Encuentro inesperado

3292 Words
La culpa puede hacer mucho con nosotros, ni hablar del miedo. Puede ser llamado de muchas formas, miedo, terror, espanto, pánico, realmente no es relevante como lo nombres porque la sensación sigue siendo la misma. Tu cuerpo se ensombrece, el sudor frío lo cubre, tu garganta se llena de nudos y tu boca se seca. El estómago queda vacío, lleno de aire durante lo que parecen horas y tu corazón comienza una carrera que no se detiene. ¿El problema con esa sensación? Que no puedes deshacerte de ella hasta que enfrentas a tus conflictos y es allí cuando el verdadero dilema aparece frente a tus ojos, no puedes moverte, pero tienes que decidir avanzar. Pide por no quedarte paralizado. Alejandra Rodríguez se levantó aquella mañana con la sensación de que otro día cansado se avecinaba. Desde hace meses que había estado huyendo de un hombre que no podía olvidar, y sí, admitía abiertamente que estaba huyendo porque no había otra forma coherente de llamarlo. No era una persona valiente, no se calificaba de esa forma porque desde hace mucho tiempo que escapaba de muchos de sus problemas. Lo había hecho con su familia y ahora lo hacía con Benjamin Weber, no se sentía con la capacidad de afrontar ninguna situación que requiriera confrontación. Se levantó de la cama de Lena con un gruñido, ella no era una persona mañanera, jamás podría serlo, le costaba demasiado quitarse las sábanas del cuerpo. Se duchó para despejarse y terminar de levantarse, luego desayunó cereales. Todavía seguía en el departamento de Lena, su amiga se había mudado con Alonso, pero no había vendido su departamento, en cambio se lo había quedado y quien se quedaba allí era ella. Era bastante conveniente, el departamento de Lena quedaba más cerca de su trabajo, era un poco más cómodo, pero sobre todo, tenía una excelente seguridad, lo que la hacía relajarse y poder respirar tranquila sabiendo que ningún hombre no deseado se iba a presentar en su hogar a molestarla nunca más. Ya había tenido mucho de eso. Condujo hasta el trabajo y subió hasta la oficina que le correspondía, ya tenía casi dos años trabajando en TecnoNovedades y le encantaba su trabajo mucho más de lo que le había gustado cuando estaba en Tecnología Reyes. No se trataba de que odiara su puesto, si no que ella sentía que no recibía el crédito que merecía, además del hecho simple y sencillo de que detestaba a Doménico Reyes como a nadie que hubiera conocido. El hombre le había hecho la vida imposible a ella y a toda su familia, no podía fingir que lamentaba su muerte ni un poco, esperaba que el viejo estuviera lamentándose en el infierno, aunque conociéndolo, tal vez lo disfrutaba. -Buenos días, Amelia- saludó ella, entrando en la recepción de su piso. -Buenos días, jefa- saludó la secretaria con una sonrisa. -Ustedes son unos insoportables, sabes que odio que me llamen así- se burló ella con una sonrisa -mejor no haber dicho nada. -Te diremos jefa porque era la única que ha hecho bien su trabajo sin hacernos odiarla- dijo la mujer por enésima vez. -Sigue sin gustarme- dijo ella antes de seguir caminando. Se adentró en su oficina y dejó sus cosas. Encendió su computador para ponerse a revisar todos los documentos necesarios, los diseños que le habían enviado para su aprobación entre muchas otras cosas. Al igual que todos los días, se centraba en sus responsabilidades para ignorar todo lo demás. Su relación con Benjamin era tormentosa y había cometido varios errores que hubiera querido evitar, relacionándose con compañeros de trabajo que ahora no la dejaban tranquila. -Buenos días, linda- dijo la voz de Camilo Frías en su puerta. Hablando del rey de roma. El hombre era guapo, dulce, cómico y tenía muchos atributos que a ella le habían llamado la atención, el problema vino después cuando ella quiso alejarse porque ya no se sentía cómoda y él no la dejó tranquila. Todo lo contrario de hecho, había sido una lucha que no quería repetir, en lugar de sentir solo a Benjamin bajo sus pasos, se le había unido alguien más. La paz no era algo que ella conociera en su habitualidad, no desde que había cambiado de trabajo. -Buenos días, cariño- contestó ella con una sonrisa seca. No trataba al hombre con demasiada diferencia porque solo lo haría insistir, llevarle regalos o algo que la avergonzaría. Ya lo había hecho, había llegado con una ramo de rosas a su oficina, todo el mundo los había visto y como si no fuera suficiente, Benjamin había estado allí ese día, ella sabía que el hombre solo buscaba verla, pero se había encontrado con una escena que lo había espantado. -¿Cómo estás hoy?- Preguntó él dando unos pasos hacia ella que inmediato corrigió al ver su mirada.   -Bien, concentrada en mi trabajo- afirmó ella para darle la indirecta. -Entonces te dejo- dijo él algo cabizbajo. Con un suspiro ella regresó a lo que le interesaba. Algunas cabezas todavía se alzaban buscándola cada vez que Camilo se acercaba, aunque todo el mundo se había acostumbrado a cierto rechazo de su parte. No había querido que fuera de esa forma, pero era él quien se había expuesto con aquel regalo. El día pasó bastante rápido, no tenía ningún tipo de reunión, por lo que no tuvo que salir de la oficina, almorzó allí mismo porque tampoco perdía el tiempo afuera a menos que Lena la llamara y su amiga no le había enviado ningún mensaje. Terminó su día con normalidad y bajó al estacionamiento hasta su auto. Condujo hasta el departamento para ducharse y cenar en tranquilidad viendo la televisión. Estaba viendo uno de sus programas favoritos, cuando pensó en llamar a Lena, o tal vez a Cary. Sus días se habían vuelto tan aburridos desde que Lena se había mudado permanentemente con Alonso, estaba muy feliz por ellos, pero extrañaba a su amiga. Con Cary, sus responsabilidades le impedían tener la misma disponibilidad de tiempo, por lo que aunque la llamara probablemente terminaría molestándola en su departamento y Lisa, bueno, esa mujer era imparable, la mejor para pasar una noche descontrolada, aunque no era eso lo que le apetecía. Su mente la llevó a ciertos recuerdos calientes con un neerlandés que ella conocía. Con molestia bloqueó sus pensamientos y se centró en su programa de nuevo. Su celular comenzó a sonar en ese instante, era bastante tarde por lo que ella se acercó extrañada. “-Hola…-dijo dudosa”. “-Ale, soy yo, Francia- anunció su hermana a media voz dejándola sorprendida”. “-¿Francia?”. “-Sí, soy yo- confirmó Francia con lo que sonaba como una media sonrisa”. “-¿Cómo conseguiste mi número?- Preguntó ella sentándose de nuevo en el mueble”. “-Lo robé de los contactos de mamá- explicó su hermana -rogué porque estuvieras usando el mismo número, ya que de lo contrario no tendría como comunicarme contigo”. “-¿Mamá aún guarda mi número?- ella no podía dejar de hacer preguntas obvias, era tan surrealista aquella llamada”. “-Sí, aunque quiera hacerse la dura, sigue siendo nuestra madre y te ama- afirmó su hermana -pero supongo que su orgullo le impide comunicarse de nuevo”. “-Si su orgullo es mayor entonces su amor no es suficiente- rechazó ella sintiendo el mismo dolor de siempre -la familia debería ser incondicional”. “-Lamento que te sientas de esa forma, por favor trata de comprenderla un poco más- rogó su hermana -mamá es una persona dura, y bastante mayor, es difícil para ella entender que el mundo cambia, es igual con papá”. “-Y siempre lo he entendido, pero eso no significa que no duela, Francia- dijo las palabras que siempre había deseado decir -somos una familia y ustedes escucharon las palabras de alguien más por encima de las mías, las palabras de una persona que no valía la pena y que engañó a todo el mundo, porque fue él quien me vendió, me usó y daño mi imagen frente a muchas personas. Es por eso que le gané en el juicio, por esa razón jamás debieron creerle, sobre todo porque quien era la hermana e hija era yo. Él era solo un extraño”. “-No era un extraño, Ale- argumentó Francia a media voz -era tu novio de toda la vida”. “-Y yo era la hermana e hija- insistió ella molesta -la de toda la vida, la de la misma sangre, nacida y criada”. “-Lo lamento…”. “-Ya no importa- interrumpió ella con el rostro rojo, no podía creer que todavía mantuvieran ese tipo de pensamiento en su familia -¿para qué me llamaste?”. “-Solo deseaba saber de mi hermanita, te extraño, Ale- dijo Francia sonando melancólica -extraño el tiempo que pasábamos juntas y nuestras conversaciones en las cenas familiares”. “-Querrás decir nuestro momento de chisme- se burló ella recordándolo -éramos bastante malas con… todo el mundo”. “-Lo sé, pero no se convertía en un rumor- dijo su hermana”. La conversación se sostuvo durante unos minutos donde hablaron y se pusieron al día en algunos aspectos de sus vidas. Al parecer su hermana mayor que estaba casada desde hace años había decidido tener su primer hijo, su hermano menor había conseguido el trabajo de sus sueños y el pequeño de la familia estaba perdidamente enamorado de una compañera de trabajo. Francia también le preguntó sobre su vida, ella le contó sobre su trabajo y su cambio de residencia con una sonrisa. “-Eso es maravilloso- la felicitó su hermana -estoy orgullosa de que hayas conseguido ese trabajo, te lo mereces”. “-Gracias”. “-¿Y cuándo crees que puedas venir a visitarnos?- Preguntó su hermana como quien no quiere la cosa”. El silencio se alargó hasta que ella soltó un suspiro doloroso. “-No lo sé, no creo que sea pronto- afirmó ella con sinceridad -las cosas que sucedieron no son fáciles de olvidar y aunque quiera ver a mi familia, no deseo que me juzguen ni ustedes ni nadie del pueblo”. “-Solo piénsalo un poco- insistió Francia -aquí están pasando bastantes cosas y no quiero que te las pierdas, eres parte de la familia”. “-Lo pensaré si eso está bien para ti- aceptó ella”. Hablaron unos minutos más hasta que su hermana se despidió de ella diciéndole que debía cenar y luego dormir porque el trabajo sería pesado al día siguiente. Con algo de cariño se despidieron, Ale se sentía tan extraña que al colgar observó su celular con recelo. No podía creer que su hermana la hubiera llamado, era tan extraño. Había pasado demasiado tiempo desde que habían intercambiado palabras, desde la última vez que ella se había aventurado al pueblo, de hecho. Con Eleonor sí había hablado dos veces en ocasiones anteriores, pero las llamadas habían durados dos minutos y era mucho. Al menos Francia había querido saber de ella en realidad, la había escuchado, eso era una novedad. Unas horas más tarde y con la conversación todavía en su mente, ella se acostó en la cama. Intentaba dormir, pero estaba demasiado activa para hacerlo, luchó durante unos minutos contra aquello que le pedía su mente hasta que se rindió, ella siempre se rendía. Tomó el celular que había dejado en la mesita de noche, abriendo sus r************* . Buscó el nombre que deseaba y que ya estaba guardado en su buscador para proceder a espiar. Miró detalladamente las nuevas fotos de Benjamin en **, todo él luciendo hermoso en traje. Algunas de sus reuniones y viajes, algunas la hacían gruñir con celos que no deseaba sentir y otras solo la dejaban anhelante. Ver las r************* del hombre era toda una tortura y aunque quería, no podía dejar de hacerlo. Se había vuelto su última obsesión. Pasaba las fotos lentamente hasta que le ocurrió el terror de toda aquella persona que acosa a alguien en redes, sin quererlo un corazón se escapó y ella acabó dándole me gusta a una foto bastante vieja. En pánico lo quitó rápidamente, pero sabía que él probablemente tenía la notificación en su celular y no había nada que ella pudiera hacer para cambiarlo. Con fuerza, estrelló su celular contra la cama y gritó en la almohada. Se levantó a la mañana siguiente sin haber pagado un ojo en toda la noche, de mal humor se duchó y se acercó a la cocina para comer algo sencillo, unas barras fueron suficientes. Condujo hasta el edificio en el que trabajaba y con cara de perros se subió en el ascensor, se sentía pésimo, cansada y mal arreglada ese día. Se detuvieron en uno de los pisos inferiores y para su sorpresa Benjamin se subió. Las cuatro personas junto a ella se alzaron reconociéndolo, el silencio se hizo espeso y ella juraba que su corazón se escuchaba latir desesperado. Él conectó su mirada con Ale en ese instante y lentamente se fue acercando a su cuerpo. Intentaba ignorarlo, pero era imposible, cuando él estuvo a su lado su respiración era tan superficial que casi resollaba. Se quedaron allí hasta que lentamente todos fueron bajando del ascensor y cuando ella llegó a su piso intentó hacer lo mismo, más una mano en su antebrazo la detuvo. Ella abrió los ojos asustada, la miraba de Benjamin era lo que ella reconocía como de cazador, su presa estaba allí, lista para él. -Tengo que bajar- musitó ella. -No- fue su orden y su cuerpo respondió. Se quedaron allí, viéndose, calibrándose hasta que él la soltó lentamente acariciando su brazo. El ascensor estaba detenido y si alguien se hubiera acercado los habría visto, pero nadie lo hizo. -Todavía me buscas, Alejandra- afirmó él con una mirada penetrante -no ocultaste muy bien tus pasos anoche y todavía tengo la notificación en mi celular. Tal y como ella había predicho, se tragó el gruñido que había estado por soltar porque no quería darle ninguna otra razón para que reaccionara, para que la cautivara. -No fue mi intención, fue un accidente- se excusó ella con debilidad -no había entrado en mi cuenta en mucho tiempo. -No mientras, sabes que lo odio- ordenó él molesto, mirándola fijamente -esa foto era más antigua que tu última publicación. Dime la verdad. -A veces… no puedo evitar buscarte- admitió ella en un vómito verbal que no pudo detener. -¿Por qué?- Rugió él sujetándola de nuevo y acercándola a su cuerpo. -Porque no puedo evitarlo- musitó ella mirándolo a los ojos. -Eso es porque me deseas aunque lo niegues- afirmó él con una sonrisa oculta en sus ojos -porque me quieres a tu lado aunque insistas en apartarme, me quieres Ale. -Yo… Benjamin la miró con anhelo antes de que sus ojos se llenaran de un fuego abrasador que ella había aprendido a reconocer como su forma de expresar deseo. Probablemente quisiera tenerla dispuesta para él en ese segundo, pero como siempre sucedía, eso no era algo que ella pudiera darle. Él colocó sus manos palma con palma mirando hacia abajo y las sujetó allí en una orden muda de que no las moviera, tomó su cuello y la lamió con suavidad haciendo que su cuerpo se estremeciera, ella ya estaba mojada, siempre era así con Benjamin. Sus ojos conectaron cuando él se alejó levemente y con su mirada le indicó que iba a besarla, pidiendo todo de ella. Se acercó lentamente, Ale intentaba con todas sus fuerzas solo quedarse allí, esperar y entregarse, pero como le había sucedido en todas las anteriores ocasiones, sus manos se soltaron en el último instante y se posaron sobre su pecho, deteniéndolo. Con dolor ella lo apartó de su cuerpo, no quería seguir haciéndose daño ni hacérselo a él en el proceso y de esa forma lo continuaban haciendo, ella no podía hacer las cosas que Benjamin anhelaba. Para su sorpresa él la miró con tanta dulzura y sentimiento antes de limpiar una lágrima rebelde que se había escapado de sus ojos. Con un beso en la frente, él tomó su brazo de nuevo y la condujo hasta la línea exterior del ascensor. Todavía mirando a sus ojos presionó el botón que lo llevaría a su oficina unos pisos arribas y fue de esa forma como desapareció de su mirada. Ella suspiró con fuerza en ese momento, su corazón corría desesperado y aunque estaba húmeda, la excitación se perdió en los sentimientos de tristeza que la abordaban como una ola. Corrió hasta el baño para encerrarse en uno de los cubículos y respirar. Intentó que la emoción no se le notara. No entendía, Ale jamás comprendido la forma en la que la presencia de Benjamin la alteraba, era como si una fuerza la tirara sobre él mientras que su mente se negaba a aceptar la opción, porque ella sabía que entregarse de la forma que él deseaba solo le casaría dolor. Un dolor que ya había sentido hace mucho tiempo y que con reticencia había aceptado que en el caso de Benjamin sería incluso peor. Estaba asustada, no pensada negarlo, eso no se parecía a ella en ningún sentido. Ella salió del baño unos minutos más tarde cuando se sentía mucho más recompuesta. Sin mirar a nadie se adentró en su oficina y se mantuvo ocupada, centrada en su trabajo durante toda la mañana sin interrupciones. A la hora del almuerzo su estómago gruñó y al ver a su alrededor notó que la oficina estaba casi vacía. Sacó su comida del bolsito que siempre llevaba para eso y se concentró en comer, aunque había algo que le rogaba que hablara con su confidente. “-¿Ale, pasa algo?”- Preguntó su amiga al contestar su llamada”. “-Solo sucedió algo con Benjamin- comentó ella intentando restarle importancia al asunto aunque sabía que su amiga no lo vería de esa forma”. “-¿Qué sucedió?- Preguntó Lena de inmediato -¿cómo te sentiste?”. “-Fue más de lo mismo- afirmó ella con dolor -él intentando que sucumba y yo sabiendo que no puedo darle lo que quiere, es doloroso y tortuoso, Lena”. “-Pensé que Benjamin ya no se acercaba a ti- comentó su amiga con duda”. “-No lo había hecho, hasta que anoche me puse a revisar sus redes como una estúpida, para torturarme más y se me escapó un corazón”. “-Ale, tienes que dejar de hacer eso- se quejó Lena con una sonrisa”. “-Lo intento- dijo ella con un quejido”. “-Si necesitas algo sabes que estoy aquí- dijo su amiga -¿quieres que me quede hoy contigo?”. “-¿Puedes?”. “-Por ti siempre, cariño- afirmó Lena antes de colgarle y dejarla con una sonrisa”. Con un suspiro ella se recostó en su silla y terminó de comer. La hacía sentir mucho mejor que Lena se quedara con ella esa noche, al menos así tendría una excusa para evitar pensar en Benjamin. Era un dolor constante saber que él la quería y la anhelaba tanto como ella a él, pero sin que ninguno pudiera ceder sus deseos al otro. Eso requería de demasiada confianza y aunque ella estaba segura de que no era capaz de entregarse así de nuevo, él tampoco podía hacerlo y non admitirlo solo los alejaba más.
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