Decepción

1168 Words
Para mi buena suerte, para el tercer semestre todo cambió. Eliot dejó de salir con chicas, y eso sólo significó que yo dejé de salir con chicos. No porque no me invitaran, sino porque ya no había alguien que me convenciera, exigiera u obligara a hacerlo. Así que los chicos dejaron de insistirme, al sentirse rechazados constantemente. Sin embargo, Eliot también cambió de actitud, dejó de ser extrovertido y alocado, con lo que su popularidad disminuyó. No le quise preguntar si había pasado algo malo en alguna de sus citas, pensé que él me lo confesaría, después de todo éramos amigos. Y así fue, pero le llevó más tiempo del que imaginé, fue hasta inicios del cuarto semestre que tuve una idea de lo que le había pasado. -Las mujeres son muy difíciles – su tono era de decepción. -Sí, algunas lo son más que otras – le dije levantando ambas cejas en señal de que compartía su opinión. Yo convivía conmigo misma a diario, y en ocasiones no me entendía. -No has tenido sexo con nadie todavía, ¿verdad? -Dijo de lo más natural y sin pena alguna. ¿Qué tenía que ver eso con su problema con las mujeres? -¿Qué te pasa? ¿Por qué me dices eso? ¡Además no es de tú incumbencia! -Me giré para verlo atónita y le di un golpe en el brazo con el puño. -Todas las evidencias indican eso - se había encogido de hombros al decirlo. -¿Tendrías sexo conmigo? – -Eliot, ¡estás loco!!! –Abrí mis ojos de incredulidad y moví la cabeza en negación. -Somos amigos, y podemos permanecer así, sólo que con ciertos beneficios - me guiñó un ojo. -¡Eres un desvergonzado!!! ¡No puedo creerlo! –En ese momento me levanté de la silla. Me dirigí a pagar lo que habíamos consumido, él me alcanzó y caminó a un lado mío; sin embargo, fue hasta que salimos del VS Café que habló. -Además, quién sabe qué tipo de hombre te encuentres más adelante, que te rompa el corazón. – Sus últimas palabras hicieron eco en mi mente. Tenía razón, yo no me consideraba con pensamientos muy conservadores, por supuesto que había pensado en tener sexo, eventualmente llegaría alguien; pero jamás me había preguntado quién sería ese “alguien”. Y es que en esos momentos no tenía tiempo ni cabeza para ello, mi mente se mantenía ocupada estudiando. Afortunadamente para mí, no se volvió a tocar el tema, y para cuando me di cuenta el semestre ya se había terminado. Sobra aclarar que fuimos juntos a la fiesta de graduación. Bailamos hasta que la fiesta se terminó, y como buen amigo, me llevó de regreso a casa. -Andy… yo… - me veía con una expresión de melancolía. -¡Me divertí mucho! –Me lancé a sus brazos. No quería darle mucha vuelta al asunto, sabía que nuestra relación se vería afectada, después de todo iríamos a distintas universidades, ya que él había decido estudiar en la universidad de física, y yo ya tenía asegurada mi entrada en la de leyes. Correspondió el abrazo con fuerza, casi con la misma seguridad que yo, de que nada volvería a ser igual. –¡También me divertí! –Puedo apostar que estaba sonriendo. Salí del auto, y a unos pasos de distancia me giré a verlo, levanté la mano para decirle adiós y verlo en medio de aquella obscuridad, tal vez por última vez. Tenía un mes de vacaciones antes de comenzar el primer semestre en la universidad. Papá me ayudó a conseguir cubrir la maternidad de la recepcionista en un despacho jurídico, lo cual fue genial porque podría comenzar a ver el ambiente profesional. -¿Andy? –Una mujer de aproximadamente 30 años, con un vientre prominente, se acercó a saludarme. -¡Así es! ¡Buenas tardes! –Sonreí emocionada. -Soy Gloria, la recepcionista que tendrás que cubrir – se señaló con ambas manos, como si su estómago no fuera realmente notorio. –Esta semana te enseñaré cómo se maneja todo por aquí – fue su turno de darme una sonrisa honesta. En realidad era una firma pequeña, sólo había dos abogados titulares, uno especializado en lo mercantil y el otro en lo penal. Eran dos hombres, ambos parecían rondar los 40´s, con expresiones severas pero amables; eso sí, a la distancia podías observar lo experimentados que eran; y gastaban la mitad de sus mañanas afuera de la oficina, motivo por el cual sólo abrían por las tardes. Ese era mi beneficio. De la clientela, nadie te prestaba atención, la mayoría de las personas estaban envueltas en sus propios problemas, buscando que el abogado resolviera la situación legal. Recibí mi primer pago, con el que fue suficiente para comenzar a ver departamentos, y fui paulatinamente bajando mi prototipo. Primero, por la distancia a la escuela, y finalizando por el tamaño. Terminé por rentar un “departamento” de una sola pieza; sí, parecía una habitación enorme, pero era para lo que me alcanzaba en ese momento. Antes si pude lograr que estuviera medio amueblado, para una estudiante como yo, con el sueldo de un empleo de medio tiempo, había lujos que aún no podía darme. Al fin todo estaba listo. Hice una maleta y algunas cajas, preparándome psicológicamente para la parte que sabía sería la más difícil. Un viernes por la mañana bajé la maleta, y comencé a subir para bajar las cajas. En cualquier minuto el taxi llegaría. -Andrea, ¿qué es eso? –Preguntó totalmente turbada mi madre. -Mis cosas – intenté escucharme normal. -¿Te vas a ir de la casa? –Aún no se reponía de la sorpresa. -Sí, ya se los había dicho – no es que lo dijera constantemente en las cenas, pero solía hacer comentarios al respecto. -Andrea, ¡tenías 10 años! ¡Por el amor de Dios! –Si les dije que tenía muy claro lo que quería para mi futuro, ¿cierto? -Y no he parado de hablar de eso – traté de escucharme serena, pero la decisión estaba implícita en mi respuesta. Papá apareció, con una sonrisa abrazó a mamá por los hombros. –¿Necesitas que te lleve? –Sí, mi relación era mucho mejor con mi padre. Mamá lo miró de inmediato abriendo sus ojos con amplitud, y yo que pensé que la sorpresa se la había dado yo. -Llamé un taxi, debe estar llegando en cualquier momento – sonreí, con cierta complicidad con él. -¿No te quedarás a comer? –Cuestionó mamá resignada. -No mamá, tengo que llegar al trabajo a las 2, y quiero llegar a arreglarme. Pero el domingo prometo que vendré a comer – terminé de subir las escaleras, para comenzar con los tres viajes que me tomaría bajar las cajas. El taxi llegó, papá me ayudó a subir todo al auto y ese fue el día, que me fui de casa de mis padres.
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