El Titiritero [COMPLETA Y GRATIS]

«Tira y jala, los hilos se tensan» El niño corrió aterrorizado por las calles en penumbras y vacías de la ciudad, sus ojos estaban llenos de lágrimas, sus piernas temblaban a cada paso que daba; pero no se detendría hasta llegar a la farola que iluminaba de forma tenue en la avenida Santa Rosa. Un impulso de adrenalina le impedía sentir la quemazón en sus muslos chirriantes de dolor; solo un electrizante sentimiento de pánico mezclado con terror parecían mantenerlos firmes, impulsandolo hacia un desesperado frenesí por sobrevivir. «Corre y corre, el Titiritero está cerca» El niño dobló las calles y apresuró su paso, si llegaba a la avenida lograría sobrevivir. Su respiración agitada lo ahogaba, sin embargo él seguía corriendo mientras mantenía en su mente el deseo esperanzador de lograr salir con vida de aquel maldito juego. «No te escondas, él ya sabe donde estas» Mierda, no le quedaba mucho tiempo para llegar a la avenida antes de que lo atrapara, lograba vislumbrar las sombras que dibujaba la farola, pero su luz aún se encontraba demasiado lejos de su alcance. «Listo o no, el juego se terminó» Esta vez, la voz se escuchó casi susurrante a su espalda, acompañada por un frío gélido que hizo encrespar el vello de su cuello. El niño intentó girarse para enfrentar al demonio cara a cara, sus músculos se tensaron en un intento por obedecer su orden silenciosa pero no llegó a completar la acción. No, ya que miles de pequeños hilos tan delgados y afilados como agujas, se incrustaron en su piel inmovilizando sus músculos, avanzando más y más a través de sus tendones. Una mano enguantada, fría como la muerte, lo sujetó con fuerza obligándolo a que volteara, para que observara el rostro del Titiritero. El horror invadió al niño, de su garganta surgió un grito de pánico que nadie escuchó. La silueta espantosa de una sonrisa se dibujó en el rostro del Titiritero, este aprovechó la oportunidad para deslizar su mano enguantada por la boca abierta de su nueva víctima; bajó y bajó a través de la garganta del pequeño mientras que este luchaba con desesperación por llevar un poco de aire a sus pulmones vacíos. Pero el Titiritero no se detuvo y siguió bajando, hasta que rozó algo que le agradó. La mano se aferró con fuerza y volvió a recorrer su camino de regreso al exterior, al mismo tiempo que los afilados hilos seguían y seguían avanzando dentro del frágil cuerpo que sostenía. En sus últimos segundos de vida, el niño vio con sus propios ojos cómo todos sus órganos se esparcieron ante él. Una figura macabra y terrorífica le susurraba una frase que no logro comprender. Luego la oscuridad lo reclamó y su conciencia se desvaneció en el olvido.