Melissa
La puerta se cerró detrás de mí y me quedé sola, sola de verdad.
Me apoyé contra la pared del pasillo del hotel, intentando controlar la respiración, el corazón me latía como si acabara de correr una maratón, tenía la garganta seca, las piernas temblorosas y el estómago revuelto por una mezcla de resaca, ansiedad y… vergüenza, sin contar de la extraña sensación que sentía entre mis piernas.
¿Qué hice anoche?, no tenía idea, solo fragmentos rotos: una risa, unos ojos verdes que me miraban como si yo fuera el único faro en una ciudad oscura, unas manos tibias acariciando mis dedos como si fueran frágiles, sagrados… y después, nada.
Me quité los zapatos, caminé descalza hasta mi cama, me cubrí con la colcha hasta la cabeza y cerré los ojos con fuerza, pero los vi igual, vi esos he
