Prólogo

359 Words
Las gotas espesas que golpeaban el ventanal retumbaban al compás del corazón de la chica que acababa de mirar los ojos de la muerte. Ojos familiares. Ojos que alguna vez observó con calma, sin imaginar de lo que eran realmente capaces. Los pensamientos se le nublaron entre lágrimas de desesperación. Estaba asustada. Rezaba en silencio por salir ilesa, aunque en el fondo sabía que no sería posible. Guardaba demasiada información. La taza le resbaló de entre los dedos cuando aquella persona le sonrió, esperando su inevitable deceso. Las palabras ajenas seguían frescas en sus oídos, un eco cruel que se negaba a desaparecer. Había ingerido Morinett sin saberlo. Una hierba natural, muy común en Fantell, pero letal en grandes cantidades. Quien la acompañaba le había confesado la fechoría minutos antes, con la ligereza de quien comparte una broma. Macabro, pero divertido al fin. No podía creerlo. No de esa persona. Hilos de sangre comenzaron a brotarle de la nariz. El colapso fue inevitable. No podía hacer nada, salvo resignarse y tratar de no mostrar el dolor que la consumía. Morir con algo de dignidad… ese era su último deseo. El veneno actuaba rápido. Se maldijo por su torpeza, por su ingenuidad. Tosió frente a quien se convertiría en su homicida. Las paredes blancas y las luces bajas fueron testigos mudos de aquella escena, de un crimen que pronto sería borrado como todo lo que ocurre en Fantell. Porque en Fantell todos cumplen sus sueños, pero el precio es alto. El más alto: aprender a callar, a mirar hacia otro lado, a volverse parte del silencio. Su muerte quedaría impune. No tenía familia que pidiera justicia, ni amigos que la lloraran. Solo era una forastera con demasiada suerte de principiante, atrapada en un nido de serpientes. Deseó poder retroceder el tiempo, evitar a las personas equivocadas. Pero ya era demasiado tarde. Cayó de rodillas sobre el suelo helado. Nevaba. Era diciembre. Las alucinaciones previas a la muerte llegaron, confundiéndose con los últimos destellos de la realidad. Los temblores no tardaron en aparecer y, finalmente, se sumió en una oscuridad sin retorno, llevándose consigo secretos que jamás podrían ver la luz.
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