Nicolas
Escuché su nota de voz al menos veinte veces.
La forma en que decía mi nombre.
El susurro contenido.
La duda que no era rechazo.
La súplica final: “No te vayas.”
Pero luego… el silencio.
Casi toda la mañana sin respuesta mía.
No porque no supiera qué decir, sino porque estaba paralizado entre la emoción y el miedo.
Tenía miedo de romper lo poco que habíamos logrado construir.
Y también… me dolía no tenerla cerca para abrazarla y decirle que estaba bien, que todo iba a estar bien.
Esa misma mañana cuando salí de mi habitación me encontré con Matt, estaba desayunando con mis padres y desde que lo vi, supe que no venía para nada bueno.
—Deberías aprovechar esto —dijo Matt, mi representante, tirándome un artículo impreso sobre la mesa una vez nos quedamos solos.
—¿Qué es e
