros.
—Es bienvenida. Raymond es como le dije un chico desprendido en cuanto a ciertos hábitos, pero si la trajo a esta casa es porque su intención es sincera. ¿Por qué no me acompaña? Le enseñaré apropiadamente la casa.
—Gracias Ignacia. Sólo antes de proseguir… ¿Él le llamó hace unos días?
Ignacia respiró hondo y se volvió a ella con una sonrisa.
—Sí, pero tenía otros asuntos que atender para el señor Desmond. Bien, este es el comedor…
Angie a su lado caminó por la mansión conociendo que era mucho más grande de lo que esperaba. Pero la señora Ignacia no la dejó ingresar hacia donde estaba el Piano. Comieron juntas al almuerzo y siguieron conociendo la gigantesca propiedad. Por la tarde pasaron frente a la habitación imponente donde se escondía el piano, una vez más tenía la puerta cerrada.
Pronto estuvieron en el jardín. Angie contempló la fragancia de las rosas y los jazmines.
—Es una mansión hermosa. Gracias Ignacia…
—El señor Desmond me lo pidió. También me dijo que para que sintiera más cómoda no se abriría la habitación donde está el piano. Sí en caso le parece oír que alguien lo toca, no dude que se trata del señor Desmond. Cuando viene de vacaciones le gusta dedicarse a tocar, así que si es tarde le ofrecemos desde ya disculpas. Pero es algo que él hace desde hace mucho.
—Comprendo. Raymond no suele hablar mucho de sus padres, ni de su familia. Así que no tenía idea a quien referirme cuando vine, creí que me presentaría al menos a su padre, pero no pasó.
—De niño para él fue complicado algunos asuntos, pero sigue siendo un hijo muy amado para el señor Desmond. Lo importante es que usted está segura de casarse con él, ¿no es así?
Angie suspiró y al verla fijamente a los ojos asintió. Pero en lo hondo de su corazón dudó mucho al responder.
—Bien señorita mi habitación es justo donde le indique al lado este donde está la biblioteca. Puede pedirme lo que desee.
—Gracias.
Ignacia se alejó caminando elegantemente y a paso firme en dirección hacia el interior de la casa.