Alana despertó lentamente, sintiendo el calor reconfortante de un cuerpo junto al suyo, la luz tenue de la mañana se filtraba a través de las cortinas, envolviendo la habitación en una cálida penumbra, la joven parpadeó para despejar el sueño de sus ojos y, al girarse, se encontró con Otto, dormido profundamente a su lado.
Por unos instantes, simplemente lo observó, permitiéndose disfrutar de la quietud del momento, el rostro del Alpha, a menudo adornado con una expresión seria y dominante, era ahora suave y relajado, tanto así que, parecía tan vulnerable, tan humano, que Alana sintió que una inusitada ternura se apoderaba de ella, porque este no era el alfa que siempre estaba listo para liderar, proteger o luchar, o en su caso, el Alpha cruel que antes la veía de forma despectiva, este era Otto, un hombre con pequeñas particularidades que lo hacían único, incluso entre sus hermanos.
Mientras Alana lo miraba, sus ojos recorrieron su rostro con un detenimiento casi reverente y fue entonces cuando descubrió un pequeño lunar cerca de la nariz de Otto, algo que no había notado antes, porque nunca se atrevió a verlo con tanto detenimiento, era un detalle tan diminuto y sencillo, pero por alguna razón, llenó a Alana de una calidez inexplicable, porque ese lunar, esa pequeña imperfección, le recordó que incluso alguien tan fuerte como Otto tenía matices que lo hacían especial, humano y único.
Y fue cuando el recuerdo de su despertar en el departamento de Osiel cruzó por su mente, en aquella ocasión, se había sentido sola al abrir los ojos y encontrar la cama vacía; incluso quizás, usada, pero se obligó a recordar que Osiel, siempre fue madrugador, y que había abandonado la habitación antes de que ella despertara, para prepararle el desayuno, además que en el departamento también estaba Edur aquel día.
Sin embargo, esta vez era diferente, porque Otto estaba allí, con su cuerpo sereno y su respiración acompasada, convirtiéndose en el primer hombre con el que despertó a su lado, Otto, el que fue el segundo en nacer, de los trillizos, se convertía esa mañana, en el primero de sus compañeros con el que ella pasaba una noche y despertaba a su lado al día siguiente, y este simple hecho hizo que su pecho se llenara de una emoción que aún no sabía cómo nombrar.
De repente, los ojos de Otto se abrieron, encontrándose con los de Alana, y por un breve segundo, no hubo palabras, solo una conexión silenciosa que parecía abarcar todo lo que no se atrevía a decir en voz alta, sus miradas se entrelazaron, y en ese instante, el mundo pareció detenerse, hasta que una ligera sonrisa se dibujó en los labios de Otto, y Alana sintió que su corazón se derretía.
—Buenos días, mi luna. —murmuró el Alpha, con la voz suave y aún impregnada de sueño y Alana sintió una calidez indescriptible que la envolvía como una manta.
—Buenos días, Otto. —respondió en un susurro apenas audible, cargado de vergüenza.
Otto se acercó un poco más, tan cerca que Alana pudo sentir el calor de su piel contra la suya. Sus ojos seguían conectados, como si en ese intercambio silencioso se dijeran más de lo que las palabras podrían expresar. Alana se dio cuenta de que este momento, tan simple y a la vez tan profundo, estaba dejando una marca en ella, las emociones que sentía por Otto iban más allá de la atracción física, eran algo más, algo que no había experimentado antes.
Mientras Otto alzaba una mano para apartar un mechón de cabello del rostro de Alana, ella cerró los ojos por un instante, disfrutando de la suavidad de su gesto y reflexionó sobre cómo los hermanos eran similares en muchas cosas, pero cada uno tenía un lado único que los distinguía.
—¿En qué piensas, cerecita? —preguntó Otto, su voz un susurro que parecía acariciar el aire entre ellos, y Alana lo miró un momento, sopesando si debía compartir lo que sentía.
—Pensaba en que... eres único, Otto. Y en que nunca, antes había despertado con alguien a mi lado, siento que esto es... especial. — Los labios de Otto se curvaron en una sonrisa que parecía iluminar incluso los rincones más oscuros de la cabaña.
—Entonces soy afortunado. —dijo, acercándose un poco más hasta que sus frentes se tocaron suavemente. — Porque no hay lugar en el mundo donde preferiría estar que aquí, contigo.
El pecho de Alana se llenó de emociones que le resultaban nuevas y abrumadoras. En ese momento, comprendió que Otto no solo era su alfa, su compañero. Era alguien con quien podía compartir la intimidad de los despertares, los silencios cargados de significado, y los pequeños detalles que construyen un vínculo irrompible.
Y mientras Alana descansaba su frente contra la de Otto, supo que este despertar era solo el comienzo de algo mucho más grande entre ellos, porque las emociones que bullían en su pecho eran tan nuevas como intensas, pero entonces, un aullido profundo y resonante irrumpió desde el exterior, rompiendo la tranquilidad del lugar, el sonido era imponente, cargado de autoridad y urgencia, como si el viento mismo llevara consigo un mensaje imposible de ignorar.
Alana se sobresaltó, y un escalofrío recorrió su espalda mientras levantaba la mirada hacia Otto, quien se puso tenso de inmediato, su serenidad desvaneciéndose para dar paso a una expresión seria y alerta, sus ojos se afilaron, y su mandíbula se tensó como si ya supiera lo que significaba esa llamada.
— ¿Qué sucede? — preguntó Alana, sin poder ocultar su inquietud, pues, aunque era parte de la manada, más ahora que poseía su loba, aún le resultaba difícil comprender la profundidad de su lenguaje ancestral, como los aullidos que eran un código que ella no había aprendido a descifrar, un recordatorio de que su espíritu lobo todavía necesitaba tiempo y entrenamiento para despertar por completo.
Otto inhaló profundamente, como si preparara su cuerpo y mente para el cambio físico de humano a lobo.
— Es el rey, mi padre, me está llamando, algo sucede en la manada. — El corazón de Alana dio un vuelco ante esas palabras.
— ¿Qué significa? — preguntó, deseosa de entender la gravedad de la situación.
Otto se levantó lentamente de la cama, sus movimientos medidos pero llenos de determinación, su mirada fija en la puerta hacía evidente que su mente ya estaba en otro lugar, evaluando posibilidades y planes.
— Significa que hay problemas en la manada, mi padre no llamaría a menos que fuera algo grave.
Alana se levantó también, siguiendo su impulso de estar cerca de Otto, aunque no supiera cómo podría ayudar, su inquietud crecía con cada segundo.
— ¿Qué vas a hacer? — preguntó, reflejando tanto su preocupación como su deseo de ser útil.
Otto se giró hacia ella, y durante un breve instante, sus facciones se suavizaron al verla, se sentía tan bien el que su compañera se preocupara por su bienestar, que su pecho vibro con dicha, por lo que se acercó rápidamente, tomando sus manos entre las suyas, cálidas y firmes.
— Tengo que ir, Alana. — informo con calma, aunque sus ojos brillaban con una intensidad que delataba su nerviosismo controlado. — Hay problemas en la manada, y mi padre me necesita, para resolverlos, pero tú... tú te vas a quedar aquí, en la cabaña y quiero que sigas mis instrucciones, ¿de acuerdo?
— Pero… ¿Por qué no se encarga el rey Lucio de los problemas en la manada? O incluso Osiel y Edur podrían ayudar, ¿no crees?
Otto se detuvo un instante, como si buscara la mejor manera de explicarle la situación, mientras cubría el cuerpo desnudo de Alana con las mantas y la sentaba en la cama, preocupado de que su compañera tomara frio, a la vez que sus ojos se suavizaron al posarse en ella, y su voz salió calmada, pero cargada de convicción.
— Recuerda, Alana, que mi padre me cedió el liderazgo de la manada hace tiempo, no fue solo un gesto simbólico, fue su manera de confiar en mí, de demostrar que cree en mi capacidad para tomar decisiones y guiar a nuestra gente. — Alana asintió despacio, aunque sus pensamientos seguían revoloteando.
— ¿Y qué hay de Osiel y Edur? — insistió, no tanto por egoísmo, sino por el creciente temor de quedarse sola en la cabaña mientras Otto enfrentaba quién sabía qué desafíos.
— Ellos también tienen responsabilidades importantes, cerecita. — aseguro mientras acariciaba el rostro de su luna. — Osiel se encarga de las empresas de la manada, su papel es vital para mantener nuestros recursos y protegernos en otros frentes y Edur, por su parte, lidera en Redomón, y su deber no es menos crucial. Ellos no pueden intervenir en los asuntos de la manada, así como yo no interfiero en los suyos, mi luna.
Alana se mordió el labio, procesando sus palabras, había tanto que aún no entendía, tanto que deseaba aprender para no sentirse tan ajena a su pueblo, pero mientras Otto sostenía su mirada, pudo sentir la calidez de su energía, un recordatorio de que, ella era importante para él, aunque comenzaba a molestarle que al igual que paso con Osiel, las responsabilidades pesaran mas que el estar con ella, aun así, Alana asintió.
— Gracias por comprender cerecita, entonces, necesito que sigas mis instrucciones.
— ¿Qué instrucciones? — logró preguntar, deseando no quedarse atrás, pero sabiendo que no podía interponerse y Otto le apretó las manos ligeramente, como si quisiera transmitirle fortaleza.
— No dejes que el fuego de la chimenea se apague, ¿entiendes? No quiero que te enfermes y quédate en la cama, cubierta con las mantas. Estarás segura aquí. — Alana intentó protestar, pero la firmeza en la mirada de Otto la convenció de que discutir no cambiaría nada.
— Sí, entiendo. — respondió finalmente, aunque la sensación de impotencia comenzaba a invadirla.
— Voy a enviar a Edur para que te traiga ropa y puedas regresar con él a la mansión, por favor, no salgas, fuera está muy frio para ti, solo… espera a Edur.
La determinación de Otto era inquebrantable, pero Alana podía sentir la tensión detrás de su fachada controlada, aunque su alfa intentaba mantenerse fuerte por ella y por su manada, algo en sus ojos reflejaba la enorme responsabilidad que cargaba.
— Otto... — murmuró Alana, deseando decir algo más, algo que pudiera aliviar su preocupación o retenerlo un poco más a su lado, sin embargo, no encontró las palabras, y Otto simplemente le dedicó una última sonrisa, cálida pero breve, el Alpha sabía que ese momento solo podria ser llenado por un “te amo” por parte de su luna, uno que no le diría, al menos no ese día.
— No te preocupes, cerecita, volveré a ti, siempre regresare a ti.
Y con esas palabras, Otto se giró y se dirigió hacia la puerta, su postura erguida y resuelta, la vio sobre su hombro, antes de abrir la puerta de la cabaña y estallar en su forma de lobo.
Alana lo observó marcharse, sintiendo que el ambiente de la cabaña se enfriaba con su ausencia, mientras el eco de sus pisadas desaparecía, una mezcla de angustia y esperanza se alojó en su pecho, sabía que Otto era fuerte, pero también sabía que el llamado del rey no traía noticias sencillas.
Luego de cerrar la puerta, se envolvió en las mantas como él le había indicado, pero su mente se llenó de preguntas. ¿Qué clase de problemas podían amenazar a la manada? ¿Y estaría Otto realmente a salvo? Mientras el fuego en la chimenea chisporroteaba.
El aullido del rey podía haber roto la tranquilidad de esa mañana, pero en el corazón de Alana, el vínculo con Otto se fortalecía, al menos Otto la había dejado por un llamado del rey, y no la había cambiado por su secretaria como Osiel, y fue en ese segundo que Alana dejo salir una maldición, al descubrir que sentía celos de solo saber que Osiel había dormido con esa humana.