Los Alphas de Alana

Capítulo 25

Osiel entró a su oficina con paso firme, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco, provocando que Andrea, su secretaria, temblara al igual que los cristales de la ventana, la mujer ya había sido atendida en enfermería y ahora estaba ahí, sentada con las manos aferrando un pañuelo desechable, y un nerviosismo latente en su porte, no solo por lo enfadado que se veía Osiel, también era el hecho de sentir la presencia de Otto tras ella. Apenas alzó la mirada antes de que su jefe emitiera las palabras que la golpearon como un balde de agua helada.

—Estás despedida. —dijo el CEO sin preámbulos, su voz tan fría y cortante como una hoja afilada y Andrea dejó caer el pañuelo descartable al suelo, sus manos temblaron mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

— Señor Osiel, por favor, no lo haga. —suplicó, levantándose de su asiento, con la voz distorsionada gracias a la mezcla de desesperación y arrepentimiento mal disimulado, aunque a esta altura todo era inútil, aunque ella no lo sabía, la pobre rubia creía tener una oportunidad. — No sabía que ella… que es su novia… — Osiel levantó una mano, cortando en seco su balbuceo, inútil, su mirada estaba cargada de desprecio, un gesto que Andrea no había visto nunca, pero que ahora la hacía encogerse de vergüenza y temor.

—No es mi novia. —espetó el CEO, cada palabra pesada como un martillo, con un a seguridad única. — Es mi esposa, o lo será pronto, y tú… —Osiel hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras cayera sobre ella, pero también conteniendo su furia, si Edur queria la cabeza de esa mujer, nadie podía imaginarse las ganas que Osiel tenia de arrancársela de cuajo, pues gracias a su lengua y desfachatez, ahora Alana no lo quería cerca. — Tú no eres más que un pasatiempo que se salió de control. — escupió entre dientes, y el rostro de Andrea palideció, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, y con un tono suplicante intentó justificarse.

—Por favor, Osiel, no sea tan cruel, yo… yo soy la victima aquí, esa muchacha por poco y me mata… — alego intentando buscar la pena del CEO, pero eso solo lo enfado más, el tinte en su voz, al llamar a su luna, “muchacha”, lo estaba sacando de quicio. — Por favor, podríamos olvidar todo esto, como en los viejos tiempos. ¿Recuerda cómo solíamos…? — el descaro de la mujer no tenía limites, eso quedo más que claro, cuando intento coquetear con Osiel, aun frente a Otto, si fuese un aloba, ya hubiera sido desterrada.

—¡Basta! —la interrumpió Osiel con un rugido que hizo que Andrea diera un paso atrás, al no comprender de donde provenía el ruido que acababa de escuchar, claro que no tenía como saber que su descaro estaba yendo tan lejos, como para que incluso el lobo de Osiel quisiera salirse de control, el CEO, tenía su mandíbula estaba tensa, y sus ojos brillaban con una furia contenida. — No hay “viejos tiempos” que recordar, Andrea, solo me la mamabas cuando estaba estresado, y te recuerdo que era por tu insistencia no mi pedido, lo único que hay aquí, ahora, es el error monumental que cometiste al hablar de más. ¿De verdad pensaste que podrías compararte con Alana? Ella es todo para mí, la única mujer de mi vida, en cambio tú… —Osiel la señaló con un gesto desdeñoso, y a modo de respaldo la risa de Otto floto por el aire. — Tú no eres nada.

—No puedo perder este trabajo, por favor, se lo ruego, haré lo que sea. ¡Lo que sea! Pero por favor, no me eche… — Osiel negó con la cabeza, su expresión de desprecio era tan evidente que parecía cargar el aire de la habitación con su peso.

—Vete a recursos humanos, y recoge tus cosas. No quiero verte más por aquí. Y ni se te ocurra intentar acercarte a Alana o a mí de nuevo, si haces todo eso, sin montar más espectáculos, puede que hable con alguno de mis socios y te consiga un buen lugar, si lo mantienes o no, dependerá de cuan cerradas puedas tener tus piernas, porque todos ellos están casados.

Andrea intentó hablar una vez más, pero la mirada glacial de Osiel la hizo callar, sabía que no había nada más que pudiera decir, por lo que finalmente se dio por vencida y con piernas temblorosas, salió de la oficina, sus sollozos resonando en el pasillo.

Osiel se quedó observándola mientras desaparecía de su vista, con una mezcla de enfado y desdén en su semblante, ¿Cómo había sido tan estúpido de acostarse con ella? Peor aún, como no había pensado que algo como esto pudiera suceder, respiró profundamente, cerrando los ojos un instante, todas sus acciones, su determinación, giraban en torno a Alana, desde que la olio como su compañera, se había convertido en la luz que iluminaba hasta los rincones más oscuros de su vida, la esperanza de ser padre, de conseguir su perdón, todo, y no iba a permitir que nadie, mucho menos Andrea, volviera a mancillar esa claridad.

Otto, que había permanecido en silencio, se acercó a Osiel.

— Alana cree que no la tomamos en serio, mas ahora, por eso creo que es hora de que les demos una lección a los sirvientes de la mansión, han ido demasiado lejos con Alana. — Osiel asintió con la cabeza y Otto continuó. — ¿Qué te parece si paso a recoger a Alana y la llevo a la manada? Puedo llamar a Edur para que nos acompañe, así podemos demostrarle a Alana que nos preocupamos por ella y que vamos a tomar medidas para castigar a los empleados que la han maltratado, ella debe ver que es lo más importante para nosotros. — Osiel pensó por un momento, aún no habían impartido un castigo para los sirvientes, porque aún no sabían en profundidad todo lo que le habían hecho a su luna y porque estaban demasiados preocupados en como conquistar a Alana como para ocuparse de otras cosas, pero su hermano tenía razón, debían comenzar a demostrar con hechos, lo importante que era la pelirroja para ellos.

— Me parece una buena idea. — reconoció el mayor de los trillizos. — Vamos a hacerles saber que no vamos a tolerar más abusos hacia Alana, ni de ellos, ni de nadie. — y fue cuando Otto sonrió y se dirigió a hacer los arreglos necesarios para recoger a Alana y llevarla a la mansión.