Anna se sentó en el sillón al lado de Didier que estaba inusualmente concentrado en la película que Charlotte eligió para ver esa noche. La cara del rubio estaba tensa y eso le llamaba la atención a la mujer. —Toma — le dijo extendiéndole una copa de vino. —Gracias, amor — le respondió él. —¿Todo en orden? — le susurró una vez que estuvo acomodada a su lado. —Descubrieron una falla en la contabilidad de uno de los bares. Nada grave. —¿Cuánto perdiste? —Unos miles de euros. Podría haber sido peor. —¿Quieres que haga algo para ayudar? — preguntó ella expectante. —No, cariño, gracias. Es solo un momento de mal humor — le respondió él mirándola cálidamente. En ese momento el rubio se dió cuenta de la paz que sentía. Un negocio le había causado pérdidas, pero estar allí sentado rodead

