Comenzando desde cero
{Mila}
Copacabana, Rio de Janeiro.
— Aleksandra Volkova, te dije que vengas a ponerte bloqueador — su respuesta fue refunfuñar como lo hacia siempre que la mandaba a hacer algo.
El sol arremetía sin compasión como era de costumbre en Brasil para estas fechas, por lo que era necesario mantenernos protegidas de los rayos que mantenían las pieles bronceadas de la gente de aquí, pero que aunque me parecía hermoso mantener la piel trigueña, sabia que a mi hija le afectaba al ser tan pequeña.
Había decido tomarme unos días de descanso junto con mi hija y poder darle la atención que se merecía en sus vacaciones. Nos encontrábamos en la playa, descansando luego de haber pasado la mañana paseando por el Pan de Azúcar, recorriendo el lugar.
No me tomo contar mas de cinco segundos cuando apareció cubierta de pies a cabeza de arena, con su bañador n***o con rosa igual al mío, sonriendo de oreja a oreja. Desde que nos habíamos mudado la traía cada vez que podía a la playa a disfrutar del agua y con el pasar del tiempo se torno su lugar favorito para pasar las tardes, sentada a la orilla, solo viendo como su cuerpo se cubría de agua salada mientras yo la vigilaba de cerca, tomando sol y trabajando a la vez.
Cubrí su diminuto cuerpo con bloqueador y la deje jugar un rato mas con unos amigos que había hecho, construyendo castillos de arena. Aproveche el momento a solas para acomodarme en la cama playera y cubrir mis pechos que se habían salido de la bikini.
Agradecía a Dios que mi cuerpo luego de haber dado a luz no haya sufrido ningún cambio mas que en mis pechos. Era común que la lactancia los afectara, por lo que al terminar con ella decidí someterme a una operación de levantamiento y agrande, dejando mis nenas mejor que como las tenia en un principio, aunque sufría cuando como en este caso, ellas tuvieran vida propia y salían a divertirse en los momentos menos esperados.
Ignore por completo los hombres que pasaban por mi lado y me dedicaban palabras lascivas o simples gestos por tener un cuerpo voluptuoso. Odiaba cuando se me quedaban mirando como estúpidos o cuando sin ningún pudor se acercaban e intentaban ligar. Mi mejor arma en esos momentos era mi hija, ella se había vuelto mas que una barrera anticonceptiva sino también una espanta hombres, que alegaban no poder creer que sea madre y salían huyendo como si les quisiera imponer una paternidad de la que me había hecho cargo sin ningún problema por mi cuenta.
Había sido duro criar a una niña sola. Fue complicado en los momentos que había retomado mis estudios, siendo ella tan pequeña, pero sabia que sino tenia un futuro, íbamos a sufrir las dos a largo plazo. Por suerte pude recibirme sin ningún problema al tener demasiada experiencia en la carrera, consiguiendo un trabajo inmediato y ganando suficiente dinero para poder vivir sin ningún problema. Stefan me regaño cuando se entero, argumentando que el mismo podría haber dado referencias para poder conseguir un puesto mejor que el que tenia, pero no lo necesitaba. Deseaba demostrar con trabajo duro de lo que estaba hecha y no de influencias. Me rompí el lomo por bastante tiempo, durmiendo a penas, atendiendo a mi hija y dejándola con una amiga cuando el deber me llamaba y gracias a mi esfuerzo y perseverancia había conseguido el puesto de fiscal en Rio el mes pasado. Nunca me había tomado un descanso en estos seis años. Mi rutina se resumía a Aleksandra y el trabajo, no tenia tiempo para el ocio, no sabia lo que era divertirme hacia tiempo.
Sabia muy bien que lo que estaba invirtiendo en un futuro me iba a dar el mas delicioso fruto y lo estaba aprovechando a lo máximo.
Trabaja duro en silencio y deja que tu éxito haga todo el ruido - era mi lema.
Hace años había descubierto una cuenta a mi nombre cuando fui a pedir un préstamo para mis estudios. Sabia quien había sido el benefactor por lo que en un ataque de ira por su desaparición, decidí tomarlo sin ningún cargo de conciencia. Habia querido abrir mi propia Quimera en Brasil, sin necesidad de consultarlo con nadie, basándome en mi propia experiencia cuando lo hice realidad en Florencia así que sin pensarlo, invertí todo el capital que había en la cuenta e hice realidad mi capricho. El lugar había tomado fama con el pasar del tiempo, posicionándose en uno de los mas concurridos tanto para los turistas como para los que ya pertenecían aquí, por lo que, en un abrir y cerrar de ojos ya había comenzado a amasar una pequeña fortuna, sin necesidad de ayuda.
Como era de costumbre en mi vida, en las mañanas mi nombre era la fiscal Volkova y en los noches, con la compañía de mi hija era llamada Afrodita. Había decidido conservar mi antiguo alter ego, volviendo a jugar a ser la misma que era en el pasado, pero esta vez con otro rol.
Mi hija a pesar de su edad, conocía muy bien los negocios que tenia. Para ser una niña de tan solo seis años, era muy despierta y perspicaz por lo que comenzó a acompañarme todas las noches, ganándose el apodo de Venus, Diosa de la belleza como lo era yo. No me malinterpreten, Aleksandra era una niña, no le conté la parte en donde la gente que viene a divertirse le gusta ser atada, azotada o compartir sus cuerpos entre varios, solo omití ese pequeño detalle en el relato y preferí decirle que su mami manejaba un club de citas y baile. Habia acondicionado junto a mi despacho una habitación para cuando venia que era prácticamente todas las noches y la compartía con dos amigas que había conocido en mi época de estudiante en la facultad de derecho en Rio. Ambas me demostraron a pulso su confianza y dedicación por el bienestar de mi hija por lo que ellas eran las encargadas cuando yo tenia que salir a compartir la velada en el club o simplemente manejar papeleo tanto del trabajo de fiscal como el de Quimera.
Sentí vibrar el móvil bajo mi estomago y lo tome, para ver la llamada entrante de mi secretario. Fruncí el ceño y atendí mientras fijaba nuevamente mi vista en mi hija que corría feliz, persiguiendo un niño.
— Manoel, te había dicho que no quería ser interrumpida — me senté viendo brevemente mi pecho, corroborando que nada se haya escapado — es mi tiempo madre e hija.
Oí el murmullo, corroborando que aun se encontraba en el despacho y me impaciente cuando comenzó a tartamudear como era de costumbre cuando hablaba conmigo. Era de conocimiento en la fiscalía que le gustaba y se lo dejaba pasar por el buen trabajo que hacia, pero eran estos momentos en lo que su falta de comunicación me desesperaban.
— D-disculpe señora, es que el gobernador pidió explícitamente hablar con usted y no sabia que decirle, por lo que preferí recurrir a usted — sus palabras fueron rápidas, sin darle tiempo a respirar como era debido — discúlpeme pero no sabia que hacer.
Conocía a Wilson Witzel y sabia lo tenaz que era al momento de conseguir algo por lo que no regañe a Manoel y le concedí dicha cita que tanto necesitaba con rapidez. Tenia trato con el hace años y habíamos trabajo juntos en varios asuntos. Sabia de su profesionalismo, por lo que en ningún momento tuve desconfianza de su trato conmigo. Si necesitaba reunirse conmigo, era por que el asunto requería de mi presencia urgente.
Le concedí la cita para la semana, corte y me levante para ir a disfrutar del agua con mi pequeña que a pesar de evadir muchas veces mis cariños, terminaba llena de besos. Su carácter con los años fue forjándose a base de afecto y cuidados, con la atención que nunca recibí. Decidí no seguir el mismo patrón y no volver a repetir la misma historia, dándole a mi hija todo el amor que necesitaba de mi parte y mas. Era una mujer adulta dentro de un pequeño cuerpo, sus actitudes y charlas sobrepasaban su edad. Solía darme ánimos cuando me veía decaer por tanto esfuerzo y me sentía orgullosa de la crianza que le estaba dando al verla crecer sanamente, sin la toxicidad que me había envuelto a lo largo de mi vida. En noches, cuando velaba su sueño me permitía decaer, rememorar el pasado, comparar su rostro con el de su padre. Sus ojos tan astutos al momento de observarte detalladamente eran iguales a lo de el, esa plata liquida que me enamoraba cada vez que los posaba en los míos, lograban desarmarme de la misma manera que en un pasado me había ocurrido con él.
Aleksandra estaba al tanto que tenia un padre, aun era pronto para contarle la historia, pero sabia que en alguna parte del Mundo, su padre estaba esperando por ella. Muchas veces me pregunto por el, conocía lo que era crecer sin un padre, no saber tu historia completa y me dolía que ella este pasando por lo mismo. Todas las noches me pedía que le cuente el mismo cuento que me había inventado una noche, cuando el llanto no paraba al saber el nombre de su progenitor y el parecido que tenia con el suyo, por lo que me tomaba el tiempo de relatarle como su príncipe estaba sanando sus heridas de guerra, para poder estar completo y vivir para siempre a su lado, dándole todo el amor que se guardo por tantos años para ella. Cuando la notaba dormida, satisfecha por mis palabras, me tomaba el tiempo necesario para descargar todo el dolor que aun habitaba en mi y preguntarme una vez mas por que no había vuelto a nosotras. Cada noche que pasaba me seguía alimentando con el mismo rencor de no haber sabido mas nada de el, ni un rastro, ni una carta, nada.
Los años me habían enseñado a no esperarlo mas, era claro que si no decidió volver a nosotras como había prometido, era por que ya no le interesaba formar parte de nuestra vida. Al principio me dolió saber que en alguna parte del mundo el estuviera rehaciendo su vida, viviendo como si nosotras no existiéramos, en cambio yo, con el pasar del tiempo me volvía cada vez mas fría, mas dura con respecto a mi vida. Me habían golpeado duro desde el momento de nacer y con cada piedra tropezada, era una nueva lección por aprender por lo que este momento de mi vida, ya me había vuelto inquebrantable
Había dejado de tener comunicación con mis hermanas el día que decidí cortar con todo de raíz. No sabían mi paradero por que así lo quise y me atreví a cambiar mi nombre para dar punto final a todo. Ante el mundo ahora era Mia Volkova. Era bastante obvia la similitud con el verdadero, pero decidí darle una vuelta de pagina a mi vida y empezar una de cero, donde tanto mi nombre como mi vida en otro lugar iba a ser en blanco, sin secuestros, sin muertes, solo mi hija y yo.
Dimos por terminada la tarde cuando el sol cayo y nos fuimos directo a nuestra casa en Ipanema, cerca de la Praia de Copacabana. Con el pasar del tiempo, adquirimos un bonito departamento, con todas las comodidades necesarias, contando con un piso solamente para nosotras, con la seguridad necesaria para no tener ningún percance con nuestras vidas. Al ascender de cargo, me habían ofrecido una mansión cerca del hotel Hilton de Copacabana, argumentando sobre mi comodidad al momento de trabajar y al engorroso viaje al que me sometería por las mañanas, pero con una cortés declinación, refute sobre mi bienestar en mi actual hogar y mi poca importancia sobre el viaje. No necesitaba mudarme a mas lujos de los que ya tenia. No quería ningún regalo, donde estábamos lo había adquirido con mi trabajo y no necesitábamos nada mas por el momento.
Entramos discutiendo como era nuestra costumbre al no querer bañarse e ir a la cama. Sus objeciones sobre que me relaje y disfrute de su compañía solían divertirme pero eran estos momentos en donde mi autoridad salía a relucir y con una simple mirada y palabras firmes, dio un fuerte pisotón y desapareció en su habitación para cumplir con mi orden. Hoy tenia una noche importante en Quimera y no quería que Lexi estuviera en el club, era necesaria mi completa presencia ya que varios comensales decidieron visitarlo, con la esperanza de conocer un poco mas de lo que este bello país tenia para ofrecerles y cerrar varios tratos. Eran hombres importantes, de varios países que requerían mi lugar para pasar la noche y como buena anfitriona era mi deber agasajarlos con lo mejor que les podía ofrecer. Habia determinado luego de que terminaran varias remodelaciones volver a bailar. Cuando lo hice en Olimpo disfrute el momento, por lo que era un buen motivo comenzar a hacerlo esta noche.
Cuando Camila llego a casa, le di varias instrucciones que ya conocía a la perfección pero que tampoco estaban de mas recordárselas y me fui en el momento que me despedí de mi hija, prometiéndole volver lo antes posible para dormir juntas.
— Escuche que esta noche es importante —la voz de Cami transmitía picardía cuando me alcanzo el bolso y rió en voz baja al ver mi cara de culo en respuesta.
— Es mejor que te calles y me llames si pasa algo —refute en cuanto me termine de calzar mis tacones de quince centímetros negros y alisé mi falda de tubo negra junto con mi top rojo - deséame suerte, loca.
Camila se había convertido en una buena amiga que conocí cuando estaba en la universidad. Una Argentina con ganas de comerse el mundo por lo que a penas intercambiamos las primeras palabras, no nos alejamos mas. Se convirtió mi confidente, la madrina de mi hija y mi mano derecha en todo lo relacionado con mi doble vida. Era la que se ocupaba con todo lo legal cuando mi cabeza se sobrepasaba de trabajo y la que llevaba mis finanzas ya que su padre era contador y había aprendido de el a lo largo de su vida, otorgándome la suficiente confianza como para dejar en sus manos mi dinero con los ojos cerrados.
— Suerte nena, espero que esta noche puedas relajar un poco y cogerte a algún pai rico — su risa no tardo en aparecer cuando le golpee un pecho con el puño cerrado y acompañe sus risas. Era una mujer que con su sola presencia, te daba un soplo de aire fresco a la vida.
— Sabes que no estoy para eso, Cami — mi vida s****l se había esfumado desde el momento que salí de Milán.
Sus ojos se pusieron en blanco y me empujo hacia la salida, cansada de que siempre le diga lo mismo, prometiendo que me ayudaría con algún amigo a quitar las telas de arañas que seguro habitaban en mi coño.
Salí sonriendo hacia el ascensor y me acomode el bolso en el antebrazo, sacando el móvil y marcando a Florencia, hermana de Camila y ayudante esta noche en Quimera.
— Hola preciosa —ronroneo cuando atendió y suspire al ver la misma actitud que su hermana.
— Flor, necesito que tengas todo preparado para cuando llegue — mire mi reloj y maldije al ver lo atrasada que estaba — Dime que mis cosas llegaron y están en el camerino.
— Claro, jefa — oí como daba indicaciones mientras hablaba conmigo y lo autoritaria que podía llegar a ser cuando yo no me encontraba en el lugar — esta todo listo para que traigas tu duro culito aquí y hagas brillar el lugar.
La regañe entre risas y termine de bajar al estacionamiento para subirme al Lexus Fa deportivo blanco que utilizaba solo para salir sola. Me acomode, quitando mis zapatos y salí a toda pastilla hacia Quimera, ubicada cerca de la Praia do Leme, lugar perfecto en donde su localización había atraído la atención de gente en todo el mundo por su aspecto contemporáneo.
Al llegar, varias personas se quedaron maravilladas por el auto que manejaba, tomándole varias fotos y admirando con ojos abiertos el momento en el que salí para entregarle las llaves a uno de mis valet. Varios hombres se sorprendieron al verme, reconociendo mi rostro y observaron mi cuerpo como si de una pedazo de carne se tratara. Omití los murmullos y me adentre sin perder tiempo, asegurándome que nadie mas note mi presencia en el club.
— Bienvenida, Afrodita — Florencia apareció enfundada en un hermoso vestido corto de color n***o con destellos dorados, acompañado de unos tacones de infarto que habíamos comprado a principio de semana y el cabello recogido en una cola alta, dejando su cuello al descubierto - déjame decirte que estas para comerte sin cubiertos - me guiño un ojo y accedió cuando la abrace para luego plantarle un gran beso en la mejilla.
— Gracias, tu no te quedas atrás, beleza — alague cuando giro provocativa y se gano varias miradas de los trabajadores - vamos no quiero perder mas tiempo, necesito estar presentable ¿A que hora es la reservación?
Flor abrió la tableta en sus manos y toco varias veces hasta que encontró la lista con las reservaciones —Diez treinta —revise mi reloj y comencé a correr — en veinte minutos exactos.
Asentí dándole la razón y camine apresurada, saludando a todos los que me encontraba.
— Señora Afrodita — Fernando, mi presentador me saludo apenas me vio ingresar al despacho y como siempre, me alago el atuendo que traía puesto.
Para haber entrado en sus cuarenta, estaba mejor que cualquier veinteañero de la ciudad y si no estuviera en un luto permanente con mi sexualidad me lo hubiera follado a penas lo conoci, lastima que fuera completamente gay, de pies a cabeza.
— Hola Nando — le di dos besos y lo invite a tomar asiento mientras corroboraba los atuendos que había mandado a traer — necesito que hoy te luzcas con tu desempeño, tenemos invitados con muchos ceros en sus cuentas y es necesario tenerlos felices.
Asintió, acomodando su impecable traje y acomodo una pierna encima de la otra.
— Déjalo en mis manos, pequeña, todo saldrá como siempre ... Increíble. Tu relájate y disfruta que hoy es tu noche - guiño un ojo y salto cuando sintió su móvil vibrar — lo siento Afrodita, si no lo atiendo, me asesina — y con eso me dejo sola para atender a su marido.
Acomode las perchas en los colgantes y saque el vestido con el que me iba a presentar luego del espectáculo y la lencería para el escenario. No quería nada provocativo, pero a mis treinta años, casi treinta y uno era necesario volver a sacar mi cuerpo a la luz aunque sea una vez mas. No tenia vergüenza, al contrario, me encantaba mas que nunca. Habia cambiado varias cosas con el pasar de los años, desde el color del cabello, hasta la tonalidad de mi piel, quedando satisfecha cuando volví a mi color natural de pelo, quitando el lacio, adoptando algo mas salvaje.
Quite mis prendas para enfundarme en el conjunto de encaje rojo en la parte de arriba y turquesa en la parte de abajo, compra exclusiva de un desfile en Victoria Secret, acompañando con botas hasta los muslos de charol n***o.
Peine a penas mi cabello, batiéndolo un poco y me aplique el maquillaje necesario mientras bebía un vaso de vodka, ayudándome a entrar en calor a la vez que veía las cámaras de seguridad. El club ya se encontraba casi lleno, las habitaciones habían comenzado a utilizarse y el salón de show y baile ya estaba a rebosar por lo que haciendo una rápida llamada a Camila para checar a Lexi, me prepare para mi entrada. El club había vuelto a reabrir sus puerta, cambiando la fachada por completo, dándole un toque mas perverso que el que tenia al principio. Me aplique un poco de perfume cuando note a Florencia detrás mío, mirando con la boca abierta mi impecable transformación.
— Carajo, Mila —se acerco hasta quedar al lado mío y sonrió traviesa — quien diría que mi jefa tiene su lado puta.
Si supieras amiga, si supieras.
— Mia, Flor— empuje cuando seguía mirando cada detalle de mi cuerpo —recuerda que ahora soy Mia por dios.
Ellas conocían mi historia. Les había contado una noche que me había desmoronado y emborrachado todo mi pasado pero jamás me vieron vestida de esta manera. Siempre estaba de traje o con vestidos sugerentes, pero jamás en ropa interior. Sabían que tenia buen cuerpo al verme siempre en bikini, ya que al vivir en un lugar cálido, era común ir a la playa juntas pero nunca de esta manera.
Sonreí satisfecha mientras me informaba que estaba todo listo para mi aparición y que los comensales ya habían llegado cuando la puerta fue abierta, apareciendo la mitad de Fernando. Me asuste cuando un grito muy afeminado salió de el y corrió hacia mi, tomando mis hombros mientras miraba todo mi cuerpo.
— ¿Dónde esta la frígida de mi jefa? —tomo mi cabello y con un manotazo juguetón se la aparte.
— Idiota —me reí cuando con Flor mraban impactados pero felices que salga un poco de mi zona de confort para hacer mi presentación como dueña del lugar.
Si me hubieran visto hace años bailar en el Olimpo, se hubieran caído ambos de culo, sin contar con Camila que hubiera querido pagar por mi solo por el simple hecho de competir con los babosos que me regalaban flores y ofertas todas las noches.
—Bueno bueno, vamos a lo importante — cambio en un minuto de amiga loca a hombre trabajador, escuchando por un pequeño dispositivo en su oído —en cinco minutos sales a escena my love, me voy adelantando — me tiro un beso mientras salía por donde apareció.
Tome el mismo camino, con mi amiga al lado y es cuando los recuerdos agolparon en mi mente. Ana acompañándome todas las noches en mi recorrido hacia el escenario. Las charlas antes de salir, los secretos compartidos.
Joder, la extrañaba tanto.
Limpiando una lagrima escurridiza, respire profundo, atesorando cada uno de los recuerdos en mi mente y le dedique una vez mas otro logro que iba a conseguir.
— Te lo dedico, Anita.
Murmure sin que Flor escuchara y comencé el recorrido hacia el escenario.
Era momento de volver a mostrar de que estaba hecha.
SE ARRANCA FUERTE!!!