Capítulo 12

1514 Words
Alana: La noche se estiraba delante de mí como un abismo sin fondo y por mas cansada que estaba, no podía dormir, mi mente no dejaba de trabajar, estaba llena de pensamientos y posibilidades. Sabía que tenía que tomar una decisión, pero no sabía cuál era la correcta, o mejor dicho la menos dolorosa. Si rechazaba a los alfas, los cuatro moriríamos, esa era la puta realidad, pero si los aceptaba, tendría que hacer borrón y cuenta nueva, olvidar todo el dolor y la humillación que me habían causado, y malditamente no podía hacerlo, queria que se arrepintieran de cómo me trataron, pero que lo sintieran realmente, que el sueño no los encontrara, que se preguntaran una y mil veces que hacer conmigo, como yo pensé tantas veces que hacer para que no me odiaran, para que no me lastimaran, a la mierda lo de ser una luna piadosa y comprensiva, porque yo no merecía lo que me hicieron y no estaba dispuesta a solo dejarme ser, durante años viví como una inútil, menos que una humana, ahora mi lado animal no me dominara, no lo permitiré. Pero eso no evitaba que me sintiera atrapada, sin salida, porque la diosa sabía que no quería morir, pero tampoco quería entregarme a ellos sin luchar, y mientras los minutos pasaban, lo decidí, mi única opción, decidí que lo mejor que podía hacer era mantenerme en el borde, no rechazarlos, para no morir, pero tampoco aceptarlos, queria verlos sufrir, como ellos lo hicieron conmigo. Claro que había un gran problema a mi maravilloso plan, sabía que mi lado animal iba a exigir más, iba a querer aparearse con ellos, sentir su calor y su protección, esa misma que no me dieron durante estos años, pero yo no podía permitir que eso pasara... No todavía, no hasta que estuviera segura de que podía confiar en ellos…. ¡Por la diosa Alana, malditamente lo estas considerando, eres una idiota, y ante mi gran descubrimiento, solo me queda por golpear la almohada, si, como si fuese una cría, y creo que estoy mas perdida que antes cuando solo era humana, cuando había decidido quedarme con mis amigos, buscar mi lugar en el mundo, ahora… sé que no soy yo, jamás hice berrinches, jamás pensé en vengarme, solo en escapar… maldición, ¿es mi lado animal que me hace pensar de esta forma?, bien sea lo que sea, solo me queda apegarme a este patético y nada ingenioso plan, mantener la distancia de mis compañeros, estar cerca de ellos solo lo necesario para que nuestra unión de lobos funcionara, pero solo eso, los usaría para continuar viviendo. No sería fácil, pero estaba dispuesta a intentarlo. Trataba de convencerme en cada segundo que pasaba que este plan funcionaria, pero la noche se iba desvaneciendo poco a poco, y yo seguía despierta, pensando en el futuro. ¿Qué pasaría si no podía mantener la distancia? ¿Qué pasaría si mi lado animal se imponía? No sabía las respuestas, pero estaba dispuesta a luchar por mi libertad y mi dignidad. La oscuridad de la habitación comenzó a iluminarse con la luz del amanecer, y yo seguía allí, sentada en la cama, pensando en lo que estaba por venir, al menos mis heridas ya estaban curadas, al fin tenía un beneficio de tener mi espíritu de loba y gracias a ellos, sentía que estaba lista para enfrentar lo que fuera, pero no sabía si estaba lista para enfrentar a mis propios sentimientos. Sin querer seguir perdiendo tiempo, me di un baño, y me vestí con lo primero que encontré, mi vestidor no era muy variado, y eso se lo debía a Osiel, algo que me hizo gruñir, y luego reír, debería aprender a controlar esto, o mis amigos se darán cuenta que algo no está bien conmigo… ¿me dejaran regresar a la universidad? — Pero ¿que estoy diciendo? — me regaño viéndome al espejo. — No eres una esclava, ni una cautiva, eres Alana, la luna de esos Alphas estúpidos y abusivos, no les debes nada a ellos, no tienes por qué obedecerlos. — no pude evitar maravillarme al ver mis ojos, cambiar de color, al parecer, mi loba estaba de acuerdo conmigo. — Son ellos los que deberán obedecer ahora, o siempre puedo rechazarlos. Y con eso en mente, bajé las escaleras y entré en el comedor, donde todos estaban sentados alrededor de la mesa, esperando por mí, me sentí un poco incómoda, al tener la mirada de todos sobre mí, y no pude evitar recordar cómo hasta hace unas horas, “mis Alphas” ni siquiera querían verme, ignore con éxito la sensación de satisfacción al verlos de esa forma, al pendiente de cada paso que daba, y tome mi lugar, por desgracia al lado de Edur, como la noche anterior, estaba a punto de saludar a los reyes, cuando Otto se levantó de su silla y se acercó a mí, sonriendo. —Buenos días, Alana — dijo, mientras me ofrecía un plato de desayuno, repleto de frutas frescas, tostadas, huevos y tocino, un desayuno como el de ellos, fresco y delicioso. — Te he preparado algo especial. Pero al comprender sus palabras, y lo que estas implicaban, que no era otra cosa que el hecho de que Otto preparo mi desayuno, se me formo un nudo en el estómago al ver el plato nuevamente. Sabía que Otto había preparado ese desayuno para mí por una razón específica, la vez que lanzó su propio desayuno al piso de la cocina y me obligó a comer cual perro, mientras sonreía, y ahora, estaba tratando de compensarlo con un gesto amable, ¿en verdad pensaba que era tan estúpida como para fingir demencia? —No tengo hambre. —dije, tratando de rechazar el plato, con sutileza, podria querer su perdición, pero no por eso haría sufrir a los reyes, ellos no debían culparse por cómo eran estos idiotas. Pero Otto no se rindió y me lo ofreció de nuevo, con una mirada suplicante en sus ojos. —Por favor, Alana. —dijo— Come algo, estas muy delgada, y anoche no cenaste, si no te gusta esto, puedo prepararte otra cosa. Quien lo viera diría que es un Alpha enamorado, dispuesto a cuidar de su luna, y aunque no queria ser grosera frente a la luna Lina, yo no quería comer, no quería aceptar su gesto amable después de todo lo que me había hecho, de recordar como disfruto el verme de rodillas, la forma en la que empujo mi cabeza hasta que mi boca se abrió y recogió un pedazo de tocino, me sentí enfadada y dolida, y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas y por supuesto, Osiel y Edur se dieron cuenta de que algo estaba mal, porque sus malditos ojos estaban en mí, eso quedo más que claro cuando aparte la mirada del plato y los observe, como se miraron entre sí y luego se volvieron hacia Otto. —¿Qué pasa, Otto? —preguntó Osiel— ¿Qué le hiciste a Alana para que no quiera comer? — al parecer el hecho de que Osiel sea CEO, le ha concedido un buen ojo para saber cómo se ve alguien que lleva la palabra culpable grabada en su rostro, sin embargo, Otto se quedó callado, mirando hacia abajo, observando el plato que había preparado para mí, sabía que había hecho algo malo, y ahora estaba pagando el precio, deseaba carcajearme de su expresión dolida, tendría que hacerlo, o aunque sea sonreír, como el sonreía cuando me hizo aquello. —No es nada. —dije, tratando de defenderlo, y me odié por eso, ¿Por qué lo seguía cubriendo? — Solo no tengo hambre. Y mientras Alana no comprendía porque aún defendía a Otto, el mencionado, se sentó en su silla, mirando hacia el vacío. No podía comprender por qué había hecho lo que hizo. ¿Por qué había obligado a Alana a comer del piso? ¿Qué había pasado por su mente en ese momento? Ahora se sentía confundido y arrepentido. No podía entender cómo había podido hacer algo tan cruel y humillante, con la desolación grabada en su rostro, se pasó la mano por el cabello, tratando de sacudir la sensación de culpa que lo invadía, sabía que había sido un error, un error grave, y ahora, Alana no quería comer el desayuno que él le había preparado, no quería aceptar su gesto amable y con toda razón, pero se sintió aun peor, cuando Alana les recordó que su estómago casi no aceptaba comida, gracias a los años en que se la había privado de un buen alimento, aunque no lo dijo con esas palabras, Otto recordaba todo lo que ella había dicho la noche anterior, y sintió un nudo en el estómago, cuando la vio salir al jardín, dejando en claro que no los queria cerca de ella, sabía que había perdido la confianza de Alana, y lo peor que sabía cómo recuperarla, se sentía impotente, sin saber qué hacer para arreglar las cosas.
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