Primer día

1052 Words
Recuerdo aquella mañana de verano, eran las 6.45 y ya había clareado el día; yo iba entrando por la puerta del salón, era el primer día de clases del bachillerato. La mitad del salón ya estaba ocupado, me alegré de saber que no era la única obsesiva. Aun así, la primera fila de asientos estaba vacía, no me molestaba, al contrario, me sentí satisfecha de haberme sentado en el primer lugar de la línea de en medio. Saqué mis materiales, eché un vistazo a mí alrededor, para darme cuenta que todos estaban en lo suyo, por lo que me dispuse a darle una hojeada al libro de ciencias sociales. Lo sé, una materia que a muchos haría quedarse dormidos en la primera hora, yo estaba más que despierta e interesada. Habían pasado 20 minutos y el profesor ya estaba tarde por 5, debo admitir que me molestaba, era una de las clases que más me gustaba, y que el profesor derrochara tiempo en llegar tarde no era de mi agrado. Prácticamente el aula estaba llena, cuando el entusiasta y amistoso chico de cabello castaño claro, atravesó la puerta. Se paró justo en el asiento que estaba vacío a un lado de mí, colocó sus manos en su cintura, observando atentamente a todos los adolescentes que ya estábamos ahí. Le di una rápida mirada, el ser delgado lo hacía parecer más alto de lo que era, tal vez mediría 1.82; sus ojos café claro brillaban de entusiasmo; su camisa de manga corta, me permitió ver su piel blanca lechosa, que en definitiva muchas mujeres le envidiarían. Me reí de mi misma ante el estúpido pensamiento. Fingí que estaba poniendo atención en el libro, porque él se sentó y justo en ese momento el profesor llegó. -¡Buenos días, jóvenes! –El hombre caminaba hacia el escritorio frente a nosotros, con un café en la mano y en la otra el libro. Algunos alumnos respondieron sin ánimo y por lo bajo a su saludo, pero la voz del chico a mi lado se escuchó fuerte y decidida. -Tal vez serían buenos para todos, si usted hubiera llegado a tiempo – no pude evitar carcajearme. Era irónico que él lo hubiera dicho; es decir, él también había llegado tarde. -Tú – lo apunto a él con su dedo índice, - y tú – me apuntó a mí. –¡Afuera! –Está bien, fui la única que me reí ante el chiste; pero es que además se lo merecía. –No voy a permitir faltas de respeto hacia mi persona. -¡¿Qué?! Era indignante, ¡él nos faltaba al respeto al llegar tarde! Tomé mis cosas y salí del salón, era el primer día de clases y con suerte no tomaría represalias durante todo el semestre. -¡Vaya! Parece que eres la única que tiene sentido del humor – sonreí, la verdad me había parecido un buen chiste. –Soy Eliot – me extendió su mano y yo se la estreché. -Andy – se los diré a ustedes, mi nombre es Andrea, pero solo a mis padres les permito que me llamen así. A partir de ahí nos hicimos muy buenos amigos, éramos como pan y mantequilla, compatibles en demasiadas cosas; pero lo que más apreciaba, era que hablábamos sinceramente, no nos guardábamos nada. Bueno, al menos eso parecía; yo, no me guardaba nada. A pesar de no tener una apariencia de “sabelotodo”, no dejaba de tener excelentes calificaciones en las materias. Yo era más del tipo aplicada, dejémoslo en que tenía buenas notas. Por ponerlo de mejor manera, él era el talentoso y yo la disciplinada. De cierta manera, me hacía tenerle envidia, porque yo tenía que esforzarme más de lo que lo hacía él. Y sólo para no dejarlos con la duda, el profesor de ciencias sociales no fue rencoroso, nos permitió cursar el semestre sin mayores problemas. Por supuesto, nunca más dijimos nada por sus continuos retardos. Rápidamente Eliot se volvió extremadamente popular. Las chicas no tenían el menor reparo en acercarse a él para invitarlo a salir; sólo las más tímidas me buscaban a mí, para que les diera algunos consejos de cómo abordarlo. Y no las culpaba, tenía que reconocer que era bien parecido; aunado a su rostro angelical y su temperamento, era sumamente fácil querer involucrarse con él. Comenzó a salir con muchas chicas, y el problema con eso era que me incitaba a que también saliera con chicos; tanto era su afán, que planeaba salidas en pareja. -Eliot, ¿por qué tengo que salir? Si tú andas urgido, ¿qué culpa tengo yo? Sal tú y ten tus aventuras, yo tengo que preocuparme por estudiar – en mi cabeza tenía ya todo un plan trazado para mi futuro, y en él, no figuraban las relaciones. Al menos no en ese momento. -Andy, no seas así, le gustas; además, es sólo una película en el cine – su tono era de severidad. -No tengo dinero - pensé que sería una buena excusa. -Él te va a pagar todo, y si no, yo te lo pago – parecía tener solución para todo. Durante todo el segundo semestre, me trajo saliendo con un buen número de compañeros: parques de diversiones, centros comerciales, fiestas, películas en el cine y algunas cuantas cosas más. Para darles una idea, una película la llegué a ver hasta cuatro veces en el cine, de la cantidad de chicos que me conseguía, y según él a algunos les gustaba. Confesaré que algunos si estaban guapos, otros eran interesantes; quería creerle, cuando me especificaba cuáles eran los que estaban interesados en mí; pero el punto era, que yo me preocupaba mucho por mis metas a corto y largo plazo. Desde que tenía ocho años había decido estudiar Leyes. Una película que vi, me hizo enamorarme perdida y locamente de la profesión, aún sin saber a ciencia cierta lo que era en su totalidad. Este es el momento de preguntar: ¿cómo una niña de esa edad ya tenía una meta fija para su futuro? No puedo explicarlo, fue algo que simplemente sentí. El plan era conseguirme un trabajo, que me permitiera pagar un lugar para vivir y pagar mis estudios. Para mí todo parecía sumamente sencillo, quería independencia y la lograría.
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