Aitana se sintió algo avergonzada de que su casi amante secreto le viera junto a su esposo allí conversando, después de que, según ella, ya se había acabado. Jamás imaginó que se lo conseguiría en ese momento, y menos que él le viera en una comprometedora conversación privada, no cuando ella misma había afirmado haberlo olvidado y dejado en el pasado, todo eso solo unas noches atrás. En ese preciso momento que Jean Pierre, con su camiseta de flores negra con blancas y sus bermudas blancas, pasó por frente a ella sonriente e indiscutiblemente atractivo, ella sintió una extraña sensación recorrerla de pie a cabeza. Aitana sentía un gran deseo por volver a sentir la descarga de adrenalina que le producía placer al saber que aquello era prohibido, esa sensación que era

