Volando bajo.

1335 Words
Todo soldado recluta cumple un tiempo de servicio y luego se va a seguir su vida civil, yo en cambio, tenía otros planes… -Cabo Santander, manifiesta que desea seguir carrera profesional en la fuerza? -Es lo que anhelo, mi Capitán. -Sus calificaciones fueron las más altas de toda la tropa de soldados, con usted, son seis los reclutas que pasan a ser tropa profesional, lo que indica “Sargento” Santander, que sus obligaciones y responsabilidad serán superiores. Está claro con eso? Estaba atónito con la afirmación del Capitán, ya era un sargento de la aviación, no podía terminar de créemelo, estaba realmente orgulloso de mi mismo y no podía dejar de sonreír. -Tal vez espera un acto de promoción Sargento, pero deberá conformarse con una tacita de café de mi esposa en nuestro apartamento, deberá llevar los bollitos de pan. Dice mi oficial, al tiempo que me imponía la respectiva distinción en mi uniforme. -Estaré honrado de ir a tomar las onces en su casa Señor. Me despedí militarmente para asumir mi nuevo cargo. El Sargento Fuenmayor no sólo había sido mi maestro instructor de vuelo, sino un amigo muy especial y ahora me había convertido en su instructor auxiliar de vuelo. Seguí mis estudios académicos en la escuela nocturna y debía aprovechar mi tiempo para ir cumpliendo con mis responsabilidades escolares. Recibimos el nuevo contingente de reclutas, formamos cerca de treinta nuevos reclutas y veinte cadetes de la academia. Aunque no era bachiller, ya era auxiliar de instructor incluso de los cadetes, eso me hizo muy feliz y guardé esa sensación de triunfo personal en mi corazón. Recibí mi título de bachiller y seguí estudios superiores en mecánico y aeronáutica dentro de la academia de la fuerza aérea. Cada vez que tenía oportunidad, hacía vuelos de exposición en mi pueblo, me gustaba hacer “piruetas” como le decía mi madre, cerca del campanario de la iglesia, como forma de saludo al ancianito sacerdote de nuestra parroquia, que ya tenía su reemplazo joven hacía un año, pero seguía siendo capellán del hospital del pueblo, le guardaba mucho agradecimiento. En mi pueblo esperaban ansiosos mis espectáculos de vuelo y a veces me llevaba a mis mejores estudiantes y hacíamos vuelos de prueba, demostrando las diferentes alineaciones que podía enseñarles, volando en ocasiones, cerca de las copas de los pinos del norte del pueblo, viendo desde lo alto las finca de mi familia y disfrutando hacer correr las vacas como locas y a mi furioso hermano diciéndome las más grotescas vulgaridades por alterar al ganado, al que le respondía con una vuelta completa a la casa y salía en línea recta a toda velocidad con rumbo a mi cuartel, riendo a carcajadas por la pilatuna que le hacía al mayor de mis hermanos varones. El Sargento Fuenmayor confiaba plenamente en mi criterio y habilidad como piloto e instructor y ya me dejaba grupos completos de estudiantes cadetes para que les diera clase sin su supervisión, logrando siempre excelentes resultados. Un buen día, hicimos un vuelo de prueba que ameritaba varias horas de vuelo y tenía a mi responsabilidad cuatro pilotos soldados y cuatro pilotos cadetes, conmigo, éramos dieciocho almas, contando los copilotos. Debíamos llegar hasta las islas del Caribe y regresar. Avisamos a las torres de control de las islas, porque íbamos a estar fuera de nuestra soberanía y requeríamos autorización de dos islas independientes. Cuando recibimos la venia oficial, hicimos revisión de la ruta de vuelo, luego de hacer las respectivas experticias mecánicas de las aeronaves y partimos a nuestra misión de exploración. Todo transcurría como esperábamos, era inevitable extasiarse con la inmensidad del azul del mar, todavía no había tenido la oportunidad de ir a una playa y me hacía mucha ilusión verlo en su magnanimidad desde las nubes. Todos los pilotos estaban alineados, pero uno se distrajo y rompió la alineación; solicité a los demás pilotos que siguieran curso hasta el cuartel, que yo iría a buscar al piloto distraído y regresaría detrás de ellos. -Cadete Ortega! Cambio. -Sargento Santander, estoy teniendo fallas en la nave. Cambio. -Diríjase a la playa que tiene a vista. -Por esa razón rompí línea, al notar que no me respondió al tratar de levantar la nariz, temí que pudiésemos chocar con la montaña, señor. Cambio. -Debes hacer un aterrizaje imprevisto, la playa es terreno plano, pero inestable. Agarra con fuerza los controles de dirección. Cadete Lira, atento a apoyar a tu piloto. Cambio. -Estoy como águila Señor. Cambio. -Torre, atento a cualquier novedad. Cambio. -Todos prestos Sargento. Cambio. -Dios nos ayude a todos! Cambio. Pude observar con mucho nerviosismo todo lo que acontecía ante mis ojos y los de mi copiloto, vimos como el Cadete Ortega tocó terreno y levantó una nube de polvo detrás de él, pero no se detenía la aeronave. -Frena al máximo Ortega, Freeenaaaa!!! -No responde freno Señor, tengo miedo!!! -Lira, apaga los motores, ya!!! _Listo Señor. Cambio. -Mantengan la línea recta. Cambio. Vimos como la avioneta iba disminuyendo velocidad, pero también pudimos observar como la nave viró a la derecha y se estrelló contra las olas. -Mayday. Mayday. Vuelo de prueba OL21 choca contra las olas, aterrizaré en la playa, manden ayuda, coordenadas…. Hago el aterrizaje y corremos con mi copiloto al auxilio de los pilotos accidentados. Llegamos a la aeronave y no vimos a ninguno de los cadetes. -Sargento, en los corales están!! _Grita el Cabo Garcés, mi copiloto y debemos nadar hasta ellos, están alterados, pero al menos se ven conscientes. Llegamos hasta los corales y les ayudamos para llegar a la orilla, Ortega estaba sangrando, pero no tenía certeza si su sangre era de la cabeza o la nariz, estaba su cara toda chorreada. Me apresuré de revisarlo, enjuagando con el agua de mi cantimplora, le dí d beber y ya calmado, puede revisarle la herida de su cabeza. -Vas a necesitar puntos Cadete, las cicatrices son atractivas para las damas. _Trato de bromear, logrando que sonría y deje de temblar. -Lira, cómo estás? _Pregunta a su amigo y copiloto, quien está recostado a la arena y Garcés le revisa sus piernas. -Vivo, si es lo que quieres saber. Pero cagao, si me lo preguntan. _Soltó con tal ocurrencia que nos hizo reír a todos, liberando considerablemente el susto por la traumática vivencia. Llegó la ayuda por tierra, dos ambulancias militares con personal suficiente para atendernos a los cuatro, afortunadamente, las heridas fueron leves, respecto a la importancia del evento, pedí a Garcés que acompañara los Cadetes y que junto a los técnicos que llegaron con el equipo de auxilio, recuperamos la avioneta del mar y por orden del Capitán, me fui al hospital. Hicieron mil y una revisiones del siniestro, para corroborar que no se tratara de un error mío como instructor, error del piloto y copiloto y como último, se revisa que no sea error de los mecánicos, pero lo que si supimos era que alguien tenía la culpa. Aunque Garcés y yo no tuvimos heridas, a pesar del aterrizaje imprevisto, debimos guardar reposo de vuelo por un mes; mientras que los Cadetes Ortega y Lira tuvieron que recuperarse de sus heridas por dos meses. Nuestras avionetas también corrieron con suerte y los daños, considerando los hechos, no excedieron de un mantenimiento especial. Fuimos atendidos con muchos cuidados en el área de recuperación del cuartel, siendo en cierto modo, detenidos con cuidados especiales, pero nadie excepto el personal médico y Matilde la cocinera, podían visitarnos. Eventualmente éramos “visitados” por los especialistas en aeronáuticas, los ingenieros de vuelo y los ingenieros mecánicos; levantando a detalle todo el evento que terminó en siniestro, sin pérdidas humanas, a Dios Gracias por eso. Los Cadetes sanaron sus heridas físicas y en parte sus heridas psicológicas, Garcés y yo estábamos perfectamente sanos y con mucho entusiasmo de volver al aire. Visitábamos a Ortega y Lira cada tarde al finalizar las clases de vuelo, esa situación nos había unido de un modo especial y nos volvimos muy cercanos, casi familia.                      
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