VERDAD

615 Words
—¿Puedes conseguir la llave? —preguntó la mujer rubia a Lía, la chica que le había conducido hasta donde vivía María. La morena asintió y caminó en dirección de la administración de ese edificio, donde, por si acaso, tenían copia de las llaves de todas las puertas, y que solo se usaban en caso de emergencia. Cuando entraron al pequeño departamento, la mujer y la joven se encontraron con un lugar que parecía casi vacío, eso fue hasta que llegaron a la habitación, donde encontraron a una chica temblando en cama, con la fiebre tan alta que parecía podría convulsionar en cualquier momento. Karina sintió su pecho doler, y debió obligar a sus piernas a andar hasta donde la chica estaba. La revisó, llamándola, pero sin lograrla hacerla reaccionar, así que llamó a una ambulancia para llevarla hasta el único hospital que conocía. Habían pasado casi dos meses de que había visto a la joven por última vez, y es que, envuelta en la pena de saber a su pequeña hija muerta, Karina se había olvidado del mundo. Sin embargo, ese día, por alguna extraña razón, la rubia había amanecido con la chica de cabello y ojos cafés en la mente, después de haberla soñado gran parte de la noche. Por eso fue a buscarla a la cafetería, donde le dijeron que hacía tiempo que ella no trabajaba allí. Pensando en que le hubiese tomado gusto al trabajo en el bar, fue a buscarla también allí, para escuchar de Lía que no había vuelto tampoco, y que tampoco le había visto en un buen tiempo. Einar vio de lejos a una rubia conocida entrar en su hospital, siguiendo una camilla y corrió a ella al verla tan asustada. El médico revisó a la chica, reconociendo el tono esmeralda de sus ojos, esos ojos que amó siempre en Karina. Pero igual no dijo nada, no era tiempo de concluir cosas, pues la chica que recibía como paciente se encontraba bastante mal. Fue llevada a emergencias y atendida por el mismo director del hospital, un hombre de cabello y ojos oscuros. Sus pertenecías fueron entregadas en una caja a la rubia que le había llevado al hospital, y que nerviosa esperaba a que le dieran noticias de una joven que de verdad le preocupaba. Sus datos personales fueron el nombre y la edad, Karina solo sabía que ella era María y tenía dieciocho y pico años. Por eso, al saberla estable, volvió al departamento de la chica, pues necesitaba algún papel que le diera los datos que el hospital pedía. No le fue difícil encontrar lo que buscaba, en el departamento de la joven que tanto apreciaba no había ni muebles, así que dar con la caja que contenías sus papeles, y uno que otro artículo personal, no le dio problemas. Y Karina se fue de espaldas al abrir esa caja, pues lo primero que vio fue un relicario y una cobija que ella misma le había comprado a su pequeña Erina, y que nunca había logrado encontrar cuando Lilia se la arrebató. La pequeña en el relicario era, sin duda alguna, su pequeña y amada hija, pero María no era rubia, como la recordaba, y tampoco tenía los ojos verdes. Karina la había visto con detenimiento muchas veces, pues esa chica le llamaba mucho la atención. Deduciendo algunas cosas, la rubia corrió al baño para encontrar restos de un tinte de cabello y el estuche de unos lentes de contacto en color café oscuro, casi n***o. Entonces no contuvo el llanto, no pudo detener esos sentimientos que le ahogaban suplicando por salir, pues ella acababa de encontrar lo que tanto tiempo había deseado tener.
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