Nicolas Una semana sin mi castaña. Siete días, cien mensajes, varias notas de voz, y aún así, la ciudad se siente más vacía que nunca. Desde que se fue, cada rincón de mi vida tiene su eco. Su risa. Su perfume en mi camisa. Su voz repitiéndome que no está lista… pero que me elige, poco a poco. Y aunque ella está allá y yo aquí, no he dejado de sentirme suyo. Nos escribimos a diario. Conversaciones que empiezan con sarcasmo y terminan en confesiones. Me cuenta de su trabajo con su padre, de una becaria que la saca de quicio, de cómo una planta murió en su escritorio… y luego me dice que yo la revivo con cada mensaje. Y yo… no puedo dejar de sonreír. Tanto así, que mis compañeros del equipo ya me tienen de punto. —Ahí va el “Romeo del vestidor” —dijo Tyrone el martes, lanzándom

