SEÑALES

551 Words
—¿Sigue en pie tu propuesta? —preguntó una chica de ojos claros al hombre que le abría la puerta. —¿Por qué estás en bata de hospital? —cuestionó un azabache de ojos oscuros y piel clara, mirándola con asombro. Esa joven se veía bastante diferente a la chica que le había acompañado en el bar las semanas anteriores. —Te hice una pregunta —reprochó la chica, molesta por sentirse ignorada. —También hice una, así que responde —casi ordenó el hombre de ojos oscuros. —Acabo de salir del hospital —informó ella. —¿Te dejaron salir en bata? —cuestionó él y la de ojos verdes bufó una risa. —Yo no dije que me dejaron salir —aclaró una falsa castaña—, dije que acababa de hacerlo. —¡Te escapaste del hospital! ¿Por qué te creo capaz de eso y más? —cuestionó sonriendo el de cabello y ojos oscuros. —¿Sigue en pie o no sigue en pie? —volvió a preguntar la chica, ahora no tan eufóricamente, pues estaba agotada y temerosa, y el hombre asintió—. ¿Aunque esté embarazada? —preguntó ella y el otro asintió de nuevo. —Yo solo quería compañía, pero si me das una familia seré mucho más feliz —aseguró un hombre de cuarenta y pico años, que le había tomado mucho cariño a esa desvalida chica que a veces bebió una copa con él. —Gracias —dijo Erina, llorando sin desesperación, pues ahora que sabía tenía un apoyo, no se sentía tan sola. * —¡¿Cómo diablos se fue sin que nadie se diera cuenta?! —gritó Einar a todo el personal frente a él—. Una chica en bata salió de su habitación y del hospital sin que nadie se diera cuenta, ¿cómo es que pasó eso? Nadie respondió, todos solo le miraban con sorpresa. Nunca, en diez años trabajando con él, habían visto al médico tan descolocado. La mujer rubia, detrás de él, lloraba aferrado a una manta rosa, mientras apretaba con fuerza el relicario en sus manos. » Lo lamento, Karina —se disculpó el azabache, y la rubia negó con la cabeza sin ser capaz de decir nada. Ella estaba cansada de todo: de discutir, de buscar y, sobre todas las cosas, estaba cansada de vivir en un lugar donde no era capaz de mantener a su hija consigo. Abrazando esa manta que diecinueve años atrás le hizo tanta ilusión comprar, colgándose el cuello el relicario que era el recuerdo de lo más hermoso de su vida, se rindió al fin del todo. Ahora al menos sabía que ella estaba bien, sabía que era fuerte y que saldría adelante, o al menos en eso confiaba. En cuanto a Einar, él lo dejaría todo también por la paz. Karina podría tomar la desaparición de Erina como la señal de que ellos nunca serían familia. Aunque, después de que el moreno le confesara que lo enamoró por una apuesta, no lo consideró nunca más. Estaba desesperada y dolida de no poder tener lo que amaba, pero no podía seguirse haciendo daño. Ese era el momento para ser egoísta, para darse una oportunidad a sí misma y vivir por su cuenta.
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