Dentro de aquella búsqueda, y trago en trago y plática en plática, solo un rostro conocido vio aparecer y muy cerca. Ese mismo rostro venía directamente hacia ella, sonriente, pero disimulando como si no quisiera que se dieran cuenta que observaba a Aitana desde hacía rato atrás. Jean Pierre LeBlanc. Este hombre lucía muy apuesto y elegante, con un traje color azul cielo de Tom Ford hecho a la medida, era un traje de diseñador que no se bajaba de cifras grandes y una camiseta blanca por fuera debajo del traje, unos tenis de Adidas blancos y un peinado de lado, era todo un galán para cualquier mujer allí presente, el aroma que desprendida de su traje y de su cuello era cautivador, esa mezcla entre esencias aromáticas y feromonas, para cualquier olfato refinado era te

