Lucas
«—No vengas. — Dos palabras, solo eso.
Y, sin embargo, se sintieron como un portazo en el pecho.
Melissa no gritó, no lloró, no me reclamó, solo habló con esa serenidad triste que aparece cuando ya estás demasiado cansado para seguir luchando.
Y me dolió, me dolió más que cualquier pelea anterior.
Porque esta vez, no era enojo, era renuncia.
«“Estoy rota, Lucas… y lo último que necesito es fingir que estoy lista para algo que no puedo darte.”»
La escuché y sentí cómo se me partía algo por dentro.
Colgó, y yo me quedé ahí, solo en mi habitación, con el celular en la mano y el alma completamente hecha trizas.
Pasé la noche en vela, no tenía sueño, solo ansiedad, frustración, culpa.
No sabía en qué momento me perdí de ella, no sabía en qué parte exacta dejé de demostrarle c
