Capítulo 1

1804 Words
¡El destino no es una calamidad! Oh, no, oh, no… Ya es demasiado tarde, sino llego a la hora que es, lo más seguro y efectivo es que el profesor no me deje tomar mi última clase y eso contaría como una irresponsabilidad de mi parte. No, Dios mío, no permitas que me suceda lo inevitable y que manchen esos números que confirmarán que soy una chica eficiente. Ah, pero mi justificación es que estoy saliendo del trabajo y que ni tiempo me dio de irme a casa, ya que del trabajo me tuve que poner el uniforme de enfermera. No reniego de mi vida… Ah, a quien le voy a mentir, todos los días de mi vida reniego por estar en este trabajo, dado que mi interior quiere disfrutar de la vida, ser una chica de la que le gustaría tener un trabajo del que le pueda quedar un poco más de dinero. No me arrepiento de haber dejado el sueño de ir a la universidad, ya que me enorgullece ayudar a mi abue y de que puedo pagar la renta de una casa humilde, es una pequeña residencia y está a una hora del centro de la ciudad. Las 6 pm, eso me dice que tengo que correr más, no voy a poder alcanzar el tren, tengo que gastar para el taxi, pero para ello tendría que caminar unos diez minutos a pie porque entre más cerca esté al centro de la ciudad, menos me cobrará el taxi. Ah, la bendita pobreza, pero no me puedo dar el lujo de gastar dinero del que no tengo. ¡Ya sé, tengo que empezar a ser t****k, dicen que eso da dinero, solo tengo que hacer locuras tras locuras! Eso es lo que me han dicho y mis ojos lo han visto con el vecino. Creo que entre más pienso en el vecino, más me darán ganas de declararme a él, pero el desgraciado no me pone mente porque soy su amiga o eso es lo que dice, a veces mi mente retorcida piensa que el hombre es gay. Es que está bueno y de verdad deseo que un hombre como él me quite mi virginidad… Ah, virginidad con la de un hombre, ya que el que me ha quitado mi virginidad son los juguetitos que tengo en mi habitación. Casi todos los días mi jefa le dice a su hija de veinte años, que ni se le ocurra masturbarse, ya que eso es del pecado, pero lo que no es pecado es que un buen pene de verdad la penetre. Pero ella habla de tamaño, no cualquier tamaño, ya que ellas consideran de un pene que mide menos de 12 centímetros es minipene, pero el que superó los 15 centímetros es el superpene, eso quiero decir que le recomienda buscar de dieciocho a diecinueve. Eso si lo encuentra. Dicen y no es que yo lo afirme, ya que mis juguetitos llegan hasta dieciséis centímetros, pero supuestamente los negros tienen un buen bulto de más de dieciocho, eso sería un pene colosal. Es claro que me quede callada, dado que esa conversación es de ellas dos, pero ganas no me faltaron decirle que masturbarse no es pecado, ya que eso tiene muchos beneficios como; empoderamiento corporal, quemar calorías, mejora la concentración y el estado de ánimo, y libera endorfinas. Ah, debo de dejar de pensar en mi trabajo y en las personas ignorantes, esta vez perdono a mi vecino por respetarme y dejar que fantasee con ese cuerpo mientras hace t****k sin camisa, como mueve esa cadera cuando hace esos bailes sensuales o como muerde el labio exquisito. —Taxi… Taxi… Taxi… —después de caminar mucho decidí gritar para que un bendito taxi se detenga—, pero deténgase, ¡maldito! Veo en mi reloj de mano y me queda solo media hora para estar en mi última clase. Sé que puedo llegar a tiempo, lo único que debo hacer es gritar o ponerme en medio de la carretera para que el taxi me vea y así se pueda detener. Ah, estoy siendo demasiado melodramática. —Alto, no te muevas muñequita, gritas y te mueres —trago grueso, cierro mis ojos con fuerza, trato de controlar el pánico que quiere apoderarse de todo mi sistema en el instante que siento algo duro apretar mi costilla.   ¡Me está apuntando con una pistola!  —Estas con la mujer equivocada, no tengo dinero y menos tengo una familia millonaria —mi voz tiembla, intento ser fuerte, pero el miedo se apodera de mí.  —Cállate, no me importa el dinero muñeca, ahora quiero que guardes silencio, ya que te dejaré una tarea importante —presiona más la pistola en mi costilla hasta sacarme un gemido de dolor—, ahora caminarás conmigo, ya que necesito que hagas algo sencillo enfermerita.  Asiento. Bruscamente él agarra mi brazo, y me exige a seguir el ritmo de sus pasos, intento que mis piernas no flaqueen, pero el miedo de que me maten o me violen es aún peor. De reojo veo a un lugar a otro para pedir ayuda, pero desgraciadamente los vehículos pasan como alma que los lleva el diablo, pero literalmente a mí es la que me llevará el diablo. No quiero morir. El hombre desvía el camino llevándome por un callejón asolado, ay, estoy segura de que aquí me violará, me matará y me descuartizará. No tengo escapatoria y menos algo que se me venga a la mente, ¿por qué me sucede esto a mí? Pensé que todo esto pasaba en las películas o los dramas de las novelas románticas, pero jamás pensé que esto me pasaría a mí, a mí.   He estado viajando de noche y jamás me había pasado. —No me mates, te juro que no tengo dinero —suplico, una que otra lágrima recorre mi mejilla.  Todas las palabras que salen en mi boca son ciertas, "soy una mujer que no tiene donde caerse muerta". —Oh, la muñequita es demasiado exasperante, aunque acepto que es normal —cada vez que entramos al callejón, menos se refleja nuestros cuerpos—, mi jefe necesita de tú lo salves, pero si no lo salvas de antemano te diré que tú y toda tu familia estarán en primera fila en el cementerio. ¿Salvar? ¡He escuchado bien! Este hombre está completamente loco, no podría sanar a ningún enfermo y eso de que me está amenazando significa que se trata de un delincuente, ya que me está apuntando con un arma y de que no puede llamar a una ambulancia.  —Oh, no, estás confundido, yo no soy lo que tú crees —niego con la cabeza, me detengo de golpe—, no, no soy el médico que ustedes necesitan—insisto.  Me veo de arriba hacia abajo y al parecer el hombre que está frente de mí piensa que soy la persona que puede salvar una vida que está al borde de la muerte. No, no puedo salvar ninguna vida.  —Me importa una mierda que es lo que mis ojos ven o dejan de ver, pero de que tú salvarás a mi jefe, es porque lo salvaras.  El maldito me agarra del brazo, damos un par de pasos y a pocos metros escucho los quejidos de una persona.  Oh, sangre de cristo, llevo mi mano hacia mi boca, mi cuerpo empieza a temblar, me siento fatal al ver a ese hombre tirado en el suelo y lo peor es la sangre que está esparcida por todo el suelo.  —Sálvame, ángel, por favor sálvame —esas fueron sus últimas palabras para luego ver cómo se desmaya.  Pero… pero… pero no lo puedo salvar, el hombre está herido y yo no puedo salvarlo. Y si el hombre muere, qué haré, qué es lo que haré si el hombre muere. Me mataran, por Dios, me mataran. —Muñeca linda, ya es tiempo que hagas tu trabajo, ¡tienes que hacer tu trabajo! —me grita, alza su arma tras apuntarme con el arma en la cabeza.  Ahora si estoy muerta, solo me queda cerrar los ojos, ya que no tengo ninguna oportunidad de huir.  Espera… Espera… Espera… En el curso de farmacia aprendí cómo canalizar y de cómo curar pequeñas heridas, ¿será que tenga posibilidad de sacar una bala? Tengo que controlar mis nervios, este hombre no se puede morir, no puedo morir un día antes de sacar un certificado. —Ayudaré, pero necesito que levantes a este hombre y que lo lleves a un lugar donde pueda curarlo —respiro profundo intentando hacerme la fuerte—, y quiero un enorme botiquín, ya que en mis manos no tengo nada—el hombre guarda silencio cuando le empiezo a decir todo lo que necesito. Él me suelta del brazo y me deja que vaya por el hombre, con mucho miedo me acerco al hombre que aún no puedo ver a los ojos. Llevo mis dedos hacia su cuello y lo primero que busco es su pulso. ¡Está vivo!, el latido es lento, pero el hombre está vivo. —Vamos, no hay tiempo para llevarlo a un hospital o de que lleguemos a casa, pero si tengo una idea —me hago a un lado cuando él se acerca—, acompáñame y no te atrevas a pasarte de lista porque te mato y juro que luego iré por las personas que les has regalado el saludo.  El hombre levanta al herido, y me dice que lo acompañe, ya que en unos metros hay una casa en la que tenemos que entrar. ¿Tenemos? ¿Esa casa es suya o entrará a la fuerza?  Eres una estúpida Ekatenina, es claro que ese hombre entrará a esa casa para robar y no porque sea suya, ¡es un delincuente!  —Eres un desgraciado, pero te ayudaré porque me dejarán vivir —sé que me arrepentiré de lo que voy a hacer, pero es la única manera en la que puedo salvar mi vida.  “Los llevaré a mi casa”.  Le digo al delincuente que podemos irnos a pie y que a unos minutos está mi casa, ya que no me atrevo a entrar a un lugar que no es mío y menos intimidar a ninguna persona. Él se reniega y me dice que en el vecindario nos pueden ver y llamar a la policía. Entre más insistía, más le aseguraba que en este vecindario lo delataría, además hay un camino del que no está iluminado y es asolado, pero para poder llegar hay que apresurarse, ya que ese hombre que lleva en sus brazos tiene sus horas contadas.  Ahora solo espero no darle un ataque al corazón a mi pobre abue porque estos dos hombres dan miedo.
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