Capítulo 16:

842 Words
Victor Galante escuchaba aterrorizado la explicación de lo ocurrido en el hospital, luego de recibir la noticia de que sería el próximo al que el Titiritero atacaría. Su cuerpo entero temblaba de pánico mientras escuchaba las palabras susurradas por Felipe, en un tono tan bajo que le resultaba casi imposible oír. Era lógico, los cinco chicos habían logrado evadir las clases y se encontraban escondidos dentro de un viejo salón en desuso, apartado de los demás. —No tengo ni idea de que es o como funciona, estoy seguro de que mi padre sabe algo pero no me lo quiere decir—explicó Felipe pasando una mano por su sedoso cabello. —¿No intentaste decirle que lo comenzamos a jugar?—pregunto algo inquieta Emilia. —Si, pero no le importó en lo absoluto—contestó él, robando una mirada melancólica de sus amigos—Como sea, cuando se vayan de mi casa buscaré en su cuarto información, fotos, papeles o algo sobre el juego. Si el juego es de él, estoy seguro que tendrá algo guardado al respecto, más sabiendo cómo le afectó—concluyó Felipe. —¿Cuando conseguirás esa información? Si tienes razón, el Titiritero podría atacarme en cualquier momento—agregó Víctor mirando en todas direcciones, como si aquel ser pudiera estar escondido en una esquina. —Será hoy mismo y tú me ayudarás—contestó contestó Felipe mirándolo directamente. Todos guardaron silencio durante largos segundos, buscando las palabras correctas para hilar sus ideas. —¿Por qué no puede ayudarte nadie más? Yo soy muy torpe, tú lo sabes—susurro Víctor en respuesta. —Por que, Simón tiene el brazo roto, no podrá ayudarme a buscar entre los papeles, Mariano no puede moverse muy rápido y en el hipotético caso que nos lleguen a descubrir, a tí mis padres ya te conocen y no levantarás sospechas, en cambio Emilia sí que las levantara—explicó él uniendo los hombros en lo alto. Las palabras fueron absorbidas por sus amigos, quienes terminaron por aceptar los hechos. Al parecer, Felipe había tenido mucho tiempo para pensar bien la situación en la que se encontraban. —Hay una cosa más, ¿Recuerdan que el número máximo de participantes era trece pero solo encontramos ocho piezas? Bueno, creo que hay más jugadores—soltó entre susurros el muchacho. Esa había sido la información más importante que había logrado descubrir, incluso cuando lo hizo le pareció absurdo no haberlo notado antes. Era tan evidente ante sus ojos que pasaba desapercibido. Las palabras germinaron dentro de la mente de sus amigos, generando nuevas preguntas y dudas como producto de ello. —¿Quiénes son?—preguntó Simón con los ojos desorbitados. —¿Ellos saben cómo ganar el juego?—inquirió Emilia haciendo acopio de todas sus fuerzas para mantener su tono de voz bajo. —¿Entonces alguno de ellos es el Titiritero?—preguntó finalmente Mariano casi en un susurro. El silencio volvió a recaer sobre ellos, como si una manta los cubriera. Todos comenzaron a buscar respuesta a aquellas preguntas, de las que solo podrían tener supuestas respuestas. —Estoy seguro de que mi padre es uno de esos jugadores, y en verdad no me sorprendería en lo absoluto descubrir que es el Titiritero—contestó con un deje de tristeza y resentimiento en su voz. Esa era una verdad y posibilidad innegables; aquel hombre de traje oscuro, que acostumbraba a intimidar a las personas con una simple mirada, cuyo temple frívolo e insondable le había ganado el apodo de "el diablo", reunía las características para ser el hilador de aquel macabro juego, convirtiéndose en el principal sospechoso. Pero de llegar a ser el Titiritero, ¿Cuál era la motivación u objetivo detrás? Después de todo, Omar Barrenechea, asesino, traficante, mafioso, poderoso y peligroso, no hacía nada que no le retribuyera un bien ganancial. Esa era una de las primeras cosas que le había enseñado a su hijo, y una de sus más valiosas leyes de vida. —Pensándolo mejor ¿Cuál es el negocio que obtendría mi padre de todo esto? Si no hay un motivo razonable, dudo que él lo sea—corrigió él con la mirada perdida, embelesado en un pensamiento. —¿Entonces cómo explicas que sabía sobre el juego?—inquirió curioso Víctor La pregunta volvió a dejarlos envueltos entre más dudas, sin respuesta aparente. —Porque él no es el Titiritero, es un jugador. Tu padre es un títere—contestó de forma astuta Emilia, con emoción en su voz por el descubrimiento. Las piezas parecían adquirir forma y tomar lugar en su sitio. Uno de los ocho jugadores había sido descartado, solo quedaba descubrir la identidad de los siete restantes y averiguar cuál era su Titiritero. La alegría se esparció por el rostro de los cinco chicos, por fin tenían una alegría en conjunto para celebrar. Pero no duró el tiempo suficiente. Solo hasta que la canción comenzó a sonar por los pasillos. «Tira y jala, los hilos se tensan»
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