Raymond no guardaba en su corazón ningún tipo de temor al ganarse a pulso el enfado y la seriedad del señor Farid con su actitud recalcitrante y rebelde, propio de un chiquillo consentido y muy amado. ¡Cuánto le dolió enterarse que su madre había sido una mujer pobre quien al parecer jamás tuvo idea del hombre que pudo ser su padre! Él nunca dudó de que Farid le amara, tampoco tuvo queja contra él. Siempre fue alguien paternal y dedicado que no sabía de otra cosa que amarlo. Cada vez que preguntaba por su madre él le decía que había sido una mujer valiente que lo había amado mucho. Pero cuando Raymond le preguntaba si la había amado, él inclinaba la mirada y asentía para luego mostrar una tímida sonrisa. Pocas veces le habló de ella o le explicó algo, hasta que un día encontró su certif

