Didier ya tenía alguna pista de los posibles lugares donde podría estar Anna. Había desplegado varios hombres en cada destino para que la buscaran hasta en el último rincón posible. De repente su teléfono sonó. Miró el número y una horrible punzada pinchó en su pecho. — Mejor que me digas dónde busco a mi mujer — dijo apenas atendió. — Oh, querido Didier, me encantaría eso, pero lamentablemente la muy zorra no está conmigo — La respiración del rubio se detuvo unos instantes. ¿Cómo que no estaba con él?¿Dónde estaba?¿Acaso el muy mierda ya la había… No, mejor no pensar en esa posibilidad. — ¿Qué mierda pasó? — le gruñó con mucho odio. — Anoche decidió que era buena idea acabar con algunos de mis hombres y escapar. Por desgracia aquí hace demasiado frío, no creo que haya podido pasar la

