DESCUBRIENDO

556 Words
—El día que al fin nos reunimos es para una cena de negocios —se quejó Valerio que, sentado a la mesa con su madre y tía, esperaban al nuevo socio de un proyecto en que habían invertido mucho tiempo, porque el dinero lo había puesto un inversor extranjero que no conocían aún. —Así al menos tenemos una excusa —inquirió la rubia que se atragantaba con agua al ver ir hacia ellos a la joven rubia que tanto adoraba. —¡María! —exclamó Valerio, dejando su asiento, tensando a la rubia que se escondía un poco detrás del cuerpo del japonés que le acompañaba. Mientras tanto, otros ojos azules se fijaban en el hombre de cabello oscuro que sonreía al ver a la rubia tan asustada. Karina jaló a Valerio hasta devolverlo a su asiento, recordándole la promesa que le hizo días antes en su oficina sobre no acercarse a ella de nuevo. —Soy Kamishiro Yamil —dijo el japonés—, ella es Erina, mi hija. Ante tal declaración el aire se agolpó en los pulmones de los tres rubios, y una de ellas casi se puso a llorar. —¿Te casaste? —preguntó en medio de un puchero la rubia que Erina no conocía—, ¿hiciste una nueva familia? —Debía seguir mi vida —explicó Yamil tomando asiento, después de haber acomodado la silla para que la rubia que no apartaba la mirada de Valerio se sentara. Era como si Erina estuviera esperando salir corriendo en cuanto el otro le saltara encima. —Pero ella es idéntica a Karina… ¿tu hija era de él? —preguntó Valentina, sin saber lo que debía concluir al respecto—, ¿ustedes me engañaron?... ¿Por qué tienen una hija?... se supone que somos amigos, Karina… y creí que me amabas, yo aún te amo, Yamil… ¡No puedes hacer una familia con Karina! ¿Qué hay de nuestro hijo? Entre quejas e idioteces, Valentina le robó la respiración a todos: a Karina cuando mencionó que la rubia que acompañaba a Yamil era hija de ella, aunque eso era solo una suposición de la idiota de su amiga; a Yamil porque, de la nada, esa rubia había confesado que ese chico de ojos claros era su hijo: y a Valerio, porque acaba de escuchar que el japonés era su padre, y era padre además de la chica que violó. La única que no se movía era la rubia, que seguía aterrada por el joven que la miraba, y porque conocía toda la verdad, aunque aún fingía que no. —¡Ella no es mi hija! —gritó Karina de pronto, sacando a la rubia de su estado de shock—. Deja de decir idioteces, Valentina. —¡Sí soy tu hija! —gritó esta vez la más joven en la mesa—, ¿por qué diablos sigues negándolo?, ¿de verdad me odias?, ¿de verdad me querías lejos?, ¿por eso me abandonaste cuando nací?, ¿por eso no me buscaste aun cuando descubriste quién era yo? Las palabras de la rubia le dolieron tanto a Karina que terminó rompiendo en llanto, un llanto tan doloroso como el de la rubia que salió corriendo sin que nadie la siguiera, porque todo era un caos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD