Capítulo 17:

980 Words
COMIENZO DE LA SEGUNDA PARTE: Las luces de toda la escuela, se apagaron de forma abrupta, dejando a los cinco amigos sumidos entre sombras y silencio. El miedo era casi palpable en el ambiente, incluso se podían escuchar los desenfrenados corazones galopantes, un sonido semejante a una tropilla de potros salvajes. Simón y Felipe, fueron los primeros en reaccionar; con rapidez se acercaron a Mariano y colocaron sus brazos alrededor de ellos, ambos intentaría arrastrar a su amigo hasta el fin del mundo de ser necesario. —Emilia, Víctor, busquen la luz—gruñó Felipe por el fatigado esfuerzo, al tiempo que comenzaban a moverse fuera del salón. Si la decadente escuela era tenebrosa a plena luz del día, presa de la oscuridad y acompañada por un demoníaco baile de sombras, era un macabro escenario de terror. Con pasos decididos y las emociones endurecidas como una roca, Emilia caminaba por los vacíos pasillos buscando cualquier milagro luminoso. Víctor la seguía unos pasos por detrás, tropezando con sus propios pies e intentando no mirar hacia los lados, sintiendo una presencia casi acosadora cernida en él. El peso casi muerto del cuerpo de Mariano comenzaba a resentirse en los dos amigos, el cansancio reclamando fuertes tirones y calambres en sus piernas; pero ninguno dijo nada al respecto. —¡Arriba!—gritó Emilia posicionada a la cabeza del grupo. Con la escasa visión del lugar, nadie podría saber a ciencia cierta su paradero, pero aquella orden implícita en su voz obligó a los cuatro chicos a mirar hacia arriba. Reflejada en las escaleras de mármol, se podía apreciar casi con total claridad una luz color amarillenta proveniente de la planta alta. Sacando vigor de donde fuera, Felipe y Simón comenzaron una carrera contra reloj rumbo a las escaleras; cuando llegaron al pie de estas, una lucha insaciable comenzó. Fuerza de voluntad inquebrantable, lealtad infinita hacia su amigo, y la adrenalina pura, se mezcló en sus venas creando el combustible necesario para ganarle a el Titiritero. «Corre y corre, el Titiritero está cerca» Volvió a canturrear aquella voz sacada desde lo más profundo del averno. —¡Es el salón de música y la puerta está cerrada!—gritó Emilia desde el segundo piso mientras se escuchaba un feroz forcejeo. Ni la canción o las palabras de Emilia los desalentaron. No cuando estaban a pocos escalones de llegar a la cima. —Déjenme y ayuden a Emilia, salvense—dijo Mariano con voz temblorosa y fatigada. —¡Cállate imbécil y levanta tu maldita pata de palo!—gruñó en respuesta Felipe, con la vista clavada en los dos últimos escalones. Mariano hizo acopio de todas sus fuerzas y levantó lo más alto que pudo la pierna lastimada, no espero a que la suela de su zapatilla se aferrara por completo al suelo antes de volver a elevar la pierna y dejarla caer en el segundo piso con un fuerte gruñido de dolor. Sintió como algo loquito y tibio comenzaba a recorrer su pierna desde la herida, al parecer lo poco que había logrado cicatrizar volvió a abrirse. «Un bajo precio que pagar» se dijo a sí mismo mientras comenzaba a moverse lo más rápido que podía, ayudado por sus amigos. —Aun no logró abrirla—dijo la voz de Emilia con un claro tono de pánico, su cuerpo siendo parcialmente iluminado. —Ven, sostén a Mariano. Víctor ayuda a Emilia—gruñó Felipe soltando a su amigo en el preciso instante que Emilia ocupaba su lugar—Simón ayúdame. No necesitaron palabras para acordar un plan, ambos hicieron lo único que les quedaba por hacer. —Víctor ayúdame—suplicó Emilia, mientras el cuerpo de Mariano adquiría mayor peso gracias a su dolorida pierna reposando en el aire. Pero Víctor no la ayudó, en su lugar permanecía unos pasos más atrás de Simón y Felipe, esperando a que la puerta fuera abierta para entrar corriendo. El chico de cabello en llamas y el de ojos verde musgo, tomaron distancia, respiraron profundo y clavaron su mirada en la puerta. —A las tres. Uno—comenzó a contar Simón intentando endurecer los músculos de sus brazos—Dos—susurró llenando los pulmones de aire puro—¡Tres!—gritó finalmente lanzándose a la carrera. El cuerpo de ambos chicos impactó de lleno en la puerta al mismo tiempo, provocando que la cerradura cediera lo suficiente para ser arrancada. Producto de esto, los dos fueron precipitados hacia adentro, cayendo de forma estrepitosa entre los instrumentos musicales. Al notar la puerta abierta, Víctor comenzó su propia carrera, olvidándose por completo de sus dos amigos unos pasos más atrás. Pero la ansiedad le jugó en contra, gracias a sus pasos indecisos y torpes, tropezó cayendo a solo cinco pasos de la salvación. El odio y la rabia explotaron dentro del alma de Emilia, quien tiró con fuerzas de Mariano arrastrándolo dentro del salón. Era una imagen digna de admiración, la pequeña y delicada hormiga, arrastrando el cuerpo de una enorme araña. «Listo o no, él juego se terminó» Canto finalmente aquella maligna voz segundos después de que Emilia logrará meter el cuerpo completo de Mariano. El alivio recorrió el cuerpo de los chicos dentro del salón, pero solo duró unos instantes; hasta que notaron las luces apagadas fuera del lugar, y a Víctor esparcido entre el sucio suelo del corredor a escasos centímetros de la puerta. Nadie se movió de su lugar, sobre todo cuando un enorme cuerpo, en extremo delgado, se materializó junto a él. El Titiritero olfateó el aire, se inclinó hacia Victor y de su boca plagada de dientes, dejó salir una larga lengua color noche. Con deleite bestial, lamió desde la altura de su cuello hasta la sien derecha dejando un recorrido de saliva pútrida a su paso, lo observó con apetitoso deseo, y exponiendo una sonrisa aterradora desapareció.
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