Capítulo 26

1705 Words
El almuerzo había finalizado quizás con mucha rapidez, y poca alimentación para Alana, pero al menos Edur consiguió que la pelirroja le aceptara un café. — ¿En qué piensas? — preguntó Alana de repente, rompiendo el silencio que entre ellos flotaba, pues había notado la expresión pensativa de Edur mientras miraba a través del vapor de su café. — En Benjamín, su madre y su prometida. — respondió el Alpha sin rodeos, su tono de voz era bajo, pero la gravedad de sus palabras hizo que Alana se tensara. — Uno de ellos fue quien te drogo anoche, y merecen un castigo, puede que dos de los involucrados o sospechosos, sean el príncipe y reina de los vampiros, pero pertenecen a Redomón, y me corresponde a mi poner un castigo a su falta. — Alana dejó su cuchara lentamente, horrorizada por lo que acababa de escuchar, sus ojos buscaron los de Edur, y en ellos vio una determinación feroz que le preocupó, y una vez más intento tener el favor de uno de sus destinados, aunque ya había fallado con Osiel, esperaba que no sucediera lo mismo con Edur, o debería dejar todas sus esperanzas en Otto, y por alguna razón, le temía a eso, no sabía decir si era el hecho de que este la obligara a comer del piso en el pasado o si se debía a que fue él, el que se negó en rotundo a que ella regresara a la universidad, fuese lo que fuese, tenía miedo de las perspectivas con las que contaba. — Edur... No puedes hacer eso. — dijo con voz clara, aunque el lobo noto el timbre de temor al final. — ¿No crees que merecen un castigo? — replicó Edur, sorprendido y un poco celoso por solo pensar que ella dijera aquello solo por proteger al tal Benjamín. — … — Alana sabía que Benjamín jamás le haría algo así, entonces, solo quedaba la madre de este y su compañera. — Creo que no es conveniente hacer algo, no sin saber la verdad, al menos. — el rostro cargado de sorpresa de Edur, y el ir y venir de las personas, ocasionaron que Alana se acercara peligrosamente a su Alpha, aunque tuviera la mesa de por medio, no era mucho, solo una frágil madera que, si ella o Edur quisieran, se convertiría en astillas. — ¿Por qué lo hicieron? — insistió ella, y Edur apretó sus labios por solo sentir el aliento de su luna acariciar su rostro, Alana olía a dulce, todo ella, era como un caramelo que se paseaba frente a él, que lo que más deseaba era lamerla al completo. — En todo este tiempo ¿has tenido algun problema con la madre de Benjamín o con su padre? — indago la joven y Edur, incapaz de hablar, solo negó con la cabeza, perdido en los ojos de su luna. — Yo puedo poner las manos al fuego por Benjamín, él es mi mejor amigo Edur, jamás me haría algo como eso. — los celos pincharon el pecho del Alpha, un pinchazo que lo saco del hechizo al que su luna lo había sometido con su sola cercanía. — Eso no quiere decir que su compañera no lo hiciera. — rebatió un poco molesto y ya dispuesto a discutir con Alana, si es que ella la defendía, pero no fue el caso. — Y yo no estoy negando ese hecho. — aseguró la loba regresando a su lugar, y dejando a Edur sorprendido. — Crees que fue ella. — quiso preguntar, pero sus palabras sonaron a afirmación. — Creo… que quien lo hizo, buscaba mi caída y quizás desequilibrarte. — aseguro como un profesor que le explica a su clase que dos más dos es cuatro. — Como también pienso que no fue algo planeado, nadie sabía en ese lugar que encontraste a tu compañera, o que yo te acompañaría, y si debo ser honesta, no me agrado como la pareja de Benjamín me veía, pero no podemos solo culparla, quiero saber que era lo que buscaba, ¿Qué corriera a los brazos de algun hombre teniendo a mi Alpha a un lado? O… ¿solo buscaba que tuviera que irme de ese lugar? — Edur lo entendió en ese momento, todo giraba alrededor de los celos, la compañera de Benjamín estaba celosa de Alana, tal como él estaba celoso de Benjamín. — Tú tienes la certeza de que fue ella. — la acuso abiertamente, el lobo. — Yo... solo digo que el castigo no resolverá nada, más que lastimar a Benjamín, y lo que en verdad importa es descubrir quién fue y asegurarnos de que no vuelva a suceder, además, sea la madre o compañera de Benjamín, sé que él ordenara un castigo acorde a la situación, sin que tú te veas involucrado en eso. — ¿Como estas tan segura? — cuestiono porque le molestaba, lo inquietaba de sobre manera esa seguridad con la que su luna hablaba de un tercero, alguien que ni siquiera era lobo, sino un vampiro. — Eso es fácil de explicar Edur, Benjamín buscara mi bienestar y castigara a quienes traten de lastimarme, porque soy su amiga, porque yo haría lo mismo por él, si alguno de ustedes lo molestara de cualquier forma. — una advertencia, un aviso claro y preciso, salió de los labios de Alana y Edur supo que debía hablar con sus hermanos para que no le hicieran nada estúpido al vampiro o Alana los rechazaría, aunque ella muriera en el proceso. El aire fresco de la tarde envolvía a Edur y Alana mientras salían del café, apenas cruzaron las puertas, se encontraron con la presencia imponente de Osiel y Otto, quienes los esperaban en la camioneta negra estacionada junto a la acera. Otto, con su porte tranquilo y sereno, se limitó a asentar la cabeza hacia ellos, mientras que Osiel parecía inquieto, como si algo cargara con peso en su pecho y no era para menos, más al notar que su luna casi ni lo vio y sin mucho preámbulo, subieron al vehículo, Alana mantuvo su característico andar tranquilo y decidido, pero no había dejado de notar la expresión tensa en el rostro de Osiel, pero no pensaba dar su brazo a torcer, ni ahora, ni nunca. La pelirroja estaba a punto de cerrar la puerta, cuando Osiel se animó a hablar, con cierto tono de arrepentimiento en su voz. —Alana... —empezó, pero sus palabras parecían pesarle más de lo que esperaba. — Quiero disculparme por lo que sucedió en la oficina con mi secretaria, ya la he despedido, y quiero que sepas que... — Alana lo interrumpió con el sonido de una sonrisa sarcástica, antes de que pudiera continuar, tal parecía que la loba cada segundo que pasaba tomaba más control del ser de la joven, o quizás, Alana al fin estaba saliendo del cascaron, ahora que sabía que sus Alpha no podrían herirla más, porque sus vidas estaban entrelazadas. —No me interesa, Osiel. —dijo con frialdad, clavando sus ojos en él, su voz era firme y clara, pero había un trasfondo de dolor contenido, que para ninguno de los Alpha se pasó por alto. — Ya me quedó claro qué lugar ocupo en tu vida y en tus empresas, por lo que espero y no me culpes, pero por ahora, prefiero la compañía de Edur y Otto. — dijo con satisfacción antes de cerrar la puerta. Las palabras cayeron como un golpe seco en el ambiente, Osiel, estaba visiblemente afectado, y solo le quedo asentir en silencio, sabiendo que Alana lo veía tras el cristal, no intentó defenderse ni continuar su explicación, sin embargo, sus hermanos, Otto y Edur, sintieron perfectamente el peso de su pena, aunque ninguno dijo una palabra al respecto, era como si el aire dentro de la camioneta se hubiera vuelto más denso, cargado de emociones no dichas. Alana, tomó asiento junto a Otto en la parte trasera del vehículo, su gesto fue claro, una declaración silenciosa de sus preferencias en ese momento, mientras tanto, Edur y Osiel subieron al frente; este último se colocó al volante, con la mirada fija en el camino, intentando ocultar su dolor tras una máscara de aparente calma. La camioneta se puso en marcha, dejando atrás el bullicio de las calles y adentrándose en caminos más solitarios que los llevarían de vuelta a la manada. Desde el asiento trasero, Alana observaba el paisaje pasar con rapidez, el rostro de Otto calmado junto a ella le proporcionaba un extraño consuelo, por momentos, la loba sentía el peso de sus propias emociones, pero no estaba dispuesta a mostrarle a Osiel que su distancia la afectaba. En el frente, Edur observaba a su hermano de reojo, aunque sabía que Osiel no era alguien que exteriorizara sus emociones fácilmente, el Alpha podía sentir el torbellino que se agitaba en su interior, la conexión entre ellos, como hermanos y lobos, se lo dejaba saber sin necesidad de palabras, sin embargo, había algo en la actitud de Alana que también lo tenía intranquilo, esa seguridad feroz, que tanto admiraba y temía, parecía haberse vuelto un escudo impenetrable. —Osiel... —Edur rompió el silencio, su voz baja, casi un susurro. —No es el momento, Edur. —respondió Osiel con un tono que pretendía ser firme, pero que no podía ocultar el quebranto en sus palabras. El resto del viaje transcurrió en un tenso silencio, la camioneta negra avanzaba a través de carreteras serpenteantes, rodeadas por bosques que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. A cada kilómetro, parecía que los pensamientos de cada uno de los ocupantes del vehículo se volvían más pesados, como si el trayecto físico hacia la manada fuera también un camino interno hacia sus propias emociones. Finalmente, el contorno de la manada comenzó a vislumbrarse a través de los árboles. Alana desvió la mirada hacia el frente, preparándose para lo que vendría. Sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar las consecuencias de sus decisiones y de sus palabras. Pero, por ahora, se permitió un instante más de tranquilidad, refugiada en el silencio compartido con Otto, mientras el mundo seguía girando a su alrededor.
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