Capítulo 2: Visita inesperada

1199 Words
—¿Tengo algo que decir en esto? —exijo, a nadie en particular. No quiero que me destierren, pero no tengo ningún deseo de trabajar para un hombre lobo, aunque se parezca a él. —¿Entonces estamos de acuerdo? —Alaric le pregunta a Lavinia, ignorando mi pregunta. —Como quieras, Alaric. Raven, no se te permitirá lanzar hechizos poderosos sin el permiso expreso del aquelarre hasta nuevo aviso —declara Lavinia y un profundo resentimiento hacia ella hierve en mi sangre. Lleva tiempo intentando encontrar una razón para controlar mi poder y yo le he dado la excusa perfecta. La saludo con la cabeza y miro a Alaric. Tiene una expresión neutra en el rostro, así que es difícil leerle. —Confío en que a partir de ahora mantengas una correa firme en tu aquelarre. Otro acto de agresión hacia mi manada anulará este acuerdo y nos veremos obligados a tomar represalias —responde Alaric con firmeza. Ella se eriza ante su comentario, pero asiente secamente. Me agarra del brazo y me saca por la puerta. —¡Oye! ¡Suéltame! Puedo caminar por mi cuenta —reclamo. —Tengo mucho que hacer, lidiar con las consecuencias de tu «accidente», así que tenemos que movernos rápidamente —responde secamente. —¿Realmente necesitas que trabaje para ti ahora mismo? Estamos en plena noche. Puedo presentarme ante ti por la mañana —argumento. —¿Presentarte? Necesito que estés siempre cerca, así que te vienes a vivir conmigo —dice. Me detengo en seco y lucho contra su agarre. —¡No! ¡No voy a vivir contigo! Apenas acepté trabajar para ti. Estás cambiando los términos. ¡Me niego! —exclamo. Me atrae contra él y gruñe peligrosamente. La temperatura de mi cuerpo empieza a subir por el contacto cercano. —Vamos a dejar algo claro, Raven. Las condiciones son las que yo diga. ¿A menos que quieras arriesgarte con Lavinia? Parece que es tu mayor fan —comenta cáusticamente. Resoplo con frustración. Me tiene entre la espada y la pared. Es difícil de tratar. Sus músculos son como el acero y me siento acalorada. Me alejo de él y lo miro con fastidio. —Bien, pero al menos puedes dejarme agarrar mis cosas. Lo único que tengo es la ropa que llevo puesta —replico. Se ríe y me lanza una sonrisa arrogante. —Puedes deshacerte de ellas también, si lo deseas. No te lo impediré —responde. «¿Está coqueteando conmigo?» No puedo evitar sonrojarme, pero me irrita que me haga sentir así. —Sé razonable —le ruego. —Puedes recoger tus cosas por la mañana, yo tengo cosas que hacer que tienen prioridad —dice brevemente y vuelve a tirar de mí. Atravesamos la frontera de nuestras tierras, una zona boscosa que separa a las brujas de los hombres lobo. —¿Por qué me ofreciste que trabajara para ti como castigo? ¿Qué quieres de mí? —le pregunto con curiosidad mientras caminamos. —Tengo muchas necesidades y me aseguraré de que las conozcas todas muy pronto —responde crípticamente. La forma en que lo dice sugiere tareas de naturaleza íntima y me asusta. A pesar de lo inexplicablemente atraída que me siento por él, no he aceptado nada de eso. Dejo de caminar y me alejo. —No me acostaré contigo en pago por mi crimen. No soy una puta. Y yo no trataría de forzarme, o terminarás tan bien como tu amigo —digo con vehemencia. Siento el cosquilleo de mi poder en la punta de los dedos. Se vuelve hacia mí con una mirada furiosa y se acerca. Retrocedo hasta un árbol y él se acerca tanto que nuestras narices casi se tocan. —Nunca violaría a una mujer. Sé que las brujas no tienen una buena opinión de los hombres lobo, pero al contrario de lo que creen, no soy un animal —dice con un gruñido bajo. Trago saliva con nerviosismo, pero me alivia oírle decir eso. Me mira fijamente y me pierdo en sus ojos. Mi mente me pide a gritos que me aleje lo más posible de él, pero mi cuerpo dice otra cosa. Separo los labios y me los lamo involuntariamente, lo que hace que su mirada baje hasta mi boca. —Raven —susurra. Mi nombre en sus labios suena seductor y me produce un escalofrío. Mi cuerpo anhela que me toque al mismo tiempo que mi mente se rebela contra la idea. Su mano empieza a acercarse a mi cara y luego se detiene bruscamente al oír los gritos. Retrocede y me hace un gesto para que le siga. Salimos del bosque y vemos que se forma una multitud de miembros de la manada con expresiones de turba enfadada. —¿Qué está pasando aquí? —cuestiona Alaric en voz alta con un tono autoritario. Uno de los miembros más antiguos de la manada se adelanta. —Estábamos a punto de ir a por ti, Alfa. Pensábamos que las brujas te habían llevado o te habían matado también. —No, Sam. Las brujas y yo llegamos a un acuerdo. Tomé a una de las suyas para que viniera a trabajar para mí en compensación por su transgresión —anuncia Alaric. Hay murmullos de sorpresa en el grupo. —Alfa, no quiero faltar al respeto y no estoy cuestionando su decisión, ¡pero han matado a nuestra Beta! Pensé que su castigo sería más... severo —dice Sam con cautela. —El Beta atacó primero a la bruja, sin mi permiso. Tengo entendido que lo mataron accidentalmente cuando ella se defendía. Dicho esto, les dije que otro movimiento ofensivo de su parte resultará en represalias de la nuestra. Pero que quede claro, no toleraré que ningún m*****o de mi manada ataque a una mujer, sea bruja o no —declara, y todos asienten. Todos me miran como si fuera un extraterrestre de otro planeta. Me siento incómoda, pero me mantengo firme con la cabeza alta. No dejaré que piensen que pueden intimidarme. Alaric se vuelve hacia mí y me guiña un ojo para que solo yo pueda verlo. ¿Intenta tranquilizarme? Se vuelve hacia la multitud para dirigirse a ella una vez más. —Esta es Raven. Ahora va a trabajar para mí. Será un m*****o de esta manada por el momento, así que la tratan como tal —declara. Su hostilidad velada me dice que harán lo que él dice pero que nunca me verán como uno de ellos. Alaric me indica con la cabeza que le siga y nos encaminamos hacia su casa. Cuando doblamos una curva, una enorme estructura me saluda. Es una enorme casa de tres pisos de estilo tradicional con un porche que la rodea. Nos acercamos a la puerta principal y, antes de que Alaric pueda girar el pomo, se abre de golpe y una hermosa mujer rubia se presenta ante nosotros. Tiene una gran sonrisa falsa en la cara que se cae cuando sus ojos se posan en mí. Su expresión se vuelve desagradable y su cara se tuerce como si oliera algo desagradable. —¿Quién demonios eres tú? —dice agresivamente.
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