Capítulo 2 —El regreso
Laila:
Caminaba de vuelta a casa, disfrutando del raro calorcito que el sol de invierno decidía regalar al final del día. El trabajo había sido un escape de la realidad, como siempre, pero tenía la sensación de que me esperaba algo fuera de lo común al llegar a mi departamento. Tenía en claro que no debí dejar a ese personaje solo en mi casa, con Bryan, nunca se sabe. Subí las escaleras con ese presentimiento incómodo. Sabía que lo había dejado congelándose, pero ¿qué habría hecho después? Me detuve frente a mi puerta y respiré profundo. Algo no estaba bien. Abrí lentamente, solo para encontrar el caos total. Mi sala parecía un campo de batalla. Mantas revueltas, una silla volcada y mi cafetera... rota en el suelo. Casi me dio un infarto.
—¡BRYAN! —grité con toda la fuerza que mis pulmones pudieron reunir —¡Te mato! —No hubo respuesta. Caminé a zancadas por el pequeño espacio, revisando la cocina, el baño. Nada. Hasta que finalmente lo encontré en mi cama, completamente envuelto en mis cobijas, como si no hubiera hecho absolutamente nada malo —¿Estás demente o simplemente eres un imbécil por naturaleza? —me acerqué, lista para sacarlo a patadas.
—Desperté solo y me dio frío. Pensé en hacerme un café, pero... bueno, no salió bien —dijo con una voz somnolienta, ni siquiera se molestaba en abrir los ojos.
Me crucé de brazos, tratando de mantener la calma. Había roto mi cafetera, destruido mi sala y, aun así, dormía como si fuera el dueño del lugar.
—Levántate. Ahora. —mi tono no dejaba lugar a dudas.
—Cinco minutos más —murmuró, tirando de la ropa de cama para cubrirse hasta la cabeza.
Eso fue el colmo. Sin pensarlo, agarré el extremo de la cobija y tiré con todas mis fuerzas. Lo que no esperaba era que Bryan estuviera desnudo debajo. Grité, soltando las mantas de inmediato, mientras él simplemente sonreía.
—Si querías verme así, solo tenías que pedirlo —dijo con esa sonrisita arrogante que me hacía hervir la sangre.
—¡¿Qué carajos te pasa, Bryan?! —me di vuelta, intentando no pensar en el hecho de que acababa de ver mucho más de lo que quería y además era enorme...
—Nada. Solo me congelé un poco anoche, y pensé que tú me podrías calentar, ya sabes, devolverme el favor —volvió a sonreír —como en las películas, que se abrazan desnudos para darse calor
Me giré lentamente para mirarlo, con el ceño fruncido y los puños apretados.
—Estás loco si crees que voy a hacer algo por ti después de esto.
—¿Después de qué? —se levantó lentamente, envuelto en la sábana como si fuera una toga romana —¿Después de que casi me matas de hipotermia? ¿Después de dejarme encerrado fuera de mi propio departamento? ¿Después de dejarme aquí solo, sin ni siquiera un café decente para tomar?
—¡Exacto! —le señalé con el dedo —Para que lo pienses mejor la próxima vez que folles con alguien y no me dejes dormir.
Se acercó, todavía sonriendo, y se inclinó sobre mí lo suficiente como para que su aliento rozara mi rostro.
—¿Qué te hace pensar que quiero acostarme con alguien más cuando tú estás justo aquí?
El silencio que siguió fue más espeso que el aire de invierno. Sentí mi piel erizarse, pero no de frío. Lo empujé suavemente para crear algo de distancia, aunque no tanta como debía.
—Te vas. Ahora mismo —le dije, mirando hacia otro lado, tratando de ignorar esa tensión que no hacía más que crecer entre los dos.
—Sabes que no voy a irme, Laila. No hasta que me devuelvas el favor como se debe —su tono era un susurro, como si cada palabra estuviera calculada para hacerme perder la paciencia.
Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe.
—Fuera, Bryan, largo de mi casa, ¡pero ya!
Lo vi sonreír antes de moverse lentamente hacia la salida. Cuando estuvo a punto de cruzar el umbral, se detuvo y me miró de reojo.
—Me llevaré tu sábana, no sería bueno que vieran a un hombre desnudo salir del apartamento de una señorita tan pulcra y casta como tú —y con su dedo índice rozó mi nariz —luego te la devuelvo
—Ni se te ocurra, luego que le refregaste esa cosa que metes en cualquier agujero. Te la regalo
—Será mi suvenir entonces. Nos vemos más tarde, preciosa. Esto no ha terminado.
Y con eso, salió, dejándome con un departamento destrozado y un nudo en el estómago que no lograba deshacer. Levanté la silla y me dejé caer en ella, tenía que procesar lo ocurrido, pero su aroma invadía todo mi apartamento y así era imposible pensar con claridad.
Bueno, este chico es más descarado que Jordan, que opinan ustedes?, si no saben de quien hablo, les dejo su historia en la nota de autor...