Capítulo 29

2096 Words
Otto salió tras Alana, pues habían pactado que el Alpha le daría clases para refrescar la memoria de la pelirroja, y así poder controlar a su loba, para evitar cualquier incidente fuera de la manada que los dejara al descubierto con los humanos. El bosque se extendía ante ellos como un océano de sombras y blanco gracias a la nieve acumulada en el suelo, las copas de los árboles, desnudas por el invierno, se alzaban hacia el cielo como gigantes inmóviles, sus ramas cubiertas por una delicada capa de escarcha que brillaba bajo la luz argentada de la luna y, la nieve crujía bajo sus botas con cada paso que daban, rompiendo el silencio sepulcral de la noche, el aire era frío y limpio, casi cortante, llevaba consigo el tenue aroma de la madera húmeda y el hielo. Alana sentía que el bosque respiraba, vivo y eterno, como un testigo de todo lo que ocurría bajo su manto. Otto lideraba el camino, caminando con una seguridad que parecía casi natural y obviamente así era, de los tres príncipes, Otto era el más reacio de pisar la ciudad, su terreno más favorable, siempre era el bosque, la naturaleza. Sus pasos eran firmes, y su mirada, aunque atenta al sendero, no podía evitar desviarse hacia Alana de vez en cuando, la pelirroja lo notaba, y cada vez que sus ojos se cruzaban, una corriente de calor le recorría el cuerpo, contrastando con el frío que los rodeaba. El camino era sinuoso, y las raíces ocultas bajo la nieve hacían que tropezara más de una vez, pues como Otto ya se lo había dicho, a pesar de tener su espíritu lobo, las cualidades de este se desarrollarían con el tiempo y la práctica, por lo que la joven seguía siendo un poco torpe, o, mejor dicho, lo que sería normal de un humano, aun así, el Alpha, lejos de enfadarse, cada vez que eso pasaba, aprovechaba la oportunidad para tomar su mano. —No quiero que te caigas. —dijo por tercera vez, con una sonrisa despreocupada que apenas podía ocultar su verdadera intención, que no era otra que disfrutar del contacto de su luna. Alana quiso soltar su mano, pero no tuvo el valor, la calidez de su contacto era reconfortante, aunque también la llenaba de un nerviosismo que no podía controlar y es que Otto, a pesar de no ser el mayor, siempre tuvo el liderazgo de la manada, y fue al que más vio Alana en su estadía en la mansión de los reyes, el que la silenciaba con una mirada, aunque ahora, su mirada no le causaba miedo, sino calor, pero no era solo la cercanía de Otto lo que la inquietaba, en su mente también estaba el propósito de su pequeña expedición nocturna, su transformación, y el miedo que le causaba el no poder lograrla a gusto de ella. Finalmente, Otto se detuvo en un claro rodeado por altos abetos que parecían custodiar ese rincón apartado del mundo, un lugar tan intimo que Alana incluso pensó que el resto de la manada lo desconocía, la nieve cubría el suelo como un manto inmaculado, y la luz de la luna bañaba todo con un resplandor etéreo, no podía negar que era un escenario tan hermoso como intimidante, y Alana sintió que su pecho se apretaba. —Este lugar es perfecto. —dijo Otto, soltando su mano con suavidad y girándose hacia ella, sus ojos brillaban con algo más que la luz de la luna; había en ellos una mezcla de paciencia y confianza que casi hacía que Alana creyera en sí misma. Alana, sin embargo, no podía ignorar el nudo en su estómago, ante el peso de las expectativas, las suyas y las de Otto. —No estoy segura de poder hacerlo —admitió en voz baja, abrazándose a sí misma para protegerse del frío... o tal vez de sus propios pensamientos. — Otto dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos, sintiendo esa necesidad de tranquilizar a su luna. —Claro que puedes, Alana. —susurro con tranquilidad, como temiendo que su voz arruinara el paisaje, como si hablara directamente a su alma. — Todo lo que necesitas es concentrarte, no pienses en lo que no puedes hacer, sino en lo que eres, eres impresionante, fuerte… y más capaz de lo que crees. — Otto no la estaba engañando, él la escucho y vio como enfrento a Osiel, o, mejor dicho, la advertencia que le lanzo, Alana había amenazado a su hermano mayor con rechazarlo y no se le había movido ni un cabello por ello, pero Alana apartó la mirada, incapaz de sostenerla, para ella sus palabras eran un bálsamo, pero también un desafío. —¿Y si fallo? —susurró, y fue cuando Otto alzó una mano y, con una delicadeza que la sorprendió, le apartó un mechón de cabello cobrizo que el viento había llevado a su rostro. —Entonces lo intentaremos de nuevo, juntos... No estoy aquí para juzgarte, Alana, estoy aquí para apoyarte mi luna, ahora y siempre. El calor de su proximidad la envolvió, como si Otto fuera capaz de derretir el hielo del entorno con solo su presencia, Alana sintió que su corazón se aceleraba, no solo por el miedo a fallar, sino también por algo mucho más profundo y aterrador, la conexión que compartían No podía negar lo que él significaba para ella, pero tampoco podía ignorar el abismo que sentía entre lo que debía ser y lo que era en ese momento. Finalmente, respiró hondo, dejando que el aire helado llenara sus pulmones, y cerró los ojos, trató de visualizarse como loba, tal como Otto le había enseñado, se imaginó sus sentidos agudizándose, su fuerza expandiéndose, sus piernas transformándose en poderosas patas que podían correr libres. Pero, sobre todo, intentó sentir a su lobo, esa parte de sí misma que aún permanecía oculta. La voz de Otto llegó a ella como un murmullo, suave y firme. —Recuerda, Alana. No estás sola. Estoy aquí contigo. Esa simple afirmación la llenó de una fuerza que no sabía que tenía, aunque no logró transformarse en ese momento, una sensación de calma y propósito se asentó en su interior. Miró a Otto, quien le devolvió una sonrisa que parecía decirle que no importaba cuánto tardara, él estaría allí, siempre. El claro del bosque, iluminado por la luna, se convirtió en su refugio, y aunque la noche avanzaba, Alana no sintió el paso del tiempo, ni el frio a su alrededor, porque, por primera vez, comenzaba a creer que podía lograrlo. La luna continuaba bañando el bosque con su luz plateada, creando sombras danzantes entre los árboles, era una noche fría, y el aire helado mordía la piel desnuda del rostro de Alana mientras permanecía inmóvil en el claro, por esa misma razón Otto no le había pedido que se quitara la ropa, pues si se transformaba, él había llevado un bolso con ropa para ambos, pero Alana sentía que estaba enfrentándose a lo que sentía como una lucha imposible, no sabía si era que no podía visualizarse como loba o si era por la ropa, simplemente no cambiaba, por lo que levantó la mirada hacia Otto, quien estaba a unos pasos de distancia, su expresión continuaba calmada, aunque llevaban horas allí. —La transformación es algo que puedes controlar, pero necesitas práctica y paciencia. — la alentó Otto con serenidad, al notar la duda en el rostro de su luna, su voz era tan constante como el latido del bosque a su alrededor y Alana estaba seguro de que era la primera vez que él le hablaba de esa forma. Y aun así Alana asintió, nerviosa, sus propios pensamientos eran un torbellino de duda y frustración, había estado intentándolo una y otra vez, pero la conexión con su lobo se le escapaba como arena entre los dedos, cada intento fallido la hacía sentirse más desconectada de esa parte de sí misma, una parte que sabía que debía comenzar a conocer y conectar, por lo que cerró los ojos, resoplando con exasperación. —No puedo hacerlo. —susurró, con un brillo de frustración en la voz. — Lo intento, de verdad que lo intento, pero nada sucede. — estaba a punto de llorar y darse por vencida, pero Otto, paciente como siempre, o al menos como siempre lo fue con los novatos en las trasformaciones, se acercó a ella y tomó sus manos con las suyas, cálidas y firmes, un ancla para su alma desbordada, claro que eso no lo hacía con todos, solo con ella, su luna. —Tómate un momento Alana, respira y visualízate como loba. —le dijo con suavidad, sus ojos azules clavados en ella, transmitiéndole una confianza inquebrantable. — Imagina tus sentidos agudizándose, tu fuerza multiplicada, tus movimientos más ágiles, visualiza cómo tus ojos ven el mundo de manera diferente, recuerda que no estás sola en esto. — Alana inclinó la cabeza, cerrando de nuevo los ojos, tratando de seguir las palabras de Otto, las mismas que le había repetido por horas, y lo intentó de nuevo, se imaginó corriendo entre los árboles, el viento acariciando su lomo, sus patas fuertes golpeando la tierra. Pero nada sucedía, sus manos seguían siendo humanas, y su cuerpo no respondía, la frustración creció en su pecho como un volcán a punto de estallar. —No puedo... —murmuró con la voz quebrada, apartando las manos de Otto y abrazándose a sí misma. — Simplemente no puedo. — Otto guardo silencio al principio, solamente observó cómo la desesperación cruzaba su mirada y cómo sus hombros se hundían bajo el peso de sus propias expectativas, Alana en verdad se parecía a una joven cachorra, pudiera ser que su transformación fuera tardía, pero aun así, había cierta seducción en ese hecho, o quizás implemente era él y su sentido de Alpha que le agradaba que su luna estuviera a punto de hacer un berrinche, cual niña pequeña que no logra algo a la primera, por lo que, con una sonrisa suave y un brillo en los ojos, rompió el silencio. —Déjame ayudarte. —dijo, acercándose más a ella, sus manos volvieron a buscar las suyas, pero esta vez su toque fue distinto, más íntimo, más reconfortante. —La única vez que te vi transformada, eras una loba hermosa, tu pelaje... —hizo una pausa, como si evocara la imagen en su mente, mientras los ojos de Alana brillaban. — Era de un color cobrizo precioso, con algunas vetas blancas que resplandecían bajo la luz, y tus ojos... tus ojos eran extraordinarios, Alana, brillantes, llenos de vida, tan únicos como tú misma. Las palabras de Otto fueron como un bálsamo para las heridas de su alma, esas pocas palabras dulces, era como un resarcimiento a tanto maltrato recibido, Alana lo miró, sorprendida por la ternura en su voz, y sintió que algo dentro de ella se quebraba, como una presa que finalmente cedía ante la fuerza del río, de repente, un calor intenso se apoderó de su cuerpo, un calor que no provenía del exterior, sino de lo más profundo de su ser. Y antes de que pudiera procesarlo, sintió el cambio, su cuerpo pareció desvanecerse en un torbellino de luz y energía, y cuando el destello terminó, ya no era humana. Frente a Otto, donde antes estaba la joven pelirroja, ahora había una loba de pelaje cobrizo que brillaba cual llama, bajo la luz de la luna, y sus ojos, como él había descrito, eran un mundo de vida y fuerza. Otto dio un paso hacia ella, maravillado, deseaba tocarla, sentir el pelaje majestoso de su luna entres sus manos, pero Alana inclinó la cabeza hacia atrás y soltó un aullido puro y cristalino que resonó en todo el bosque y luego, sin pensarlo dos veces, empezó a correr, dejando atrás toda duda, miedo y frustración, sus patas golpeaban el suelo con fuerza, y el viento que acariciaba su pelaje era una promesa de libertad. Otto la miró durante un instante, con una sonrisa en los labios, su luna no sabía lo que provocaba eso en él, era como desatar el juego del gato y el ratón y luego de dejar salir una maldición por sentir a su hombría latir con anhelo, dejó salir a su propio lobo. En un abrir y cerrar de ojos, un imponente lobo n***o estaba en el claro, con los ojos amarillos brillando como dos lunas gemelas. Con un movimiento ágil, Otto salió corriendo tras Alana, siguiendo su rastro entre los árboles.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD