Nicolas Hay besos que te queman. Hay besos que te salvan. Y luego está el beso que Melissa me dio. Ese que no pedí, pero que esperé en silencio desde la noche en que la vi en aquel bar. Ese que no fue un final, sino el comienzo de algo que todavía no entendemos… pero que se siente real e inevitable. Cuando sus labios tocaron los míos, no escuché nada más. Ni el murmullo de las personas, ni el sonido lejano de la ciudad, ni siquiera mis propios pensamientos. Solo ella. Respirando cerca. Tocándome con suavidad. Besándome como si quisiera quedarse a vivir en ese instante. Y yo lo quise también. No dije nada, solo me aferré a esa certeza: ella estaba aquí, por elección, no por casualidad. Pero lo que es perfecto, a veces, también es fugaz. Como en estos momentos, porque era adi

