Dos

2870 Words
Apliqué labial rosa sobre mis labios y me miré por el espejo retrovisor. Venía a buscar a Jayce al departamento de Jay, donde se estuvo quedando durante todo el fin de semana. Me costaba admitir que quería verme bonita, que me sentía nerviosa al saber que lo vería de nuevo después de al menos dos semanas desde la última vez. Le pedí a Jett que la viniera a buscar por mí, pero al parecer, tenía una cita con una chica desconocida y no pudo. Y tomando en cuenta que a Britanny Jay no terminaba de caerle bien, pedírselo a ella no era una opción viable. Pero más allá de eso, no podía seguía actuando como una chiquilla. Parecía que le tenía miedo al padre de mi hija, él también podía verlo. Tenía que superar lo que una vez vivimos, alejar todo aquello de mi mente y concentrarme en mi presente y en el maravilloso novio que tenía. En que seríamos felices, y para eso tenía que perderle el miedo a volver a ver a Jay Colton. Determinada, bajé del coche y me dirigí hacia su apartamento. Era domingo por la noche, así que casi ningún auto pululaba por la calle desierta. Mañana tenía escuela temprano, así que acepté que se quedara con su padre durante el fin de semana para poder terminar mi trabajo atrasado. Además de salir con Patrick al cine y terminar en un hotel de la ciudad haciendo el amor. Hace años, si me hubiesen dicho que terminaría con otro hombre, no lo habría creído. Nunca se me pasó por la mente que pudiera aceptar los besos y caricias de otra persona que fuera Jay, pero para ese entonces no sabía que me haría mierda el corazón. A pesar de que nuestra hija mejoró todo en nuestras vidas, eso no borraba todo el infierno que pasé a su lado. No por su culpa, pero sí por si inestabilidad emocional y su hermetismo. Sacudí la cabeza cuando saludé al portero, me conocía y siempre me dejaba pasar sin avisar antes, probablemente porque Jay le dio permiso. Me metí en el ascensor y conté los pisos con nerviosismo, no podía evitarlo, la sangre corría rápidamente cuando sabía que iba a verlo. Para cuando llegué al piso, simplemente fui hacia su puerta y toqué, mi pie se movía constantemente con nerviosismo. Joder, ¿qué pasaba conmigo? Tenía que superarlo de una vez, no podía seguir actuando como una adolescente hormonal cuando lo veía. Abrió la puerta y silencié mi discurso mental. Mi boca se secó, porque joder, estaba sin camisa. Un paño amarrado a su cintura y las gotas de agua aun corrían por su musculoso pecho. Había ganado un buen bronceado, por lo que su piel estaba un poco más oscura. Los dibujos de su reciente tatuaje se veían brillantes y llamativos, dándole todavía más un aspecto de chico malo. Y ni hablar de su cabello largo cayendo húmedo por su cabeza. —¿Kate? —preguntó, y sacudí la cabeza, dándome cuenta de que era la tercera vez que me llamó por mi nombre. — ¿Estás aquí o en otra parte? Negué con la cabeza, mis mejillas poniéndose calientes y sonrojadas. —Lo siento, estaba distraída —mentí y él lo sabía, su media sonrisa socarrona me lo hizo saber. Joder, habían pasado muchos años desde que nos conocimos, pero a veces sentía que era como antes, que seguía siendo aquella Kate lujuriosa que no podía apartar los ojos de Jay. — Vine por Jayce. Él asintió y se hizo a un lado para que pasara. Procuré no tocarlo, pero al entrar, Jay no se echó para atrás y no pude evitar que lo rozara mi brazo en su pecho. Aquello envió una ráfaga de emoción a mi pecho, porque llevaba demasiado tiempo que no lo tocaba. ¡Tenía un novio, Dios santo! Ignorando el estremecimiento de mi cuerpo, pasé directamente hacia la sala de estar. Había algunos juguetes de Jayce tirados por el suelo, pero en general, todo estaba limpio y ordenado, como Jay. Le gustaba todo controlado y sabía que era difícil para él porque mi hija no podía ser más desordenada, al menos eso lo había sacado de mí. —Le envié un mensaje a Jett para que no viniera a buscarla hoy, su profesora me envió un mensaje para informarme que mañana tendría una reunión con los padres, así que pensé en llevarla temprano y luego irla a buscar y dejarla en casa —sugirió, utilizando otra toalla para secarse el cabello. La verdad, no podía concentrarme en lo que estaba diciendo cuando lo tenía semi desnudo frente a mí. Tragué fuerte y me concentré en otras cosas, llevaba unas semanas sin sexo y mis hormonas estaban desesperadas, lo que no era bueno, no en este momento. —¿Puedes irte a vestir? Te esperaré aquí —pedí, dejando mi bolso a un lado del sofá para tener algo que hacer. —¿Te molesta que esté en toalla? —preguntó, alzando una ceja. — Pero si nadie me ha visto más desnudo que tú. —Jay, por favor —regañé, enojada. No con él, sino porque sus palabras me habían encendido una llama dentro de mí. — Solo vístete. Asintió y agradecí al cielo cuando no puso más resistencia ni dijo nada más fuera de lugar. Después de meterse en su habitación, fui a la cocina por un vaso de agua, simplemente para resistir el impulso de entrar en la habitación y acabar con todas las fantasías sexuales que implicaban un cavernícola jodidamente sexy. Tenía que pensar en Patrick, no era del tipo sexy, ni que te enloquecía, pero era amable, bondadoso y bonito. De vuelta a la sala de estar, me senté de nuevo en el sofá. Algo más llamó la atención, tirado en el suelo estaba una tanga roja rosa. Mi pecho estalló en dolor, algo parecido a los celos me inundaron, porque sabía bien que eso no era de Rachell, solo había que conocerla un poco para darse cuenta de que ella odiaba el color rosa, nunca traía ninguna prenda de ese color, decía que le recordaban su niñez y lo odiaba totalmente. Si no era de Rachell, entonces era de otra mujer. ¿Estaba Jay saliendo con alguna chica, o solo era una mujer de una noche? A través de los años, nunca lo había visto salir con nadie, y lo agradecí desde el fondo de mi corazón, porque si lo hubiese visto estar con otra chica, me habría partido el corazón de nuevo. Pero ahora era diferente, desde el momento en que comencé a salir con Patrick, todo entre nosotros cambió. Nuestra relación antes escasa, ahora solo se trataba de Jayce y nada más, sabía que lo había lastimado, así que era entendible si él quería seguir con su vida al lado de otra mujer. Pero dolía, dolía cuando pensé que esa herida ya estaba curada. Me guardé mis sentimientos y tragué el nudo en mi garganta, cuando lo vi salir de nuevo de su habitación, ya vestido. Seguía viéndose bien, pero ahora el no tenerlo casi desnudo frente a mí me tranquilizaba bastante. —No tengo problema con que te quedes con Jayce otro día más —murmuré, levantándome del sofá. — Pensaba ir con Patrick a la reunión, pero si quieres ir no hay problema. Una vena de su cuello se brotó y tensó la mandíbula. Aquello me hizo ver que mis palabras lo irritaron, aunque no estaba la oscuridad de siempre en sus ojos. —¿Pensabas ir a una reunión de padres con tú novio? — preguntó. Pellizcó el puente de su nariz y respiró con fuerza. — ¿No se te pasó por la cabeza que yo debía ir? Me encogí de hombros. —Pensé que te irías Alabama esta noche, simplemente creí que no te importaría. —¡Por supuesto que me importa! Sé que tienes un jodido novio nuevo, pero Jayce sigue siendo mi hija —gruñó, luciendo como el Jay que tanto conocía. No estaba perdiendo el control ni de cerca, pero se irritaba con facilidad y eso nunca podría cambiarse. Respiré profundo yo también, porque si perdía el control, ambos íbamos a salir perdiendo. —También es mi hija, por supuesto que no se me olvida quien es su padre —respondí, frunciéndole el ceño. — Estás actuando como un idiota. —Y tú actúas como una egoísta, ¡compré un jodido departamento para estar en la vida de Jayce! ¿Crees que quiero perderme algo de ella? —Sé que no quieres perderte de la vida de Jayce, ¡no pretendo quitarte eso! Pero aun vives a unas horas de distancia, pasas casi toda la semana lejos y a veces Patrick me acompaña, no tiene absolutamente nada de malo. —Pues la próxima vez que quieras dejarme de lado por tú jodido novio, intenta preguntarme primero —respondió, sumamente enojado. — Joder. Caminó hacia la puerta y la abrió, haciéndome una señal para que saliera. Pero no lo hice, simplemente me quedé mirándolo. Conocía a Jay, seguramente más que nadie en el mundo, inclusive más que Rachell, y algo estaba mal con él. Durante estos años, nunca lo vi tan enojado como ahora y muchos menos por una tontería, Jay parecía retroceder y no tenía idea de por qué. Fui hacia la puerta, mientras él me miraba en silencio, pero no salí, en cambio, cerré la puerta de nuevo en sus narices. Maldijo, pero no me dijo nada, porque sabía que esa actitud de chico malo conmigo simplemente no servía. —¿Qué está pasando? —pregunté, a pesar de que sabía que ya no era mi problema, Jay seguía siendo el padre de mi hija y dentro mí, aun quería su bienestar. Sus ojos se encontraron con los míos, ya no estaban fríos como el hielo, estos años lo habían ayudado bastante, pero algo diferente ocurría por su mente estos últimos días. —¿De qué estás hablando? —preguntó. —Te conozco, y sé que hay algo que te está molestando —murmuré. — ¿Ha pasado algo? Sus ojos brillaron, como si por un momento estuviéramos años atrás en el tiempo, como cuando aún éramos pareja, cuando aún nos amábamos y apoyábamos el uno al otro. Esos tiempos cambiaron, ahora él tenía un psicoterapeuta, y yo un novio que iba a estar allí para mí siempre. Cerró sus ojos brevemente y mi corazón cayó, porque esa expresión de dolor ya me la conocía, demasiado bien. —Han regresado mis pesadillas —explicó. — Tengo algunos días sin poder dormir bien, porque todo lo que sueño cuando cierro mis ojos es a mi padre. Sentí su dolor, Jay y yo estábamos conectados de una manera en la que podía sentir su sufrimiento y aquello aun me hacía sufrir a mí. Tenía miedo también, de que aquello frenara todo su progreso, de que lo hiciera volver atrás, al hombre hermético y lleno de ira que conocí un día. Porque a pesar de que no estábamos juntos, Jayce se merecía mucha más que eso. Sin poder evitarlo, puse mi mano en su brazo, una manera de darle apoyo. Jay se tensó, pero un segundo después, su cuerpo se relajó y me miró directamente a los ojos. Recuerdos de hace años, cuando mi toque era todo lo que necesitaba para sentirse mejor me inundaron, y entonces, quité la mano rápidamente. Ya no estábamos en el pasado, era el presente y en este no teníamos ese tipo de intimidad. —Lo siento —murmuré, carraspeando para tratar de relajar el ambiente. — ¿Has tenido contacto con él o algo? Jay asintió, mirando sus enormes manos. —¿Por qué no preparas café y hablamos un rato? —pregunté, algo dentro de mí me decía que esta conversación sería difícil. —Creo que mejor lo preparas tú, al menos si no quieres correr a urgencias por una intoxicación —bromeó, haciendo que sonriera. Sonreí con él, porque una broma sencilla siempre era refrescante ante un ambiente tenso. Fui hacia la cocina, maravillándome de lo bonita y amplia que era, aun para ser un departamento. Tal vez el dueño anterior le había gustado cocinar, porque era enorme y exquisita. Busqué en las alacenas, dándome cuenta de que como siempre, no había mucha comida. Mayormente era comida para bebé y seguro la que mantenía solo lo hacía por Jayce. Me gustaba darme cuenta de que a pesar de que Jay no cocinaba un carajo, procuraba hacerlo por su hija. Estaba segura de que pasara lo que pasara, él iba hacer todo por ella. Después de hacer el café, me senté en el sofá con él. Procuré guardar un poco de distancia, me daba miedo cometer el mismo error de nuevo y atreverme a tocarlo. De cierta forma, sentía que estaba faltándole el respeto a Patrick si lo hacía. —Me ha estado llamando estas últimas semanas —dijo, cuando le entregué un poco de café. No le eché azúcar, sabía que no le gustaba. —¿Le atendiste? —pregunté, un poco incrédula de que lo hubiese hecho. —No sabía que era él, me estaba llamando desde la cárcel —explicó. — Quería saber si estaba dispuesto ayudarlo a salir de la cárcel. Está optando por libertad condicional, ha estado trabajando en la cárcel y su abogado le dijo que había posibilidades de que lo soltaran por buen comportamiento —bufó. —No puedes estar hablando en serio —solté, incrédula. Aquello me puso los pelos de punta, escuchar que su padre lo había llamado desde la cárcel, desde donde está por matar a su madre. Ciertamente tampoco creía que estuviera portándose bien, era un monstro, lo que había hecho lo tuvo que haber mandado a la silla eléctrica. —Quiere que lo ayude, que haga un informe sobre cómo lo perdoné y cómo quisiera que la corte también lo perdonara por asesinar a mi madre —murmuró, dejando el café en la mesita sin siquiera tocarlo. — Espera que lo ayude después de lo que me hizo. Joder, me hubiese gustado tener al tipo enfrente para darle un puñetazo. No era justo lo que estaba haciéndole a su propio hijo, no había que ser muy inteligente para darse cuenta de que una sola llamada de su padre había abierto la herida de nuevo. Escuchar su voz y recordar todo lo que les hizo, a él y a su madre, debía estar matándolo por dentro. Y a mí me mataba un poco no poder ayudarlo, no como antes. Porque después de cómo terminaron las cosas, me di cuenta de que Jay tenía que salir del hoyo en el que estaba por él mismo. —No sé qué decirte —respondí con sinceridad. — Sé que esto tiene que ser difícil, sé que debes sentirte como cuando eras un niño, pero ya no eres más eso Jay, ahora tú tienes el control, no puedes dejar que te perturbe. —No me siento en descontrol —argumentó, mirándome a los ojos. — Las cosas son diferentes ahora Kate, puedo ver más allá de mi rabia, pero eso no borra los recuerdos, esos ahora son los únicos que me atormentan. Tragué fuerte, a mí a veces también me atormentaban los recuerdos, pero no aquellos que te quitaban el sueño, si no uno todos lo contrario, esos que te hacia anhelar algo que ya no existía. —¿Hay algo que pueda hacer por ti? —pregunté, porque era capaz de mucho por ayudarlo, siempre y cuando no me arrebatara mi salud mental como antes. —Me diste una hija, no pudiste haber hecho más por mí —respondió, haciendo que mi piel hormiguera por sus palabras. — Antes te tenía a ti para mantenerme lucido, ahora la tengo a ella y sé que no puedo equivocarme. Asentí, pensando en esa pequeña niña de cinco años que era el mundo de los dos. Jay no tenia idea de que hacia dos semanas me había llegado aquel regalo y esperaba mantenerlo así. Si se enteraba, entonces movería cielo y tierra para saber quién había sido el responsable y por qué estaba metiendo a nuestra hija en eso, se enfurecería y lo menos que necesitaba ahora era preocupar a todos. Ya estaba moviéndome con el chico de la paquetería para que me diera información. Además, por lo que me daba cuenta, Jay ya tenia suficientes problemas, uno más para agregar sería peligroso. —¿Solo a ella? —pregunté, sacando esos pensamientos de mi mente, concentrándome mejor en la tanga fucsia que había en su mueble. Jay frunció el ceño. —¿A qué te refieres? —preguntó, confundido. Me levanté de un salto, porque no quería seguir hablando. Pensar en Jay con otra mujer, desnudos, follando, era algo en lo que definitivamente no quería pensar. —No importa, solo olvida lo que dije —susurré, tomando mi bolso. — Tengo que irme, yo… nos veremos mañana en la reunión de padres. —Kate espera —llamó, pero yo ya estaba yéndome, saliendo por la puerta. Si seguía un segundo más allí, algo iba a pasar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD